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JMIENTO
DEL
OCÉANO PACIFICO
Y LA
SOCIEDAD MEXICANA
DE geografía y ESTADÍSTICA
RESENA
DISCURSOS Y DOCUMENTOS RELACIONADOS
CON LA SOLEMNE SESIÓN VERIFICADA EN HONOR
DE
VASCO NUÑEZ DE BALBOA
EL 25 DE SEPTIEMBRE DE 1913
MÉXICO
Imprenta y Fototipia de la Secretaría de Fomento
1913
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EL DESCUBRIMIEMfD ;.. ..::
DEL
OCÉANO PACIFICO
Y LA
SOCIEDAD MEXICANA
DE geografía y ESTADÍSTICA
RESENA
DISCURSOS Y DOCUMENTOS RELACIONADOS
CON LA SOLEMNE SESIÓN VERIFICADA EN HONOR
DE
VASCO NUÑEZ DE BALBOA
EL 25 DE SEPTIEMBRE DE 1913
MLXICO
Imprenta y Fototipia de la Secretaría de Fomento
1913
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EL ICIUITO lEL mi PMICD
Y LA SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA
por el Profesor ALBERTO M. CARREÑO
Prinier Secretario
Entre los acontecimientos geográficos de mayor importancia
que han ocurrido en todos los tiempos, dos hay que sobresalen,
sin duda alguna, de los demás: el descubrimiento hecho por Co-
lón que produjo un nuevo mundo, y el descubrimiento de Vasco
Núñez de Balboa, que no es hipérbole asegurar que dotó a la tie-
rra de un nuevo mar, el mayor de los mares conocidos.
Por tanto, no era posible que México dejara de celebrar el
cuarto centenario de este último descubrimiento, y menos to-
davía que la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística que,
por su antigüedad, es la tercera de su género en el mundo, no con-
memorara debidamente tal aniversario. Esto explica que desde el
mes de Marzo próximo pasado los Sres. Lie. D. Joaquín D. Casa-
sus. Vicepresidente de la Sociedad y D. Telesforo García, si espa-
ñol de origen, mexicano por su afecto a esta tierra que en otro
tiempo fuera la Nueva España, dieran los primeros pasos encami-
nados a la celebración del cuarto centenario del descubrimiento
del mar Pacífico, y esos pasos tuvieron por objeto obtener del Go-
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bierno Federal, por conducto de la Secretaría de Fomento, de
quien depende de modo directo nuestra Sociedad, que prestara
todo su concurso moral y material a fin de que la festividad que
se hiciera alcanzara un brillo extraordinario.
El Sr. Ing. D. Alberto Robles Gil, que a la sazón era el Mi-
nistro de Fomento, acogió con agrado aquella idea y ofreció su
ayuda ; pero más tarde cupo la satisfacción al socio Sr. T>. Enri-
que Santibáñez, de ser el iniciador de que el aniversario se con-
memorara por medio de una sesión solemne.
En efecto, en la sesión verificada el 17 de Julio del presente
año, el Sr. Santibáñez formuló una proposición encaminada al
ñn de que el día 25 del mes de Septiembre de 1913, la Sociedad
Mexicana de Geografía y Estadística celebrara una sesión espe-
cialmente consagrada a recordar aquel interesante hecho histó-
rico-geográfico.
La iniciativa alcanzó, como era de esperarse una acogida favo-
rable, y el Sr. D. Telesforo García y yo, apoyamos con todo calor
dicha iniciativa, que con entusiasmo fué aprobada.
Era necesario entonces, pensar en la forma y manera en que la
solemnidad debería verificarse; a este fin se nombró una comisión
que se encargara de presentar un proyecto de programa al cual
habría de sujetarse aquélla; y la comisión quedó integrada por
el señor Magistrado D. Francisco Belmar, Secretario Perpe-
tuo de la Sociedad, por el mismo iniciador, Sr. Santibáñez y
por mí.
La comisión comenzó entonces a discutir los temas que deberían
tratarse en la velada, quiénes podrían ser los oradores y al
efecto convino en que se desarrollaran tres temas distintos.
El primero tendría por objeto la Geografía Económica de las
naciones bañadas por el Pacífico ; el segundo, la Geografía Fí-
sica de aquel Océano y el tercero la narración de los hechos
más culminantes llevados a término por los navegantes y pilotos
de aquellos días, por extremo memorables para la geografía,
consagrando, como era natural, un especial recuerdo a Núñez
de Balboa.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA
La comisión creyó que podría encargarse a alguno de nuestros
más distinguidos poetas, el cantar aquellos hechos dignos de
loa; y como el Sr. Santibáñez se manifestó dispuesto a tomar
a su cargo uno de los temas acordados, la comisión juzgó que
podrían encomendarse los otros dos a los Sres. Lie. D. Ezequiel
A. Ohávez y Telesforo García, respectivamente, y la poesía al
señor doctor D. Enrique González Martínez.
Este primer proyecto de programa fué sometido a la Sociedad
Mexicana de Geografía y Estadística en su sesión celebrada
en 24 de Julio; y entonces el Sr. D. Telesforo García propuso
que se adicionara con un número más, que habría de asignarse
al Sr. D. Gonzalo de Murga, quien podría hablar acerca del Canal
de Panamá, tanto por haber sido descubierto el Pacífico desde
Panamá, como por el hecho significativo de que cuatrocientos anos
después de su descubrimiento está a punto de unirse con el mar
Caribe y con el Atlántico.^
La comisión acogió de buen grado las ideas del Sr. García, y,
en consecuencia, la Sociedad aprobó el nombramiento de los
cinco oradores indicados antes, que aceptaron gustosos, como
era de esperarse, la invitación que se les hizo para que tomaran
participación directa en la ceremonia proyectada.
Había, sin embargo, necesidad de combinar aquel programa,
selecto sin duda alguna por lo que se refiere a la parte literaria,
con un programa musical, que sirviera no solamente para dar
realce a la fiesta, sino de incentivo para atraer una mayor concu-
rrencia a la velada, así como para que ese concurso fuera lo más
distinguido posible.
¿Qué elementos podrían hallarse en México mejores que los
que proporciona la artística agrupación, conocida con el nombre
de Orquesta del Conservatorio^ Ningunos seguramente.
Teniendo esto en mira, sugerí a la comisión que se solicitara
oficialmente el concurso de dicha orquesta ; y aceptada esta idea,
1 Al imprimirse esta reseña han quedado ya unidos los dos océanos.
SOCIEDAD MEXICANA
personalmente acudimos el Sr. Magistrado D. Francisco Belniar
y yo, al entonces Secretario de Instrucción Pública y Bellas
Artes, Sr. Lie. D. José María Lozano, quien acogió favorablemen-
te la solicitud hecha en nombre de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, ofreciendo que si para ello no había
inconveniente, de su parte le sería grato que la Orquesta asistiei-a
a nuestra solemnidad.
La resolución vino poco después como lo habíamos deseado,
y justo es manifestar que, el Sr. D. Rafael López, Secretario del
Ministro, puso también de su parte todo empeño para la pronta y
fácil resolución de aquella solicitud.
Tras de varias conversaciones que tuve con el Sr, D. Carlos
J. Meneses, Director de la Orquesta del Conservatorio, autori-
zado ampliamente por la comisión, logramos al fin ponernos de
acuerdo, acerca del programa musical que habría de desarro-
llarse en la velada; y entre tanto el Sr. I). Telesforo García, que
ha venido ejerciendo accidentalmente las funciones de Vicepre-
sidente, nos participó que la Junta Directiva del Casino Español,
había resuelto invitar a la Sociedad Mexicana de Geografía y Es-
tadística para que efectuara la sesión en los salones que posee el
citado Casino.
Así las cosas, el Sr. Dr. D. Enrique González Martínez fué
nombrado Secretario del Gobierno del Pastado de Puebla, y por
esta razón se vio en la necesidad de participar a la comisión
organizadora de la fiesta, que muy a pesar suyo se veía en el ca-
so de no poder tomar parte en ésta, y debido a tal circunstan-
cia, el programa que en definitiva fué sometido a la Sociedad
y por ésta aprobado, es el que consta en el texto de las invi-
taciones que profusamente circularon y que literalmente dicen:
"La Sociedad Mexicana de Geografía y P^stadística tiene el
honor de invitar a Ud. a la velada que, con motivo del cuarto
centenario del descubrimiento del Océano Pacífico por Vasco
Núñez de Balboa, celebrará el 25 del presente mes, a las ocho y
media de la noche, en el Casino Español (Avenida de Isabel la
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA
Católica 29), acto que será presidido por el señor Secretario de
Fomento, Colonización e Industria. — El Vicepresidente interino,
Telesfof^o García. — El Secretario Perpetuo, Francisco Belmar. —
El Primer Secretario, Alberto M. Carreuo.
PROGRAMA
I. Marcha Saint Sáenz.
II. Geografía Económica de los Estados Ameri-
canos del Pacífico.
Discurso por el socio Sr. D. Enrique Santi-
báñez.
III. Esclarmonde Massenet.
IV. De Núñez de Balboa al Coronel Goethals.
Discurso por el socio Sr, D. Gonzalo de Murga.
V. Diluvio Saint Sáenz.
Violín solo, Sr. Prof. D. Pedro Valdés Fraga.
VI. Geografía Física del Océano Pacífico.
Discurso del socio Sr. Lie. D. Ezequiel A.
Ohávez.
VII. Eomanza Valdés Fraga.
Violín solo, Sr. Prof. D. Pedro Valdés Fraga.
VIII. Descubridores y pilotos del Mar Pacífico:
Vasco Núñez de Balboa.
Discurso por el Sr. Vicepresidente interino,
Sr. D. Telesforo García.
IX. Juana de Arco, Gran Marcha Solemne Moskowski.
La parte musical estará a cargo de la Orquesta del Conserva
torio, dirigida por el Sr. Prof. D. Carlos J. Meneses."
SOCIEDAD MEXICANA
Entre tanto la Secretaría de Fomento transcribió a la So-
ciedad nna nota enviada por el señor Ministro de España a la
Secretaría de Relaciones Exteriores, acompañando varios do-
cumentos relacionados con los proyectos existentes en aquel reino
y en Panamá para conmemorar el centenario del descubrimiento
del Pacífico, y pudimos tener la satisfacción de hacer saber al
señor Ministro de España, por conducto de aquellas Secretarías
de Estado, que ya esta Corporación, por su parte, se había anti-
cipado a proyectar un acto solemne como el que, en efecto, inten-
taba llevar a término.
Como la comisión organizadora había sido facultada amplia-
mente para nombrar subcomisiones, etc., resolvió designar a dis-
tintos miembros de la Corporación, ya para invitar al señor Pre-
sidente de la República y a los Ministros de Estado, ya también
para hacer igual invitación a la Suprema Corte de Justicia y a
las Cámaras Legisladoras, así como al señor Ministro de España
y otros funcionarios, debiendo quedar estos mismos comisiona-
dos, con el encargo de recibir a los invitados la noche de la
fiesta. Las diversas comisiones quedaron formadas así:
Para invitar al señor Presidente de la República, Sres. Teles-
foro García, Magistrado Francisco Belmar y Prof. Alberto M.
Carreño.
A los señores Secretario y Subsecretario de Relaciones Exte-
riores, Sres. Ing. Francisco de P. Pina y Lie. Manuel Miranda
Marrón.
A los señores Secretario y Subsecretario de Gobernación, doc-
tores D. Manuel S. Soriano y Jesús Díaz de León.
A los señores Secretario y Subsecretario de Justicia, seño-
res Lies. Isidro Rojas y Manuel P. Cervantes.
A los señores Secretario y Subsecretario de Instrucción Pú-
blica y Bellas Artes, Sres. Lie. José L. Cosío y Prof. Abraham
Castellanos.
A los señores Secretario y Subsecretario de Fomento, señores
Magistrado Francisco Belmar y Prof. Alberto M. Carreño.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA
A los señores Secretario y Subsecretario de Comunicaciones y
Obras Públicas, Sres. Francisco A. Soni y Román Rodríguez
Peña.
A los señores Secretario y Subsecretario de Hacienda, seño-
res Ing. Isidro Díaz Lombardo y Lie. Félix M. Alcérreca.
A los señores Secretario y Subsecretario de Guerra y Marina,
señores General Eduardo Paz y Lie. Enrique Arroyo.
A los señores Magistrados de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, Sres. Lies. Manuel Padilla y Ramón Mena.
A la Cámara de Diputados, Sres. Prof. Francisco Fernández del
Castillo y Maximiliano M. Cliabert.
A la Cámara de Senadores, Sres. Lie. Manuel H. San Juaii y
Juan B. Iguíniz.
Al señor Gobernador del Distrito, Sres. Lies. Aurelio Lomelí y
Agustín Arroyo de Anda.
A los señores Ministros de España y Guatemala, Sres. Manuel
Romero de Terreros y Lie. Esteban Maqueo Castellanos.
A los señores Encargados de Negocios de Honduras, Chile y
Perú, Sres." Ing. Félix F. Palavicini y Lie. Lázaro Pavía.
A los señores Cónsules de España y Panamá, Sres. Julio Poulat
y Prof. Manuel Velázquez Andrade.
Quedaron agregados, además, a la Comisión de recepción, los
señores Magistrado D. Francisco S. Carvajal e Ing. Julio Riquel-
me Inda.
El señor Presidente de la República se excusó de concurrir,
y presentaron iguales excusas algunos Secretarios de Estado.
El señor Presidente de la Cámara de Diputados aceptó la
invitación, y el Senado nombró como representantes suyos a
los Sres. Lies. Emilio Rabasa, Manuel Calero, Ignacio Padilla,
José Diego Fernández, Dr. Aurelio Valdivieso y Eduardo N.
Iturbide.
Los señores Ministros de la Suprema Corte de Justicia ofre-
cieron también que concurrirían.
Por su parte la Universidad Nacional de México, designó a
10 SOCIEDAD MEXICANA
los Sres. Ing. Alberto J. Pañi y. Lie. Néstor Rubio Alpuche, para
que asistieran en su representación.
Invitadas, como de costumbre, en casos como éste, las Corpo-
raciones científicas que residen en esta Capital, nombraron sus
representantes en la siguiente forma:
Academia de Ciencias Sociales, Ing. Ricardo García Granados
y Lies. Esteban Maqueo Castellanos y José Antonio Rivera G.
Academia de Medicina de México, Dres. Miguel Otero y Fran-
cisco Hurtado.
Alianza Científica Universal, Lie. Manrique Molieno y Fernan-
do Capdevielle.
Asociación del Colegio Militar, Ings. Fernando Basurto y
Carlos Noriega.
Comisión Geodésica Mexicana, Ings. Pedro Lira y Arnulfo
Espinosa.
Instituto Geológico de México, Ing. Trinidad Paredes y Enri-
que Díaz Lozano.
Instituto Médico Nacional, Prof. Mariano Lozano y Castro
y Dr. Leopoldo Flores.
Instituto Patológico Nacional, Dres. Manuel Toussaint y An
tonio J. Carvajal.
Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, Sres. Ig-
nacio B. del Castillo, Juan B. Iguíniz y Vicente Antonio Ga-
licia.
Sociedad Agrícola Mexicana, Ings. Manuel Téllez Pizarro y
Eduardo J. Creel.
Sociedad de Alumnos de la Escuela S. de Comercio y Admi-
nistración, Sres. José Sebastián SiLva, Ramón Velasco, Felipe
Peraza y Santiago Flores.
Sociedad Astronómica de México, Srita. Guadalupe Aguilar,
Ing. Ernesto Herrera y Lie. Manuel Miranda y Marrón.
Sociedad Científica Antonio Álzate, Ings. Manuel F. Alvarez y
Felipe Inda.
Sociedad Cultura Intelectual, de Guadalajara, Dip. Ing. Tomás
Rosales.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 11
Sociedad Indianista mexicana, Dr. Jesús Díaz de León y seño-
rita Isabel Ramírez Castañeda.
Sociedad Mexicana de Historia Natural, Sres. Felipe Gutiérrez
Vázquez y Rafael Río de la Loza.
Hechos, pues, todos los preparativos, la fiesta se celebró la
noche del día 25 del presente mes de Septiembre, bajo la pre-
sidencia del señor Ministro de Fomento, Lie. Manuel Garza
Aldape, quien estaba acompañado del Sr. Lie. Jorge Delorme y
Campos, Presidente de la Cámara de Diputados, de los señores
don Bernardo de Cólogan y Cólogan y D. Juan J. Ortega, Minis-
tros de España y Guatemala, respectivamente, del señor Ministro
de la Suprema Corte de Justicia D. Emilio Alvarez, del Sr. D. Va-
lentín Elcoro, Presidente del Casino Español, de los demás miem-
bros de la Mesa Directiva del dicho Casino y de la Mesa Direc-
tiva de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, así
como de algunas otras distinguidas personalidades, entre ellas
el Sr. D. Enrique C. Creel, ex-Secretario de Relaciones Exte-
riores.
Dio comienzo la velada ante un concurso tan numeroso como
selecto, entre el cual se hallaban presentes no sólo un gran núme-
ro de nuestros socios y de personalidades conspicuas ,en el mundo
de la ciencia y de las letras, sino familias por extremo distingui-
das de la Metrópoli y de la Colonia Española.
Importantes por demás, eran todos los temas aprobados por
la Sociedad, pero el primero resultaba por extremo difícil, toda
vez que hablar de cuestiones económicas suele resultar árido
y fatigoso, si el orador no logra diluir, digamos así, todos los
datos que se traducen en cifras, tales como las importaciones
y exportaciones, las toneladas que arrojan el tráfico terrestre y
el marítimo; la producción de los campos y de las minas,
etc.; y sin embargo, el Sr. Santibáñez logró hacer por extremo
interesante su trabajo, toda vez que pasó en revista la vida co-
mercial y las costumbres más salientes de los diversos pobladores
de las naciones bañadas por el Océano Pacífico, desde la época
12 SOCIEDAD MEXICANA
en que los primitivos bajeles de Magallanes llegaron a este
Océano; desde aquellos tiempos en que las naos de China cau-
saban con su llegada inusitado interés, por las mercaderías de
que eran portadoras, hasta la época actual, en que los grandes
buques de vapor, unidos todavía a las embarcaciones de vela, lle-
van a término un enorme comercio mundial.
El Sr. Santibáñez no puso en olvido los principales produc-
tos de Chile y de Bolivia, del Perú y del Ecuador, de Panamá
y de Costa Rica, de Nicaragua y de Honduras, del Salvador y de
Guatemala, ni la industria peculiar de los sombreros de jipi-
japa en el Ecuador, ni la fantástica producción de esmeraldas
en Colombia, ni las variadas producciones de México y los Esta-
dos Unidos, en la parte corres])ondiente al litoral del Pacífico;
ni dejó de hacer hincapié en la inmensa labor que han realizado
otros distintos pueblos para acrecentar su bienestar económico;
y en su estudio nos presentó cuadros vivos llenos de interés y
variedad.
Los aplausos que el público tributó al Sr. Santibáñez, fueron
por tanto, un justo tributo a su labor.
El Sr. P. Gonzalo de Murga adoptó como tema de su discurso,
la importancia geográfica y comercial de la apertura del Canal de
Panamá, y para ello se refirió a los varios intentos que en épocas
distintas se han hecho para acercar unos pueblos a los otros,
por medio de la apertura de canales, como la que se está ejecu-
tando en Panamá.
Quiso, además, el Sr. Murga hacer algunas consideraciones
políticas en relación con esta obra colosal, y sabedor de que
la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística no se ocupa en
cuestiones de este género, al iniciar su discurso declaró con toda
ingenuidad, que él solo era el responsable de sus propias ideas.
¿Cuál fué el éxito del Sr. Murga en su discurso?
Prescindimos de nuestras propias impresiones, para dar ca-
bida a la crítica hecha por uno de los diarios más importantes
de esta Capital, "El Imparcial,'" que refiriéndose al discurso
del Sr. Murga dice:
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 13
" Siguió en turno D. Gonzalo de Murga, quien, después
de un breve preámbulo, explicando su presencia en el Casino
Español y de hacerse personalmente responsable del discurso
que iba a leer, con gesto gallardo, dicción perfecta y tonos de
voz admirables de expresión, dio lectura a no pocas cuartillas,
que tratando al principio de Vasco Núñez de Balboa, Hernán
Cortés, Cristóbal Colón y Saavedra Cenón, luego se engolfan
en cuestiones de historia política, siendo el tema de sus viriles
párrafos, sazonados de humorismo y modelo literario en su géne-
ro, la acción absorbente de los Estados Unidos del Norte, con res-
pecto a la América latina.
^'Y con una habilidad y un humorismo dignos de su talento,
el realmente notable conferencista, hizo breve historia de la po-
lítica yanqui, comentó razonadamente sus miras expansionistas,
citó fechas, nombres, tratados, habló del Canal de Panamá, de
Wilson, de Bryan, de Bolívar y de otros muchos, exponiendo
comentarios oportunos y dignos de ({ue se graven en nuestra me-
moría, para provecho y honor de nuestra raza.
"Y comentando aquí, ironizando allá, parafraseando en el otro
lado y siempre fácil, expresivo y sensato, habló al final de las
notas enviadas por la Casa Blanca al Gobierno Mexicano, que—
dijo?— provocaron sonrisas, risas y carcajadas homéricas en todo
el Honorable Cuerpo Diplomático.
'Tuvo, finalmente, para México, frases tan oportunas como
sinceras, y comentó muy acremente la conducta del Gobierno
Norteamericano que llevado de su puritanismo o fariseísmo,
se niega a reconocer al actual Gobierno mexicano, constitucional-
mente establecido según todas las leyes del país.
"Tanto al final como en los ligeros descansos que hizo el se-
ñor Gonzalo de Murga leyendo su excelente y viril trabajo, fué
ruidosamente aplaudido por la concurrencia, que en extremo
complacida escuchó la lectura del interesante documento "
Tocó su vez al Sr. D. Ezequiel A. Chávez, y debo declarar
que si el tema desarrollado por el Sr. Santibáñez era difícil por
14 SOCIEDAD MEXICANA
SU aridez, el del Sr. Cliávez lo era de todo punto, por su in-
mensidad.
Hacer la descripción geográfica del mar Pacífico y de las tie-
rras que baña, no es por cierto tarea fácil de realizar, y me-
nos reducir esa descripción de modo tal, que sin que nada ]>ierda
de su inter-és y de su exactitud, pueda caber dentro de los estre-
chos límites de un discurso.
Y sin embargo, el Sr. Cliávez, realizó a maravilla su cometido,
pues como podrá ver quien lea aquella importantísima pieza ora-
toria, no se sabe qué admirar más; si la belleza de las imágenes,
si la corrección del estilo, si lo armonioso del conjunto o si los
vastos conocimientos geográficos que revela el estudio del se-
ñor Cliávez.
Quien quiera formar un concepto general de lo que es el
Océano Pacífico, de las numerosísimas islas que se hallan a veces
como enjambres aquí y allá, o en ocasiones cual centinelas so-
litarios en medio de aquel mar inmenso, puede encontrar en la
obra del Sr. Chávez un trabajo de resumen por extremo completo,
que no sin justicia fué acogido con estruendosos aplausos del
público que lo escuchó.
Vino a cerrar la fiesta literaria el ])restigiado escritor, cuyo
nombre es de sobra conocido de todos los que cultivan las letras
en nuestro país.
El Sr. D. Telesforo García, remontándose a la época en que
España comenzaba una vida nueva al triunfar de los árabes, sus
dominadores, nos presentó la magna obra realizada por Colón,
(cuya cuna pretenden hoy haber sido varios pueblos, porque ra-
ros son los honores, como el que resulta para un país, de que
en su seno, vea la primera luz quien más tarde ha de tener i)or
Patria a todo un mundo), nos habló también de los hoy famt)sos
aventureros españoles, portugueses e ingleses que a partir del
siglo XV se lanzaron a lo desconocido en busca de tesoros nuevos
y de nuevas riquezas, y en busca de tierras que ofrecer, como el
tributo más alto, a sus respectivos soberanos.
Vasco de Gama, Magallanes, Juan Sebastián Elcano, los Ca-
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 15
bottos, fueron nautas cuyos hechos dieron gloria imperecedera
a sus nombres y a la humanidad de que son parte; y el señor
García, en su brillante discurso nos fué haciendo ver la activa
labor de cada uno de ellos en los descubrimientos geográficos que
llenaron de admiración al mundo por aquellos días y habrán de
llenarlo mientras exista.
Figura prominentísima tenía que ser y fué en su relato, la
conquista sin igual, llevada a cabo por Vasco Núñez de. Balboa,
que tras de luchas de todo género, pudo ha cuatro siglos con-
templar por la primera vez, un mar inmenso, el mayor de todos los
mares y que era entonces desconocido de los europeos.
No necesito empeñarme en hacer el elogio del importantísimo
.trabajo del Sr. García; que su lectura habrá de poner de mani-
fiesto una vez más, su erudición y sus indiscutibles conocimientos
históricos.
Inútil es decir que la parte encomendada a la Orquesta del
Conservatorio fué ejecutada de modo brillantísimo; los nume-
rosos profesores que forman la mencionada agrupación, son ar-
tistas escogidos por nuestro Conservatorio Nacional de Música, y
guiados hábilmente por uno de nuestros mejores maestros en el
mundo del arte por excelencia bella, el Sr. Meneses, han llegado
a conquistar fama tan merecida en nuestra República, que basta
decir que es aquella Orquesta la encargada de la parte musical
de un festival cualquiera, para estar seguro de que el éxito ha-
brá de ser completo.
La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística cree haber
cumplido con el deber que tenía de no dejar que pasara inadverti-
do un hecho tan importante como el que se recuerda ; y como la
Real Sociedad Geográfica de Madrid, la Real Academia de la His-
toria, y la Ilnión Ibero-Americana, se esforzaron en España, para
que se conmemorara debidamente aquella fecha, nuestra Socie-
dad, ha tenido la satisfacción de ponerse en contacto con aquellas
tres distinguidas agrupaciones, para que supieran cómo México
por su parte, se apresuraba a hacer igual conmemoración ponién-
dose a la altura de su objeto y de su misión en nuestro país.
16 SOCIEDAD MEXICANA
Creo también, que el Sr. Saiitibáfiez, el autor de la iniciativa,
se sentirá satisfecho, por el brillo que alcanzó la festividad y
es esta la ocasión para dar un público testimonio de agradeci-
miento al señor Secretario de Fomento, Lie. D. Manuel Garza Al-
dape, que quiso que en una publicación especial se reunieran todos
los trabajos hechos por la Sociedad Mexicana de Geografía y Es-
tadística, para conmemorar el descubrimiento del Océano Pacífico.
También se hace indispensable, antes de cerrar esta breve
reseña, expresar cuánto ha estimado la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, el que la Junta Directiva del Casino
Español hubiera querido que, en unión fraternal, se efectuara
una fiesta organizada por mexicanos en honor del célebre aven-
turero español, de Vasco Núñez de Balboa, dando así un testi-
monio del deseo que existe, cada vez más acentuado y cada vez más
entusiasta, de que se fundan en un crisol de afectos puros y de
ideales levantados, los pueblos que por su lengua y por sus ten-
dencias, así como por sus instituciones, tienden a un fin, el de
formar una sola raza vigorosa y fuerte.
Un elogio más, y no por hecho en último término menos me-
recido: él es para el señor Magistrado D. Francisco Belmar,
Secretario Perpetuo de la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística, que no sólo en la ausencia temporal de nuestro Vice-
presidente, el Sr. Lie. D. Joaquín D. Casasus, sino en todo tiem-
po, pone el mayor empeño en dar realce y brillo a todos los actos
de nuestra Sociedad; empeño que una vez más se hizo patente,
al tratarse de la celebración de la fiesta que ligeramente he
reseñado. ^
México, Septiembre 30 de 1913.
1 En la sesión celebrada el día 2 de Octubre, la Sociedad acordó un
voto de gracias a su Primer Secretario, el Sr. Prof. Alberto M. Garren o,
por los trabajos que llevó a término para organizar la velada a que se
refiere está reseña. — Isidro Rojas, Director del Boletín de la Sociedad.
(íeogkafia económica
DE LOS
ESTADOS AMERICANOS DEL PACIFICO
Discurso pronunciado
por el socio Sr. D. Enrique Santibáñez en la sesión solemne
dedicada a Vasco Núñez de Balboa
Excelentísimos Señores Ministros:
Señores :
El 25 de Septiembre de 1513, en la mañana, Vasco Núñez de
Balboa, desde la cumbre de un monte alto y riscoso, en 'medio
de la bravia naturaleza de la parte americana que hoy lleva el
nombre de República de Panamá, descubrió el Mar del Sur,
como ya se le llamaba porque se presentía su existencia, aunque
no se le conocía, al vasto Océano a quien Magallanes impuso el
nombre de Pacífico. Y a los tres días, con el estandarte símbolo
de la Patria en una mano y la espada vencedora en la otra, se
posesionó de aquellas aguas en toda su inmensidad, en nombre
del Rey hispano, que a poco, por los hechos heroicos de sus sub-
ditos, podía decir con orgullo, que el sol nunca se ponía en su
dilatado Imperio.
No fué el descubrimiento de Balboa, producto de una casuali-
dad como a menudo acontece en estos hechos de los hombres; ni
tampoco ignoraba el audaz explorador de novísimas tierras v el
18 SOCIEDAD MEXICANA
esforzado conquistador de remotos pueblos, que el fin que persi-
guiera entrañaba grandiosidad entre los acontecimientos pasuio-
sos de la época. Al saber por los labios de un régulo istmeño
que tras de la vecina tierra, el oro era abundante v divisábase
otro mar, sin auxilios que habíansele prometido, con un puñado
de valientes, transportado de gozo, impaciente por alcanzar im-
perecedera gloria, marchó intrépido a conquistarla, i)ostrándose
de hinojos para dar gracias a Dios al verse poseedor de la gracia
tantas veces suplicada, de ser el primero de los europeos que con
ojo inquieto y asombrado descubriese el presentido mar.
■ Entre los viajes de Colón que hicieron surgir el Nuevo Mundo
ante la admiración del Mejo Continente, y el viaje de circun-
navegación de Magallanes, que probó la esfericidad de la tierra,
tan portentosos que los geógrafos muchas veces titubean a cuáles
darles primacía por sus resultados en la civilización y la ciencia,
es eslabón de brillantes el hecho heroico de Balboa, que hoy con-
memoramos en su Cuarto Centenario; y la Sociedad Mexicana
de Geografía y Estadística no podría dejar de celebrarlo, con la
pompa que le fuese dable, para así honrar a la Madre Patria,
en sus fastos más culminantes y a las nobles ciencias que tiene
la obligación de cultivar, con toda v^eneración y con todo entu-
siasmo.
Tócame por obligación que ella me impuso y que yo debí rehuir
por mi notoria iuvSufi ciencia, describir al ilustradísimo concurso
que me escucha, el adelanto económico que los Estados ameri-
canos del lado del Pacífico han obtenido desde su descubrimiento
hasta la fecha; motivo más que suficiente j^ara llenar volúmenes
enteros de nutrida lectura, observación y estudio. Y antes de
entrar en materia, lo que efectuaré con la debida brevedad, para
evitar por ese lado natural cansancio, ruego que por el otro, de
la ñorida dicción, galanura en el lenguaje y erudición en el asun-
to, se me perdonen mis numerosas faltas.
Bien sabido es de todos Udes., que el comercio con la India
se verificó hasta el siglo xvi, pasando los efectos de ésta a los
Estados musulmanes, ])rimero, y a las Oligarquías italianas des-
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 19
pues, y con tal tráfico en esta única forma establecido, el mundo
de aquel entonces adquiría especias, metales preciosos, piedras
finas y sederías. Y que despertadas las nobles ambiciones de
figurar al frente de la humanidad por el espíritu de empresa,
en la Península Ibérica, españoles y portugueses se hicieron
émulos en los grandes viajes que con ligeras quillas efectuaron
en medio de la universal admiración. Para conseguirlo (el Me-
diterráneo estábales vedado) hubo que buscarse un nuevo camino.
Entonces Vasco de Gama dio a Portugal el que obtuvo doblando
el Cabo de Buena Esperanza en el continente africano. Y España
lo consiguió más tarde, primero con las exploraciones de Colón
que revelaron la existencia del Continente americano' y después
con el viaje alrededor del mundo de Fernando Magallanes.
Este y Núñez de Balboa son los que fundaron la vida econó-
mica de la parte de la tierra que venimos estudiando; ellos los
que influyeron poderosamente para que las costas principiasen
a poblarse con gente civilizada, en medio de pobres aldeas se-
dentarias ocupadas por incipientes agricultores o tribus errantes
dedicadas a la caza y a la pesca. Tocóles a las playas mexicanas
la gloria de haber sido las primeras que albergasen a los nave-
gantes hispanos que en barcos construidos con maderas de nues-
tros bosques, fuesen en derechura, siguiendo un parelelo, al des-
cubrimiento de las Filipinas y otros archipiélagos oceánicos, o
remontándose hacia el Norte, exploraran California y más tarde
el territorio de Columbia en la Confederación del Canadá. Alva-
rado a su vez, fabricó en Guatemala embarcaciones para expe-
dicionar por el Sur. Así pronto estableciéronse dos corrientes
comerciales, una entre el litoral americano del Pacífico, de la cual
deberían ser emporios Acapulco en México y el Callao en el Perú,
gracias a sus puertos abrigados y espaciosos, y otra entre el
mismo Acapulco y Macao de Filipinas, depósito de las preciadas
mercancías del Occidente.
Y así como los productos de la tierra lograban como logran
aún, exuberante florecimiento en cortísimo período de tiempo,
el tráfico, el comercio, la minería, la industria desarrolláronse
2
20 SOCIEDAD MEXICANA
con extraordinaria rapidez. La China enviaba a las ferias del
Parián, lugar cercano a Macao (y de ahí que se llamase Parián
al mercado de efectos en su mayor parte cliinos que existió en
nuestra Plaza de la Constitución) las telas más preciadas de la
época. Y éstas, con la ^eda en rama, el marfil, las porcelanas, los
objetos de oro labrado, canela, clavo, nuez moscada, pimienta,
cera, jarcia, cambayas y lienzos ])intados, que acaparaban los
filipinos en otros lugares, cargábase aquella famosísima Nao
de China que tanto hemos oído nombrar y venían hasta Acapulco.
Allí verificábase otra feria ; los efectos internábanse unos, volvían
a embarcarse otros i)ara (\Mitro y Sur América y la Nao regre-
saba cargada de plata amonedada o en barras, ])ues desde enton-
ces y hasta hace pocos años, casi sólo con ella hemos podido
])agar lo que importamos. I*ara el Sur iban en ocasiones, tejidos
de Puebla que ya hacíanse muy buenos con la seda adquirida en
Occidente, y venían de Soconusco y Guayaquil el rico cacao; del
Salvador los añiles, (pie tand)ién pasaban al Perú ; y Chile, que
ya cosechaba trigo y principiaba la explotación de la viña, man-
daba el i)recioso grano y el a])etecido licor a Centro América y
al Perú, recibiendo de éste ePazúcar de sus valles y de la Ciudad
de Quito sus entonces famosos panos.
Desgraciadamente los tiempos no eran para el libre cambio.
El absolutismo del Gobierno, ent(mces imperante, y las ambi-
ciones bastardas que siempre las hay, crearon las prohibiciones,
las restricciones y los monopolios. En el criterio político de en-
tonces, era imposible que cupiese la idea de que el Key no debería
reglamentar aípiellas regiones y aquellas novedades. El Rey era
el amo y el padre al propio tiempo de una humanidad esclava
y en perpetua minoría de edad ; sobre el hijo tenía el padre de-
recho de vida y muerte, según principios de antigua jurispruden-
cia, perfectamente sancionada por la moral ambiente. Y además,
aquellos (pie se juzgaban autores, en la Península, de sucesos tan
extraordinariíís, querían i)articipar de beneficios. Por otra i)arte
otro pueblo, el inglés, deseaba igualmente ser el dueño de los
mares como lo consiguió posteriormente, y para empequeñecer la
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 21
preponderancia española, ya estuviese en paz o ya en guerra con
su rival, armaba terribles corsarios contra de sus naves, en las
que hacía presa muchas veces, extendiéndose en su enemiga
feroz, al' pillaje, a la matanza, al incendio de la indefensas po-
blaciones americanas ribereñas de uno y otro mar.
Era obligación de la Metrópoli tomar medidas de protección
y defensa, tanto para conservar su conquista cuanto para asegu-
rar a sus subditos pacifica existencia. Mas introdujéronse con las
nuevas medidas, otras demasiado inconvenientes. Clausuróse pa-
ra los barcos mercantes el Estrecho de Magallanes ; establecié-
ronse galeones que en épocas fijas salían de Sevilla, la única po-
blación habilitada para el tráfico con Amóí'ica, para Portobello,
Habana y Veracruz. I*asaban las mercaderías que se dirigían
a la parte de la América del Sur limitada por el Pacífico, a Pa-
namá o Paita, y de ahí embarcábanse en otros galeones para el
Callao y Valparaíso. Prohibióse el comercio de las Colonias
entre sí, con pretextos tan ridículos como el de que, el vino de
Chile era la causa de alarmantísimo aumento en las defunciones
que se registraban en Centro América. Esta quedó tan reducida
en sus comunicaciones, que se juzga inverosímil la noticia de
que los azúcares de Guatemala y las pieles de Honduras iban
por tierra a Veracruz i)ara su embarque a Europa. La nao de
China sólo debería hacer un viaje redondo en el año y no debería
cargar más de 300,000 pesos de efectos, impidiéndosele que entre
ellos viniesen telas de seda, porque su mala calidad era tal, decía
la cédula en cuestión, que en poco tiempo se rompían y los que las
compraban lucían sus desnudeces, cosa que debería evitarse a los
buenos católicos.
No culpemos a España, como se hace a la ligera y a menudo,
de empeño deliberado en arruinar a sus colonias. Si Sevilla con-
servaba un monopolio, era indudablemente con perjuicio de los
demás puertos de la Península, que no gozaban de tan impor-
tantes beneficios ; si el americano padecía con tantas restric-
ciones y prohibiciones, el español trasplantado a estas tierras no
recibía molestia menor. En México se prohibió, por ejemplo, el
22 SOCIEDAD MEXICANA
cultivo de la viña y el olivo y en Chile el del tabaco, porque en
el criterio económico del siglo, cada región del planeta debería
tener un ramo de explotación especial, para dar lugar al comer-
cio entre los pueblos. Error indudablemente, mas no perversidad.
La hubiera y en forma indubitable, si el olivo, por ejemplo, hu-
biese sido considerado ramo agrícola sólo permitido en tierras
poseídas i)or españoles y perseguido en las labores de los in-
dígenas.
Y cuando el Rey se persuadía de que alguna de sus providen-
cias causaba perjuicio o era nacida de inmoderado deseo de
lucro por parte de algún grupo o persona interesada, modificaba
sus disposiciones, como cuando volvió a permitir que los tejidos
de seda chinos se introdujesen a nuestro país y aumentó a dos
los bajeles que hacían el tráfico con Filipinas, permitiéndoles
conducir liasta un millón doscientos mil pesos de mercaderías,
capital que no podían aumentar sino hasta el doble por legí-
tima ganancia, esto ya en México, y si tal aconteciese, el excedente
no debería salir en ])lata del país, sino en efectos de la industria o
de la agricultura nacionales.
Keglas tan estrechas forzosamente no cumplíanse sino en par-
te; pretendíase por la legislación de la época, que la existencia
humana se deslizase como agua infecunda en estrecho cauce,
jamás infranqueable. La venalidad de los funcionarios públicos,
el deseo del lucro que trae satisfacciones y distinciones y nece-
sidades ingentes que satisfacer, barrenaban a cada momento
las leyes que el absolutismo dictaba para regir actos y costumbres
exteriores. Y así apareció el contrabando como institución nacida
de la necesidad de vivir. Así, en esa forma subrepticia e ilegal
veníase preparando la adquisición de la libertad económica, y que
trajo aparejada la libertad de conciencia, porque se vio que era
buena y era justa la rebelión contra la ley escrita que obligaba
cosas que la naturaleza repugnaba sin esfuerzo y hasta con delei-
te. Rebeliones sublimes, que desgraciadamente tienen malos prin-
cipios y que confunden con otras de origen diabólico, intrigantes
y agitadores sin conciencia.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 23
Por otra parte, los mercaderes ingleses a quienes se les im-
pedía en lo absoluto el comercio con América y se encontraban
poderosos para violar disposición tan temeraria, infestaron con
sus naves piráticas ambos océanos. Fué el primero Francis Drake
a quien su odio contra España lo hizo famoso. Habiendo doblado
en Noviembre de 1577 el Estrecho de Magallanes, desde luego se
dedicó al pillaje de los puertos j al abordaje de las embarca-
ciones españolas. Para evitarle una probable persecución, al igual
que Magallanes no regresó por el mismo camino, haciendo el se-
gundo el viaje alrededor de la tierra. Su ^^Cierva de Oro," — así
llamábase su embarcación capitana, — conservaba en su seno al
llegar a Inglaterra, ochocientas mil libras esterlinas. Esta expe-
dición y las. que le sucedieron se hacían en toda regla. Formá-
banse compañías para aperarlas; la de Drake dio como utilidad
líquida a los armadores el cuarenta y seis por uno.
Vinieron después las expediciones de Hawkins y Cavendish
igualmente victoriosas y a ellas superó la de Lord Anson, también
en aguas del Pacífico, quien como sus predecesores saqueó puer-
tos, apresó naves entre las cuales hallóse la nao de China y
retornó al puerto inglés de su salida, con 3,500 onzas de oro
y 1.363,843 pesos en plata acuñada. Asombran por su peculiar
naturaleza esas expediciones vandálicas. Consideradas como cual-
quier operación de lícito comercio, llevábase cuenta exacta y mi-
nuciosa de las entradas y salidas y afiliábanse a ellas los aven-
tureros de la época con todo entusiasmo, no. obstante que los
diezmaban las hambres, las enfermedades y los combates. Mas el
regreso era triunfal; el pueblo londinense recibía como héroes
a los vencedores, el monarca los saludaba efusivamente y los
jefes obtenían como galardón, título nobiliario si eran plebeyos,
y los más altos grados en la marina de guerra.
Cuántas veces esos corsarios, interrumpiendo las comunica-
ciones entre la Metrópoli y sus Colonias, obligaron a las mer-
cancías a seguir rutas inverosímiles, como la de Valparaíso,
Acapulco, Veracruz y España, y viceversa, o dieron precios fa-
bulosos a los efectos, como el que en Chile se registró respecto a
24 SOCIEDAD MEXICANA
los cuchillos, cii3'a docena llegó a tener el de cuarenta y dos
pesos, valiendo en España cuatro reales.
Arr-ebatado el comercio definitivamente a las Repúblicas ita-
lianas, con lo que se empobrecieron y murieron, pasó tan pode-
roso cetro a Holanda e Inglaterra, que se convirtieron a la vez
en productoras. España no pudo seguir el mismo ejemplo y es
otro de los cargos injustos que se le hacen. ¿Dónde iba a tener
hijos que dedicar a las industrias si ya estaban todos de ante-
mano destinados al Ejército i)ara defender los países conquista-
dos en Europa, América, África j Oceania; a renovar incesante-
mente la corriente inmigratoria para sus vastas colonias, y para
cultivar el patrio suelo? Estaba condenada como Roma, a quedar
sepultada bajo el peso de sus propias grandezas.
Y si se salvó y hoy viene revelándose una España nueva a
pesar de la ruina que las guerras de sucesión y las guerras
napoleónicas y las guerras americanas le ocasionaran, fué porque
se le independizaron sus colonias muy a tiempo. Lástima que
no se hubiese oído el sapientísimo consejo del Conde de Aranda:
la fundación de tres imperios en América teniendo al frente hijos
de la Casa Real Española, independientes de la madre patria,
pero unidos a ella con vínculos creados por intereses legítimos y
acordes. Así nos habríamos ahorrado los torrentes de sangre (jue
corrieron en América para conseguir la Independencia ; que ca-
yésemos como hemos caído muchas veces en manos de la dema-
gogia o en manos del despotismo, y habríamos aprendido poco
a poco el conocimiento y las prácticas de la democracia. Los
mercados latino americanos hubieran alcanzado desde luego, bajo
la égida ofícial, lo que más tarde ha hecho el genio privado,
paciente y laborioso del emigrante español : que todos los latino-
americanos nos juzguemos hermanos de los españoles y lo diga-
mos con orgullo. Pasaron felizmente y para no volver, las épocas
en que ser antiespañol era una necesidad imperiosa para la exis-
tencia de la patria libre.
A fines del siglo xviii, el corsario se había transformado en
contrabandista, porque las quillas españolas habían desaparecido
DE GEOGEAFÍA Y ESTADÍSTICA 25
como entidades de guerra, de las aguas del Pacífico, a consecuen-
cia del estado decadente de la monarquía. Francia e Inglaterra
aprovecharon felices coyunturas para que se les permitiere el
tráfico comercial en la América del Sur, mediante determinados
requisitos, y en el siglo xix la segunda pudo nombrar agentes
consulares, recibiendo España bajo de la bandera inglesa el tri-
buto de oro y plata de sus Colonias. El Gobierno de Madrid
fué hasta entonces generoso con varios puertos de la Península
a quienes extendió la autorización que por más de dos siglos
explotó la Ciudad de Sevilla. Así acabaron los galeones y se
estableció la comunicación no más interrumpida, por el Cabo de
Hornos.
Por esos fines del siglo xviii y principios del xix^ navegantes
rusos extendieron sus reconocimientos hasta Alaska, fundando
el comercio de las pieles de los animales de aquellas frígidas
regiones. Cazadores con trampas y mineros, de origen irlandés
y francés, daban a conocer la Nueva Caledonia, hoy Columbia.
Consumóse la independencia de las colonias americanas; pa-
saron los años y si bien han sido sacudidas las de origen latino,
por tremendas convulsiones políticas, han podido progresar aun-
que no en la proporción de las sajonas. Indudablemente éstas
causan verdadero asombro: lo que ayer fué páramo o bosque, es
hoy campo intensivamente cultivado o ciudad con todas las
comodidades de la vida moderna; mas debemos tener siempre
presente, cuando de compararnos se trate, que de California para
el Norte, se pueblan esos lugares con individuos que no hacen
más qup trasplantar de Europa su civilización secular y el tipo
consolidado de su raza, que tardó no menos de mil años en for-
marse*; y que de México hacia el Sur, se verifica la gestación de
un nuevo pueblo que hoy se llama latino-americano, con elementos
variados y disímbolos, fáciles al choque, al fermento, a la dis-
gregación en los momentos álgidos de las luchas intestinas, de-
jando no obstante en cada cataclismo sedimentos que homoge-
neizándose, vienen siendo el núcleo de la nueva raza, con su alma
nacional propia y con su proceso lentamente evolutivo, lógico
26 SOCIEDAD MEXICANA
cuando vemos a la humanidad en su conjunto y en las pasadas
edades; desesperante para los que, como hoy nosotros, lo sufri-
mos de cerca.
Desembocan por el Estrecho de Magallanes en la actualidad
para el Mar Pacífico, centenares de barcos, que sin las trabas
del poder colonial, sin el azote de los corsarios y sin los riesgos
y tardanzas de la navegación a vela por costas poco conocidas,
ai)ortan a estas regiones americanas todos los productos de la
civilización europea, llevándose en cambio elementos primos para
el desarrollo de las industrias y la vigorización de las tierras.
Y también llegan del Norte y del Asia, otros barcos que estre-
chan las ligas que viénense formando entre los latino-americanos
y los sajones de América y entre todos estos pueblos y los ya no
lejanos occidentales.
Es cierto que las islas que continúan después del Cabo de
Momos y la parte del Continente a ellas paralela, por el rigor
de su clima lluvioso y frío, tienen casi el mismo aspecto que hace
cien afíos. Sin embargo, sus bosques son ya explotados y lo mis-
mo su abundante caza y pesca marítimas y sale al i)aso como
vanguardia de la novísima civilización la ciudad de Punta Are-
nas, con exúberos pastos para la ganadería, estableciendo refri-
geradores para la conservación de las carnes destinadas a la
exportación y surtiendo con legumbres algunas poblaciones cer-
canas, de la República Argentina.
Este primer tercio del territorio chileno exhibe idéntico as-
pecto al (lue acabamos de señalar, con más, depósitos de carbón
qu(^ libran al país de la dependencia en que antes se hallaba de
otros, por la falta de ese combustible tan necesario para su
industria y se cree que muy pronto pondrá en explotación el
petróleo que parece existir en el seno de esas poco conocidas
comarcas.
El segundo tercio del civilizado Chile, es eminentemente agrí-
cola y goza de una temperatura deliciosa. Allí se cultivan los
cereales y la viña. En 1910 se sembraron 014,128 hectáreas de
trigo que produjeron 9.826,594 metros cúbicos de cosecha y en
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 27
el mismo año la estadística denunció la existencia de 67,700
hectáreas de viñedos. Tiene además para la exportación en bue-
nas proporciones, cebada, avena, linaza, miel j cueros, y las al-
pacas, guanacos, vicuñas y cliincliillas de la cordillera, producen
lanas altamente estimadas en los mercados europeos. La inmi-
gración está siendo tan abundante, que Valdivia y Puerto Montt
pueden considerarse como ciudades alemanas.
El tercero es árido, triste, caluroso, pero con grandes riquezas.
En sus antes desnudas soledades, la naturaleza depositó y la
falta de lluvias conservó, lo que allí se denominan calicheras, los
famosos depósitos de nitratos tan apreciados para el abono de las
tierras pobres ; y excelentes minas de cobre. En el segundo se-
mestre de 1911 y el primero de 1912, se extrajeron de los primeros
2.469,000 toneladas, que dejaron al fisco 30.000,000 de pesos de
utilidad y 3,400 toneladas del segundo.
Es Valparaíso, población de doscientos mil habitantes, el pri-
mer puerto comercial y agrícola; y es Antofagasta, el que se
lleva la primacía en la exportación minera. La suma total de la
importación chilena en 1911 fué de | 348.990,354 oro y la expor-
tación en el mismo período, de | 339.409,363. El capital invertido
en empresas chilenas fué en 1910 de | 88.000.000, la Caja Nacio-
nal de Ahorros contaba en ese año con | 350.000,000 de depósitos ;
la red ferrocarrilera con 6,000 kilómetros de extensión; la ca-
pital, Santiago, con 400,000 habitantes y la Nación con tres y
medio millones, de los cuales sólo cincuenta mil son indios.
Bolivia, que es uno de los pocos Estados interiores del mundo,
tiene la mayor parte de su comercio por puertos de Chile y el
Perú. Son Antofagasta y Arica en el primero y Moliendo en el se-
gundo. De su Capital, La Paz, parten atrevidos ferrocarriles, que
bajando los Andes, hacia el Gran Pacífico, llevan el estaño,
fuente de su principal riqueza, al extranjero. Una Convención
firmada con Chile le permite el libre tránsito por el territorio
de esta República. El capital inglés desenvuelve actualmente en
ese alto país los ramos de la minería y la agricultura, calculán-
dose que tiene allí colocadas 30.000,000 de libras en dichos ramos
28 SOCIEDAD MEXICANA
y 6 en la construcción de ferrocarriles. Las utilidades que per-
cibió el fisco por el estaño en 1911 alcanzaron la respetable
suma de 2.700,000 bolivianos. Exporta, además, bismuto, coca
y quina.
Es el Perú colindante con Chile y de los que, por su condición
geofjráfica, sólo tiene puertos al Pacífico, aunque sus vías fluvia-
les le dan salida por el lado del Atlántico. Sus costas, al Sur,
presentan la árida monotonía de sus vecinas, con la misma ri-
queza de nitratos, más al Norte son arenales inmensos y al
acercarse a Colombia comienzan a ser laborables aunque exigen
el riego porque las lluvias no se conocen, Al internarse es cuando
se encuentran las tierras fecundas para la agricultura y los mi-
nerales que hicieron homónimas las palabras perú y valioso.
Son sus principales puertos Callao, Iquique, Moliendo y Paita.
Recibe efectos más de Inglaterra que de otras naciones y el mer-
cado i)rincipal de los suyos es el de los Estados Unidos. El
producto de los derechos aduanales por importaciones fué de
30.964,445 soles y por ex])ortaciones de 30.071,050 en el año
de 1911.
Produce para la exportación cobre, que es hoy el principal
ramo (veintiún mil toneladas en un año), lanas (dos millones
de pesos en el mismo período), nitratos, algodón, del cual tiene
la primera semilla del mundo, coca (un millón de pesos), la ma-
dera curtiente llamada dividivi, azúcar que le compran Inglaterra
y Chile, jipijapa, perlas y el guano explotado por privilegio
especial por la Peruvian Corporation, que en 1910 extrajo 01,575
toneladas de las cuales se consumieron en el país 35,020.
Nos encontramos en seguida con el Ecuador en las mismas
condiciones costeras que el Perú, con sólo puertos al I^acífico y
en quien la industria del sombrero de jipijapa alcanzó, — precio
de exportación — la suma de 1 1.258,575; que en caucho exportó
millón y medio y en cacao 31.509,802 kilogramos con valor de
14.522,617 de sucres. En este ramo agrícola el Ecuador es el que
produce la tercera parte del consumo mundial. El río Guayaquil
y sus afluentes poseen el maravilloso arbusto.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 29
Los anteriores datos se refieren al año de 1910.
Son sus mercados para la exportación Francia, en primer tér-
mino j después los Estados Unidos; y en estos, en Alemania y
particularmente en Inglaterra, es donde se provee de los artícu-
los que necesita para la satisfacción de sus necesidades e in-
dustrias.
Sigue Colombia en esta rapidísima exposición y es el primero
de los países que encontramos que tiene costas en ambos Océanos.
Así son todos los restantes, a excepción de la República del Sal-
vador. Abundante en minas de oro la altísima cordillera andina
que le da carácter especial, exporta igualmente el platino, del
cual se encontró bace poco una pepita con peso de varias libras.
Lo hacen sin embargo más notable sus esmeraldas, con las que
surte a los joyeros del mundo, siendo de ese origen la más grande
que existe y pertenece al Duque de Devoushire. Su peso es de 308
gramos y su tamaño de dos pulgadas.
En agricultura su exportación de plátano asciende anualmente
a dos millones de pesos; tiene además café y la industria de jipi-
japa con una escuela para perfeccionar el tejido de los sombreros.
Por su puerto de Cartagena tuvo una exportación en 1910 de
5.175,411.73 pesos y una importación de 3.977,477.91.
Las seis Repúblicas centroamericanas de Panamá, Costa Rica,
Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala seméjanse por
sus cultivos, pues son esencialmente agrícolas y se hallan en la
zona tropical. Salen de sus bosques, especialmente de los de Pa-
namá y Guatemala, las maderas finas de construcción ; exportan
todas ellas el café, el banano, el azúcar, algo de tabaco y cueros
de res. El Salvador tiene, además, las especialidades del añil y el
bálsamo que por un capricho se denomina del Perú.
Sólo tenemos de esta última, números que se refieren a pro-
ductos de Aduanas, pues las estadísticas de las otras, que he-
mos consultado, traen englobados los correspondientes a ambas
costas.
Año de 1911. Productos de importación | 5.206,012.61. De ex-
portación I 925,514.15.
30 SOCIEDAD MEXICANA
De Punta Arenas en el golfo de Nicoya a Puerto Limón en
las Antillas, }- de San José de Guatemala a Puerto Barrios, par-
ten dos ferrocarriles interoceánicos que facilitan las comunica-
ciones de Costa Rica v Guatemala. El Salvador, pueblo valiente
y de empresa, tiene una linea de vapores que conecta a los puertos
centroamericanos con el nuestro de Salina Cruz. Nuestra her-
mana y vecina Guatemala pronto entroncará su red ferrocarri-
lera con la nuestra, en las márgenes del río Suchiate.
Costa Rica, con sus cuatrocientos mil habitantes en números
redondos, acaba de aprobar un presupuesto i)ara el año entrante,
de nueve millones doscientos mil colones, que denuncian su ri-
queza; y una ley estableciendo la proporcional en las elecciones,
afirma la ventajosa idea que siempre ha dado al mundo, de sus
prácticas genuinamente democráticas.
Tócame hablar de nuestro país en el riguroso turno que he
venido observando. Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Co-
lima, Jalisco, Tepic, Sinaloa, Sonora y Baja California son las
entidades políticas ribereñas al Pacífico y son sus puertos prin-
ci})ales Salina Cruz, con un servicio sólo superado por el de San
Francisco California, Acapulco que ha perdido su grandeza a
pesar de lo hermoso de su bahía. Manzanillo, San Blas, Mazatlán
y Guaymas en el Continente y la Paz en la Península de Ca-
lifornia.
La circunstancia de tener ferrocarriles que nos comunican con
los Estados Unidos, que por razón natural son el primer mercado
de nuestros productos agrícolas, y el tender el resto de la expor-
tación para Europa hacia los puertos del Golfo, colocan a la zona
del Pacífico en una posición inferior en las estadísticas.
La importación total mexicana fué en el año fiscal de 1911-12
de 1182.662,311.20 y la exportación de | 297.989,129.41. De estas
sumas tocó a los puertos del Pacífico respectivamente las de
1 11.399,709.12 y 1 18.124,284.20.
En los diez puertos de altura del Pacífico entraron en ese
período de tiempo 1,407 buques de vapor y 147 de vela con un to-
tal de 753,599 toneladas de registro y en los de cabotaje entraron
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 31
2,059 de vapor y 993 de vela con 2.074,662 toneladas de registro.
Los derechos aduanales figuraron así: Por importación
12.526,561.49 y por exportación 1 18,964.10.
Los productos minerales, oro, plata y cobre principalmente,
los fabriles en algodón y lanas, las cervezas, los tabacos elabo-
rados, el café, el algodón, las pieles sin curtir, las harinas, el
frijol, varias clases de frutas y el hule figuran en primer término
en nuestra exportación.
California, Oregón y Washington, son los Estados de la gran
Federación Americana que dan hacia el Pacífico. Tiene en ellos
la preponderancia como puerto San Francisco California, gra-
cias a lo extenso, a lo seguro y a lo hermoso de la bahía que allí
formó la naturaleza. Mas las corrientes inmigratorias que vie-
nen poblando toda la extensión de ese inmenso país y el pé-
simo trato últimamente dado a las colonias chinas y japonesas,
con lo cual no se hizo más que continuar el que se le dio a los
indios y que según Reclus en ninguna parte de América fué tan
bárbaro, han detenido su maravilloso desai-rollo. Sin embargo,
las sumas que se dedican en el Estado a los negocios son fabu-
losas; es de fama mundial su agricultura; extensísimas regiones
dan la idea de que se visita un jardín interminable y todo el
Estado, principalmente Los Angeles, goza de un clima tan admi-
rable, que es sin disputa el más acondicionado para la vida del
hombre entre los demás de la gran Unión Americana.
Tiene nitratos como Chile, aún inexplotados, y aunque se ago-
taron los placeres de oro que lo hicieron famoso, aún se trabajan
minas del preciado metal.
• Oregón, con su clima húmedo y frío y su débil proporción de
tierras arables, no está tan poblado como California. La gana-
dería se ha desarrollado mejor que la agricultura y la pesca del
salmón en sus costas le representa una utilidad de varios millones
de dollars.
En 184S Inglaterra cedió a los Estados Unidos todo el terri-
torio interior del río Columbia, no obstante que el descubri-
miento de esa región había sido hecho por exploradores cana-
32 SOCIEDAD MEXICANA
dieiises a expensas de una sociedad inglesa v que Vancouver
hubiese tomado posesión de esos territorios en nombre del Rey
de ínglaterra. Ahí nacieron parte del Estado del Oregón y el de
Washington que en 1870 no tenía aim 20,000 habitantes. Hoy
tiene 1.150,000.
La construcción de líneas terreas lo pobló y acercó a los cen-
tros poblados; las grandes planicies facilitanm el trabajo; las
buenas costas hicieron aparecer los puertos comerciales y Seattle
y Tacoma, notables ciudades, compran el té de la China y el
Japón y les venden los cereales de la región. Con la madera de sus
bosques construyen casas que envían hasta la América del Sur.
Columbia, perteneciente al Dominio del Canadá, se encuentra
a continuación, poco poblado relativamente por lo rudo de su
clima. El invierno comienza en Septiembre u Octubre y termina
en Mayo. Esto no obsta para que explote extensísimos ])astos y
la madera de selvas seculares donde existen pinos y cedros gi-
gantescos de más de cien metros de altura. Lo que era un espeso
bosíjiie en ISSÍJ es hoy la bonita ciudad do Vancouver y un ferro-
carril que atraviesa las Montañas Rocallosas conservó ])ara la
Confederación del Canadá, ese territorio cuyas vías naturales iban
para los Estados Unidos, de quien ya casi dependía económi-
camente.
Victoria, su capital, es una encantadora ciudad inglesa en don-
de por su situación llegan i)ara el efecto de sus transacciones
comerciales, los agricultores y mineros de toda Columbia.
Llegamos finalmente a Alaska, el territorio comprado por los
americanos a los rusos en una cantidad tan irrisoria, que cuando
aconteció en el año de 1807, más se supuso que la i)(>lítica de
San Petersburgo abandonaba aquellas tierras que ami)liaban la
majestad del Imperio, })ara buscarle a Inglaterra las molestias
consiguientes a las cuestiones de límites con los Instados Unidos.
Sólo el Sur de Alaska es habitable; allí los grandes bos(|ues,
las minas y las pesquerías forman la escasa riqueza actualmente
explotada. Su capital, Sitka, cuenta cím seis mil habitantes.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 33
Tal vez, señores, he abusado de la amabilidad que tuvisteis,
aceptando la invitación que se os liizo para concurrir a esta Sesión
solemne, no obstante que en forma rápida y concreta he tratado
la materia que se me ha encomendado. Perdonad. Y antes de
que abandone esta tribuna a verdaderos oradores, permitidme que
tribute los agradecimientos de la Sociedad de Geografía al Ca-
sino Español, que con tanta gentileza como cariño nos alberga en
esta noche.
Triunfos de España en América, seguidos de triunfos de su
sangre, hemos recordado en esta fecha y nada más justo que ha-
cerlo en casa española.
Los manes de los héroes que con sus hechos llenan la historia
del Pacífico y los de seres desconocidos que en millones se han
dedicado a la paciente obra de civilización que hemos diseñado,
agradecerán desde las tumbas donde reposan o en las esferas
que pueblan sus espíritus, que ensalcemos sus hechos meritorio-
sos, levantándonos sobre toda idea mezquina y de partido; y
aplaudirán que los que hoy ocupamos sus lugares, unidos en un
solo corazón y en un solo deseo, pidamos con fervor, la eterna paz
entre los hermanos de un mismo pueblo, la eterna paz entre las
naciones que son vecinas, la eterna paz en toda la tierra, para
que las obras útiles adquiridas no se destruyan; para que las
armas no sieguen tantas vidas; para que los odios no perduren,
y se levante en una voz el himno grandioso que se dedique al
Amor y al Trabajo.
DE VASCO NÜÑEZ DE BALBOA
.^Xj ooi^oisrEi-i c3-o:E]TX3:^f^iLiS
(APUNTES Y NOTAS)
Discurso leído en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística,
el 25 de Septiembre de 1913,
por el socio Sr. D. Gonzalo de Murga
Señores :
Hoy hace cuatrocientos años, desde una cima que escalara él
solo dejando a sus compañeros en el Valle, el intrépido hidalgo
español D. Vasco Núfíez de Balboa pudo contemplar con emoción
indescriptible el anchuroso Mar del Sur.
Cuatro días después, entrando en el agua hasta la cintura,
tremolando el pendón de sus Reyes y empuñando la espada, tomó
posesión de aquel Océano y de las tierras por él bañadas, ''en
nombre de la Corona de Castilla, de quien habían de ser mientras
el mundo existiera y hasta el día del Juicio Final '^
Era el de San Miguel, aquel para siempre memorable; y con
el nombre del Arcángel bautizó Balboa el golfo que descubriera,
siguiendo la católica costumbre de nuestros navegantes y con-
quistadores del ciclo épico. Precisamente en el mismo año de
1513, el día de Pascua Florida, Ponce de León había descubierto
la tierra que Florida llamamos aún y en la que el Adelantado
sonaba encontrar la fuente de Juvencio.
Labios más doctos y autorizados que los míos os van a decir
quién fué Balboa y cuál su vida hasta que la segara el execrable
3
36 SOCIEDAD MEXICANA
Pedrarias; limitándome yo ahora a exponeros en forma sinté-
tica,— con sólo brevísimos comentos, — noticias y datos por donde
colijáis la trascendencia que para la liumanidad tuvo el descu-
brimiento del Pacífico: proeza realizada por un puñado de indó-
mitos aventureros que cruzaron el Istmo de Panamá luchando
durante veintinueve días con las tempestades del cielo, con los
obstáculos que en la tierra oponíales una naturaleza salvaje y
con la belicosa fiereza de los hombres que poblaban la región.
I
Colón — que la moderna exégesis histórica pretende, acaso
infundadamente, disputar como hijo de nuestra dulce Suevia —
había, sin duda, leído a Marco Polo y conocía el mapamundi de
Toscanelli; y al zarpar del puerto de Palos, y al internarse por
el piélago en que se hundiera la Atlántida, imaginaba poner la
prora de sus carabelas hacia las tierras del Preste Juan de las
Indias y los fabulosos imperios de Catay y Cipango.
Pero el planeta era más grande de lo que Toscanelli supuso ;
el Japón y la China estaban más lejos de lo que Colón creía; y
en el camino de sus naves alzóse como infranqueable barrera
este maravilloso continente en que vivimos.
Si pocas centurias antes, cuando alentaba el Cid, al paso de
su caballo se iba ensanchando Castilla, en las postrimerías del
siglo XV y en los albores del xvi las quillas iberas ensancharon
el mundo.
En 1445 Bartolomé Díaz dobla el cabo de las Tormentas, sir-
viendo de heraldo a Vasco de Gama, quien en 1497 emprende
su portentoso viaje, a la cabeza de aquellos portugueses tan acos-
tumbrados a domeñar las furias del Océano que le acusaban de
temblar ante ellos. En 1498 llegan los ilusos a Mozambique; y
por fin a la península índica, al "país de las perlas," descu-
brimiento que había de engrandecer a Portugal, arruinando a
Venecia. En vano la Reina del Adriático pretendería conocer la
ruta seguida por Gama, pues tan celosamente guardábase el se-
DE GEOGKAFÍA Y ESTADÍSTICA 37
creto que se castigaba con pena de muerte a quienes trazasen el
mapa de mundo por aquel hallado.
Magallanes, que levó anclas el 20 de septiembre de 1519, arriba
al Brasil el 10 de Enero de 1520 ; y tras descubrir el estrecho que
perpetúa su nombre, entra en el Pacífico el 28 de Noviembre, y el
16 de Marzo llega a las Filipinas encontrando la muerte a manos
de sus pobladores. Entonces asume el mando de la expedición el
vasco Sebastián Elcano que desembarca en España el 6 de Sep-
tiembre de 1522, siendo el primero en haber dado la vuelta al
mundo y mereciendo que Carlos V le otorgara por armas un glo-
bo terráqueo con la gloriosa leyenda: "primus circundedisti me/^
Colón viendo surgir un mundo en la soñada ruta de las Indias,
Vasco de Gama rodeando el dilatado continente africano y Ma-
gallanes al forzar el estrecho de su nombre y abrir las puertas
del Pacífico, resolvieron de un modo definitivo el problema de la
forma y la extensión del globo.
El hallazgo de caminos naturales, al ensanchar los ámbitos de
la tierra, abatía el comercio de ciudades antes poderosas, hacía
surgir nuevos emporios de riqueza, y disipando las nieblas del
misterio y de la fábula que envolvían a })ueblos remotos, desen-
cajaba y trasponía el eje de la civilización.
El comercio busca siempre para su desarrollo cauces fáciles
y rápidos y lleva por ellos el oro que se traduce en poderío y pre-
dominio. Por eso de todo tiempo la humanidad ha buscado rutas
que acortando las distancias le permitan economizar tiempo y
esfuerzo y acrecer su poder.
Así la tierra y el agua, las montañas, las estepas, los istmos
y los mares van siendo sojuzgados por el hombre, dejándose
hender, encauzar, perforar, recorrer, dividir, allanar y vencer;
y las civilizadoras batallas, los triunfos dignos de ser por altí-
simos vates cantados en renovados cantos de epopeya llámanse
túneles de San Gotardo, de Mont-Cenis y del Simplón, ferrocarril
transiberiano y ferrocarril de los Andes, encauzamientos del Póo
y del Ródano, canales de Kiel y de Manchester, y el de Corinto y
el de Suez y de Panamá.
38 SOCIEDAD MEXICANA
En el archivo de las edades pretéritas hallamos testimonio del
empeño con (pie persiguiera el liond)re la busca o creación de los
mejores arcaduces })ara el tráfico. Hojead la historia y veréis
que ya los Faraones quisieron establecer una vía del Mediterrá-
neo al Mar Rojo utilizando el Nilo y un' canal que de las aguas
del Nilo se alimentase. Los Césares prosiguieron la obra ; y bajo
los Antoninos, hacia el siglo vi^ todavía era navegable el canal
que en tiempo de los árabes fué abandonado y llegó a cegarse.
Napoleón, durante la campaña de Egipto, pensó restablecer esta
\ia, pero otras preocupaciones le hicieron prescindir del pro-
pósito.
A Periandro, tirano de Corinto, que i)retendiera unir ])or un
canal el ¡golfo de Corinto con el de Egina, disuadiéronle los sabios
so i)retexto de ser distintos los niveles de las aguas en los dos
golfos. Este mismo argumento de la diferencia de nivel entre el
Mediterráneo y el Mar Kojo y entre el Atlántico y el Pacífico
estuvo a punto de dar al traste con los proyectos del canal de
Suez y del canal de Panamá; pero por fortuna observaciones
cientíñcas demostraron la identidad de niveles, aunque cierta-
mente las mareas son mucho más vivas en unos mares que en
otros.
En abrir el canal de Corinto — empresa llevada a feliz término
en nuestros días — ])ensaron también eTulio César y Calígula ;
y en tiempo de Nerón, a quien tanto i)reocupaba la realización
de grandes obras (y que tal vez incendiaría Roma no por las
razones generalmente supuestas, sino por otras de carácter más
alto, no bien averiguadas), realizáronse en el Istmo trabajos de
excavación importantísimos, inaugurados por el divino Enobarbo
quien — recordad a Dion Casio y a Plinio — con pala de oro
llenó de tierra una espórtula que él mismo vertió a cierta dis-
tancia ....
Muchos siglos más tarde, el 1.° de Enero de 1880, Mademoiselle
Ferdinande de Lesseps hacía saltar la primera mina en el cerro
de la Culebra, inaugurando así los trabajos del canal de Pa-
namá.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 39
II
Colón, en su cuarto viaje, arribó a las costas del Istmo de
Panamá oyendo referir a los indios fantásticas historias de un
estrecho a través del cual, navegando hacia el ocaso, existía, por
un mar vastísimo, el verdadero camino dé las tierras con que
soñaba el Almirante.
La fe de Colón en el secreto del estrecho era tal, que en el mapa
por él mismo inspirado (aunque no se publicó sino dos anos
después de su muerte) no se indica el Istmo de Panamá, sino
un estrecho que permitiría el paso de Europa a las Indias.
Cuando Balboa descubrió el Mar del Sur persistía la fábula
del paso entre los dos mares, constituyendo el mayor incentivo
de geógrafos y exploradores; hasta que Carlos V encomendó su
descubrimiento a un hombre de temple excepcional, a un héroe
de proporciones mitológicas, a Hernán Cortés, quien no hallando
el estrecho de la leyenda juzgó hacedero abrirlo, como si con su
hidalga tizona pudiese de un mandoble partir en dos el conti-
nente .... Suya fué, pues, la heráclea concepción que había de
realizar el Coronel Goethals cuatro siglos más tarde.
Un primo de D. Hernando, Alvaro de Saavedra Cerón, por
estímulos y consejos de aquél, hizo exploraciones y estudios hasta
trazar cuatro proj^ectos de canales interoceánicos, escogiendo
precisamente los mismos lugares en que sabios de edades poste-
riores habían de fijarse: Tehuantepec, Nicaragua, Panamá y
Darién.
Colón abordó el primero a las playas istmeuas; Balboa des-
cubrió el Pacífico; Hernán Cortés pensó en unir los dos mares;
Alvaro de Saavedra proyectó cuatro comunicaciones interoceá-
nicas, una de las cuales, Panamá, está casi terminada, otra,
Nicaragua, es fácil se realice en fecha próxima, y las dos restan-
tes acaso se lleven a cabo algún día.
Después .... Guerras j preocupaciones de otra índole ; la in-
fluencia que según se dice tuvieron ios frailes en el ánimo de
Felipe II al aconsejarle "no separara lo que Dios había unido;"
40 SOCIEDAD MEXICANA
el desconcierto de la corte devota y galante de sus sucesores ; el
agotamiento de las tremendas energías de la raza; el rápido
ocaso de nuestro inmenso poderío, fueron parte al desdén o indi-
ferencia con que miráramos la realización de anhelos de los días
inmediatos a la conquista
En épocas más recientes muchos nombres de los que la huma-
nidad ha recogido en sus anales, aparecen ligados a la idea de la
comunicación interoceánica.
Así en 1778 Nelson, encargado por Inglaterra de reconocer el
paso de Nicaragua, avanza por el río de San Juan hasta llegar al
lago, viéndose en la precisión de retroceder por la resistencia
que le opusimos desde el fuerte de San Carlos; en 1780 el gran
Rey Carlos III mandó a D. Martín de la Bastida y a D. Manuel
Galisteo que de nuevo explorasen Panamá; en 1804 Humboldt
preconiza el canal de Darién; en 1814 las Cortes ordenan al
Virrey de la Nueva España que se estudie el trazado del canal
de Tehuantepec, del que en 1821 el general Orbegozo levantó
los planos y para construir el cual, en 1842, bajo Santa Anna,
obtuvo una concesión y realizó estudios D. José de Garay, cuyo
sobrino D. Francisco propugnó la idea del canal de Tehuantepec
ante el Congreso Internacional de París en 1879.
Por el año cuarenta y tantos del siglo último, así como Napo-
león el Grande pensaba en unir el Mediterráneo con el Mar Rojo,
Napoleón el Chico, entonces Príncipe Luis Napoleón Bonaparte,
pensó en unir el Pacífico al Atlántico; estando preso en Ham
obtuvo de Nicaragua la correspondiente concesión ; y para em-
prender la obra solicitó de Thiers se le pusiera en libertad '^ne
voulant plus s'occuper de politique.'^
Entre tanto, en 1788, se establecía real y positivamente una
comunicación por agua entre los dos Océanos, con el modesto
propósito "de transportar el cacao de Guayaquil a Cartagena,"
alcanzándose de paso la ventaja de establecer un camino "infini-
tamente pronto entre Cádiz y Lima."
Junto a las fábulas del secreto del estrecho existía la tradición
de que hallándose muy cerca del río Atrato, que vierte sus aguas
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 41
en el Atlántico, el Tuyra, que desemboca en el Pacífico, los
indios iban por agua de un mar a otro con sólo llevar a cuestas
su piragua durante una hora; el piloto vizcaíno Goyeneche estu-
dió y presentó al Gobierno el proyecto para hacer un canal de
pocas leguas desde el puerto de Cupica (mar del Sur) al río
Maipí, afluente del Atrato; y por fin un religioso, cura de la
aldea de Nóvita, en la provincia del Chocó, hizo que sus feligreses
abrieran el pequeño canal de "la Raspadura" uniendo las cer-
canas fuentes del Noamama (que muere en el Pacífico) con el
riachuelo de Quito, afluente como el Maipí, el Andágueda y el Zi-
tará del caudaloso Atrato. Goyeneche y el cura de Novita fueron,
pues, hace más de un siglo, en cuanto a la realización del enlace
de los dos mares, los precursores de Lesseps y Goethals.
Pero la obra magna, la obra trascendental, la obra que puede
influir en los destinos del mundo de modo quizá no previsto por
la reflexión o la fantasía de sociólogos, estadistas y poetas, la
obra que ha de confundir en el mismo cauce las viejas y las nue-
vas civilizaciones cambiando acaso el curso de la humanidad,
cúpole en suerte concebirla e iniciarla al genio francés, para que
la llevaran a cabo el perseverante esfuerzo y el poderío económico
de los angloamericanos.
Cuando Fernando de Lesseps emprendió la obra que había de
unir el Mar Rojo con el Mediterráneo, Lord Palmerston se desga-
ñitaba gritando a los cuatro vientos que tal empresa era sólo
un fraude colosal, a lo que Lesseps respondía convencido: "G'est
un fleuve qiii roulera de VorJ'
Diez años después del completo éxito de la empresa denigrada
por el magnate británico, cuando iban concretándose los propó-
sitos de abrir por fin el canal de Panamá en que tantos hombres
habían soñado, los ojos de todo el mundo se tornaron hacia el
gran francés, para que prestase a la obra el prestigio de su
nombre y de su genio ; y Lesseps, aunque viejo y ganoso de des-
canso, estimó punto de honra lanzarse a la nueva aventura, "como
el general que acabase de obtener una victoria no podría negarse
a conducir su ejército a un nuevo triunfo."
42 SOCIEDAD MEXICANA
En 1870 <e reunió en París nn Congreso Internacional de sa-
bios para discutir la mejor forma de establecer la comunicación
interoceánica, y por 78 votos contra 8, y 12 abstenciones, se tomó
el siguiente acuerdo: ^'Le Congres estime que le pereeínenf d-un
canal interocea ñique a niveati constant, sí désirahle dans Vintérét
du commerce et de Ja navigation est possihle; et que ce canal
maritime, pour repondré aux facilites indispensables d'accés et
d'utilisation que doit offrir avant tout un passage de ce genre,
doit étre dirige du golf de Limón á la haie de Panamá.''
Entonces dio principio la obra de cíclopes, la pasmosa epo-
peya en que tras una lucha titánica, el genio francés hubo de
abatir las alas, herido por errores económicos y por los vergon-
zosos manejos de un grupo de especuladores infames que si
arrebataron a su pueblo el fruto de enormes sacrificios hacién-
dole perder la supremacía que legítimamente esi)eraba conquis-
tar, no pudieron despojarle de la gloria de haber ccmcebido,
de haber iniciado, de haber estado a punto de realizar la mag-
na obra, haciendo posible que otro gru])o humano la concluyera.
Si naves españolas descubrieron el Istmo de Panamá, si un
hidalgo español fué el primer europeo que contemplara el Mar
del Sur, si a Hernán Cortés se le ocurrió la idea de partir la
angosta lengua de tierra, y si cuatro siglos más tarde los Estados
Unidos pueden orgullosos ufanarse de haber establecido la co-
municación interoceánica, a Francia deberá la humanidad la rea-
lización del portento. Del fracaso económico salió incólume, ii'-
guiéndose fuerte y prestigiada la ciencia francesa; y el pobre
Lesseps que en días más felices adoptara la altiva divisa : '^ape-
rire terram gentibus/' vejado y escarnecido, cuando naufragaba
su razón en las sombras de la insania, pudo i)ensar, tornando sus
ojos hacia el Istmo:
''¡Sólo en intentarlo, hay gloria!"
En 1894, el mismo año en (|ue muriera Lesseps, se constituía
la Compagnie Nouvelle du Canal de Panamá que más tarde, por
mediación del cuñado de Roosevelt y el hermano de Taft (cir-
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 43
cunstancia que desató los díceres de la maledicencia) había de
vender por cuarenta millones de dólares sus derechos y bienes a
los Estados Unidos de América.
III
No es mi propósito aventurarme en el campo de la política;
pero aun desde el punto de vista meramente informativo, deján-
doos a vosotros mismos el cuidado de establecer nexos y deducir
consecuencias, creo pertinente recordar aquí alíennos anteceden-
tes históricos de doctrinas o procederes que han influido o pue-
den influir en la conclusión y en el futuro del canal de Panamá,
así como en las relaciones de los pueblos a quienes el tráfico del
canal afecte o importe.
A moción del Zar Alejandro I, — en quien ejercía dominio es-
piritual la mística Madame de Krudener, — en Septiembre de
1815 firmóse en París, entre Rusia, Prusia y Austria la "Santa
Alianza," cuyo objeto era hacer que las naciones, tanto en su
régimen interior como en sus relaciones exteriores, se guiasen
siempre por los principios que constituyen la ética del cristia-
nismo.
En 1822, en el Congreso de Laibach, los aliados declararon
tener derecho a intervenir en los asuntos de otros países y a
modificar su gohierno, a fin de evitar los efectos de su mal ejem-
plo. Honradamente, Inglaterra rechazó tal resolución, subscrita
por Rusia, Prusia, Austria y Francia. Al siguiente año los cien
mil hijos de San Luis invadían Esi)aria para restablecer el abso-
lutismo de nuestro nefasto Fernando Vil.
¿Pensarían los aliados restablecer también el absolutismo en
las antiguas colonias españolas? Ante esa posibilidad el Presi-
dente de los Estados Unidos, Monroe, declaró oponerse en prin-
cipio a toda intervención extranjera en territorio americano.
Tal es, en substancia, la famosa doctrina Monroe, doctrina
cuya paternidad se atribuye a John Quincy Adams; doctrina que
no ha recibido sanción legislativa ni siquiera en su país de
44 SOCIEDAD MEXICANA
origen y que por tanto no pasa de ser una simple tendencia po-
lítica; doctrina que los Estados Unidos sacan a relucir con cual-
quier pretexto, invocándola campanudamente para producir te-
mor, como cuando se dice a los niños: "¡que viene el coco. . . !"
Pero las naciones ultramarinas no suelen ser tan apocadas y
asustadizas como los párvulos. ¡ Lástima que lo demostrasen con
tan infausto motivo como la injusta intervención en México, pro-
vocada por el Emperador de los Franceses; culpa gravísima de
la cual supo redimir a España, en ademán gallardísimo, un
caudillo glorioso cuya memoria veneráis aún : Prim !
La declaración de Monroe parecía indicar el propósito de los
Estados Unidos de ayudar y defender a las naciones americanas;
podía tomarse como una prueba de su amor a esas naciones, como
el noble y desinteresado deseo de que se respetasen la integridad
e independencia de las mismas ....
De tal nobleza y desinterés han alardeado siempre los pro-
hombres yankees. En nuestros días, el 15 de Febrero de 1905,
Koosevelt, en su mensaje al Senado, exclamaba : ''Nunca se podrá
repetir con demasiada frecuencia y énfasis la afirmación de que
los Estados Unidos no desean el más mínimo engrandecimiento
territorial a costa de las naciones sus vecinas del Sur, y de que
no se aprovecharán de la doctrina Monroe como excusa para
semejante expansión de su parte;" en 31 de Julio de 1906, Root,
precisamente en el Palacio Monroe, de Río Janeiro, decía: "No
deseamos más territorio que el nuestro, ni más soberanía que la
soberanía sobre nosotros mismos. Consideramos la independen-
cia y la igualdad de derechos de los menores y más débiles miem-
bros de la familia de las naciones, con derecho a tanto respeto
como los de los grandes imperios;" y a principios de este mismo
año de 1913 el Secretario de Estado, Knox, contestaba en Ma-
nagua al Presidente de Nicaragua en los siguientes términos:
"Noto lo que habéis dicho acerca de cierta aprensión existente
en ésta y otras repúblicas de la América latina respecto a los
verdaderos motivos y miras de los Estados Unidos hacia esas
naciones con relación a la doctrina Monroe. Permitidme afirma-
J
DE GEOGBAFÍA Y ESTADÍSTICA 45
ros — ^ estando yo seguro de que lo que digo tiene la aprobación
del pueblo y del Presidente de los Estados Unidos, — que mi Go-
bierno no codicia una sola pulgada de territorio al Sur del Kío
Grande."
Pero recordad que la doctrina Monroe ha evolucionado pa-
sando de la defensiva a la intervención y de la intervención a la
conquista; recordad que la fiebre de expansión e imperialismo
de los Estados Unidos se manifestó ya en 1813 comprando la
Luisiana a Bonaparte y en 1819 adquiriendo de España la Flo-
rida ; recordad que en 1867 se anexaron Alaska y antes el Oregón,
en 1898 las islas Hawaii, en 1900 las Samoa y en 1902 pretendie-
ron comprar las Antillas Danesas; recordad que en 1870 el Ge-
neral Grant pensaba apoderarse de Santo Domingo ; recordad
que Johnson ambicionaba poseer la Perla del Mar Caribe en
nombre de las leyes de la gravitación política que precipita los
pequeños Estados en las fauces de las grandes Potencias; recor-
dad que en 1895 el Secretario de Estado, Olney en su controversia
con Lord Salisbury sobre Venezuela proclamaba la soberanía
de la República del Norte en toda Hispano América ; recordad
que por mucho tiempo uno de los principales periódicos de Boston
acostumbraba imprimir diariamente en primera página y con
grandes caracteres que el asunto de mayor urgencia para los Es-
tados Unidos era la inmediata anexión del Canadá; recordad
que el Roosevelt de las declamatorias protestas, fué también el
bravonel ^'rough rider/' quien afirmó en Chicago que el Pacífico
debía convertirse en lago yankee, quien con brutal crudeza pre-
conizara para las naciones de América la política del ^^hig-stick/^
recordad que el pueblo de quien han sido porta- voz los elocuentes
pregoneros de paz cuyas palabras he citado antes, es el mismo
que tras una guerra injusta arrebató a México más de la mitad
de su territorio; recordad que ese pueblo que se erige en sumo
definidor de ética internacional, tomando inicuo pretexto para
una calumnia atroz en la catástrofe, sin duda fortuita, del
Maine — que el honrado Mr. Bixby, jefe máximo del cuerpo de
ingenieros de los Estados Unidos, tras minucioso reconocimiento
46 SOCIEDAD MEXICANA
de los restos del buque en 1911, declaró haberse hundido a cau-
sa de una explosión interna, — con manejos incalificables llevó a
España al desastre de 1898, v que el águila de su escudo hundió
las rapaces garras en Filijíinas y Puerto Kico y está siempre
a punto de engullirse a Cuba, llave del Golfo de México, frontera
al canal de Panamá; sí, ''rememher tlie Maine/^ pueblos de Amé-
rica que excitáis el apetito y la codicia del Ogro del Norte;
recordad.... ¿Pero a qué citar hechos concretos que pongan de
relieve cuánto distan las palabras de los gobernantes de allende
el Bravo de la invariable conducta de su pueblo? Basta recordar
a su sincero — ¡y ojalá no sea profético! — Henry Clay, quien
escribiendo a Channing, después de la expoliación de Texas,
decíale ser éste un crimen que por su enormidad frisaba en lo
sublime; (pie los tiempos modernos no ofrecían ejemplo de ra-
piña tan enorme; y que ¡a anexión de Texas era el comienzo de
conquistas que si una Providencia justa no lo impide sólo se
detendrán en el Itsmo de Darién. . . .
Todavía hoy la Casa Blanca, con palabras unciosas, ofrece
paz y fraternidad a los pueblos; y el ex-Kector de Princeton,
profesor insigne, hombre de conciencia tan estrecha como la do
los tripulantes del ''May Floiver/^ y el varias veces candidato
a la Presidencia, el fracasado economista, el diplomático de tan
austeras costumbres que en los banquetes oficiales proscribe el
vino derrochando la limonada en obsequio de los embajadores
extranjeros ; esos dos hombres eminentes sin duda, pero extraños,
olvidando cuál fué el motivo de la doctrina Monroe, se afilian
espiritualmente al liomanoff, el Hohenzollern y el Hapsburgo
de hace un siglo ; y así vemos atónitos que Mr. Woodrow Wilson
y Mr. William Jennings Bryan forman entre sí una novísima
Santa Alianza, creyéndose con derecho a intervenir en los asun-
tos de otros países y a modificar su gobierno^ a fin de evitar lo^
efectos de su mal ejemplo!!!
Ambos cristianísimos cruzados hicieron su primera salida de
intervencionistas con ocasión del imbroglio balkánico, de donde
parece volvieron como la raposa de la fábula, con las orejas ga-
DE GEOGRAFÍA ^ ESTADÍSTICA 47
chas ; pero paladines sin miedo — ¡ ni al ridículo ! — con supina
ignorancia de las cosas de México (pues no cabe poner en duda
la buena fe de hombre tan moral como el Presidente), acaban de
mandar a este país notas para siempre celebérrimas que han
provocado en las cancillerías variadas manifestaciones de rego-
cijOj desde la sonrisa leve hasta la carcajada homérica.
Pero si espíritus apicarados j maleantes hallan en tales .su-
cesos pretexto a burlas; si por otro lado los recelosos y suspica-
ces creen que toda conciencia honrada debía protestar enérgica-
mente contra supuestas maniobras inconfesables de alguien que
acaso pretenda apoderarse arteramente de lo ajeno; si la prensa
universal ha considerado como una puerilidad indigna de esta-
distas alguna de las proposiciones transmitidas por Mr. Lind,
los espíritus serenos y reflexivos ven con infinita angustia cómo
la actitud sincera o hipócrita de la Casa Blanca, cómo el puri-
tanismo o el fariseísmo del Presidente Wilson, cómo el exagerado
culto a principios abstractos o una maquiavélica complicidad
con intereses bastardos y ambiciones criminales, evitan o retar-
dan el restablecimiento de la paz y el orden en este desdichadí-
simo país en que ya no hay un hogar- sin crespones de luto, en
que la obcecada y culpable actitud de esos dos falsos o equivo-
cados apóstoles de la ética del cristianismo aplicada a la polí-
tica internacional, Wilson y Bryan, va sembrando en los cora-
zones mexicanos le cizaña de odios inextinguibles entre hermanos
y arrancando de ellos el amor que predicaba el Divino Maestro.
Protesto que no hay en mis palabras asomos de acrimonia,
como no hay rencores en mi corazón ; admiro en cuanto de ad-
mirable tiene a la gran República del Norte; conozco, trato y
estimo profundamente a muchos norteamericanos de elevado cri-
terio y noble espíritu; pero mi admiración y mis simpatías
personalísimas no pueden cegarme a la hora de definir las abo-
minables consecuencias de la conducta política de ese puel)lo
plutócrata e imperialista : a pesar del misticismo y la mansedum-
bre evangélica de las lucubraciones wilsonianas ; a pesar de las rei-
teradas protestas de fraternidad hacia las mismas naciones que
48 SOCIEDAD MEXICANA
ha despojado; a pesar de su invitación a todos los pueblos del
globo para asistir a la Exposición Panameña que se celebrará
en San Francisco California en 1915 y para concurrir a la cual
los buques de los pueblos invitados habrán de recorrer el canal
de Panamá al alcance de los formidables cañones que en el
Atlántico y en el Pacifico defenderán el paso como una amenaza
al mundo.
IV
El 28 de Junio de 1902 el hill Spooner autorizaba al Presidente
de los Estados Unidos para ofrecer a la Compagnie Nouvelle da
Canal de Panamá, cuarenta millones de dólares por sus bienes y
derechos.
Se dice que como la concesión otorgada a los franceses expi-
raba en plazo corto, el Gobierno de Colombia opuso todas las
dificultades posibles al traspaso, esperando que al caducar dicha
concesión y quedar por ende 'suyos los bienes de la Compañía,
los cuarenta millones de dólares ingresarían al erario colom-
biano.
Alarmados los Estados Unidos, hicieron al Gobierno de Co-
lombia determinadas proposiciones, llegando a firmarse el tra-
tado Hay-Herrán que obligaba a los Estados Unidos a pagar diez
millcmes de dólares por una nueva concesión, y una renta de cien
mil dólares anuales por una zona a ambos lados del canal; pero
el Senado de Bogotá no ratificó el tratado.
Entre tanto en la región panameña, que veía diferida la cons-
trucción del canal y comprometido el porvenir del Istmo por la
política torpe y la impremeditada codicia de Colombia, se inició
un movimiento separatista cuyos directores mandaron a Wash-
ington al Dr. Amador para solicitar de la Casa Blanca ayuda
en sus propósitos. La Casa Blanca rechazó el mal pensamien-
to... . pero si, según Voltaire,
"il est avec le del des accommodements/'
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 49
cabe presumir haya sido más fácil tenerlos con los incorruptibles
políticos yankees; y al fin alguien encontró la fórmula. Veréis
cómo fué:
El 31 de Octubre de 1903, al clausurarse el período de sesiones
del Senado de Colombia, quedaban definitivamente rotas las ne-
gociaciones entre aquella República y los Estados unidos; el 3
de Noviembre estallaba un movimiento revolucionario en Pa-
namá; el 4 se proclamaba la independencia del Istmo; ¡;¡y el
6 Washington reconocía al nuevo Gobierno y notificaba a Bogotá
que no permitiría desembarco alguno de tropas para someter a
los rebeldes ! ! ! Eso sí : la Casa Blanca, ahita de corrección, apo-
yaba su nota en el tratado de 1846 con la Nueva Granada, con-
forme al cual los Estados Unidos se comprometían a mantener el
tránsito en el Istmo . . . . ^
¡A los dos días de proclamado un Gobierno revolucionario los
Estados Unidos lo reconocían y se mostraban dispuestos a apo-
yarle con las armas I Conducta inaudita y que contrasta singu-
larmente con su resistencia a reconocer algún otro Gobierno
perfectamente legal según la constitución del país en que rige.
Haced vosotros los comentarios que la diversidad de casos os su-
giera. . . .
El 18 del mismo mes de Noviembre se firmaba en Washington
el tratado Hay-Buneau- Varilla en virtud del cual el pueblo que
mil veces ha declarado no querer una pulgada de terreno al Sur
del Bravo, adquiría, en plena soberanía, una faja de más de 16
kilómetros (10 millas) de mar a mar, a lo largo del canal en
construcción, amén de otras tierras y franquicias, comprome-
tiéndose en cambio a mantener perpetuamente la independencia
de Panamá y a pagarle diez millones de dólares de una vez y
doscientos cincuenta mil dólares de renta al año.
Un testigo de mayor excepción, nada sospechoso de antiyan-
1 No faltó en el mismo Senado americano quien hiciera notar que la
felicitación del Presidente Eoosevelt a los panameños por la proclamación
de la independencia se recibió en Panamá dos horas antes de que la in-
dependencia se proclamara.
50 SOCIEDAD MEXICANA
quisrao, insinúa que de no haberse llegado a tan satisfactorio
resultado, el Presidente Roosevelt, apoyándose en la altísima
autoridad de Mr. Basset-Moore, Profesor de Dereclio en Co-
lunibia T'niversity, parecía dispuesto a sostener la peregrina doc-
trina de expropiación por causa de utilidad internacional!
El 4 de Mayo de 1004 los Estados Unidos reanudaban las
obras que emprendiera Lesseps, y que según afirma el ilustre
ingeniero Coronel Geo. W. Goethals deberán estar concluidas
en 1.° de Enero de 1915, a pesar de los continuos y enormes des-
prendimientos de tierras en el cerro de Culebra.
Como no pretendo entrar en pormenores técnicos, ni siquiera
describiros el canal, me limitaré a recordaros que su longitud
de costa a costa es sólo de unas cuarenta millas, llegando a cin-
cuenta con sus prolongaciones mar adentro hasta encontrar
calado suficiente; que su anchura en el fondo varía de 300 a 1,000
pies ; que las excavaciones necesarias para inaugurar el canal de
esclusas representan 400 millones de yardas cúbicas ; que el costo
para los Estados Unidos asciende a 375 millones de dólares (casi
cuatro veces más de lo que costó el canal de Suez) ; que ese costo
aumentará considerablemente si como se propuso en el Congreso
de 1879 y se ha venido diciendo desde entonces, el canal defini-
tivo ha de ser a nivel, es decir, un verdadero estrecho; que el
tránsito de mar a mar se hará en 10 o 12 horas, de las cuales
3 iiivertiránse en pasar las esclusas; que cuando el canal sea
a nivel la travesía total no excederá de 5 horas; y que para fa-
cilidad del tráfico, captación de aguas, etc., se ha formado un
lago artificial de 160 millas cuadradas de superficie.
Si la í)olítica de los Estados Unidos despierta suspicacias y
hace revivir temores, sus trabajos en la zona del canal sólo me-
recen aplauso y admiración. Aquello parece ser un laboratorio
modelo de ciencia administrativa, una escuela de energía, una de
esas beatíficas comunidades que forja la imaginación de los des-
tiladores de ensueños utópicos.
El servicio de sanidad ha hecho milagros, sobre todo desde
que se descubrió que el vómito negro j el paludismo se debían
DE GEOGKAFÍA Y ESTADÍSTICA 51
a dos variedades de mosquitos: el Stegomyia y el Anopbeles;
los almacenes de subsistencias, vestuario y demás análogos, para
una población de más de cuarenta mil hombres de todas nacio-
nalidades (de la india inglesa, españoles, franceses, italianos,
colombianos, panameños, norteamericanos, griegos, búlgaros, et-
cétera), son completísimos; el departamento de construcciones
cuida de que todo el mundo tenga habitación sana y cómoda ; hay
cluhs^ asociaciones deportivas, hoteles, teatros, escuelas, una po-
licía ejemplar, un cuerpo de bomberos excelente y un servicio
postal idéntico al de los Estados Unidos que es positivamente
Inmejorable.
Por cierto que esto del servicio postal me recuerda algo muy
a la manera yankee.
Allá por el cincuenta y tantos del siglo último se construyó
el ferrocarril del Istmo de Panamá, siendo uno de los concesio-
narios o ingenieros Mr. Aspinwall, con cuyo nombre bautizaron
los yankees el puerto de Colón, sin cuidarse de las protestas de
Bogotá, que sólo consiguió se restituyera su primitiva denomi-
nación a la ciudad cuando hubo resuelto no distribuir la corres-
pondencia dirigida a Aspinwall. También en México un a pre-
ciable caballero, contratista de ferrocarriles, tuvo la humorada
de descristianar a Topolobampo, llamándole, según su propio ape-
llido, Port-Stilwell ; hasta que el Gobierno decidió enojarse.
Las obras del canal y cuanto al régimen administrativo de la
zona se refiere, merecen, como digo, elogios y plácemes sin reser-
vas ; pero otras obras emprendidas por los norteamericanos y que
serán acaso maravillas en su género, y determinaciones reciente-
mente dadas a conocer, han venido a sembrar inquietudes y a dar
pábulo a protestas, a conjeturas, a desconfianzas, a truculentos
pronósticos.
Desde mediados del siglo xix Inglaterra y los Estados Unidos
se hacían mutuamente sombra en sus respectivos proyectos de
construir algún día un canal ístmico, siendo por entonces el
de Nicaragua el que tenía más adeptos; pero puso término a la
tirantez de relaciones el tratado Clayton-Bulwer (5 de Julio de
52 SOCIEDAD MEXICANA
1890) por el que las partes contratantes comprometíanse a que
ninguna de ellas construyese el canal ístmico y a (]ue ambas
ayudasen a cualquier empresa constructora.
Andando el tiempo, los americanos — convencidos de haberse
dejado coger en el garlito por la diplomacia británica — manio-
braron hasta concertar el 18 de Noviembre de 1901 el tratado
Hay-Pauncefote que derogando el anterior les permitía construir
el sonado canal, aunque imponiéndoles de modo expreso y termi-
nante la condición de que dicho paso habría de ser neutro y libre,
es decir, que por él podrían circular sin estorbos ni trabas las
flotas mercantes o de guerra de todas las naciones ; y que las ta-
rifas de tránsito habrían de ser idénticas para los buques ampa-
rados por los distintos pabellones del globo.
Ese tratado dejaba las manos libres a los Estados Unidos bien
para pro>seguir las obras del canal de Panamá, bien para empren-
der las del de Nicaragua; y si de tiempo antiguo perseguían el
propósito por las ventajas económicas que de su realización es-
peraban, hechos recientes movían su voluntad con renovados
apremios.
Durante la guerra hispanoamericana el acorazado Oregón,
que salió de San Francisco California para unirse en el Atlán-
tico a los demás buques encargados de destruir la gloriosa es-
cuadra fantasma de Cervera, empleó noventa días en llegar
a las aguas cubanas; y todos pensaron que un canal ístmico
hubiese reducido el viaje a la décima parte del tiempo y que urgía
abrir tal camino para posibles contingencias futuras.
Por eso sin duda surgió la idea de fortificar el canal, contra-
viniendo de manera flagrante a la cláusula de neutralidad y liber-
tad de tránsito del tratado Hay-Pauncefote.
A la otra condición, la de identidad de tratamiento a las flotas
de todas las naciones, también se proponen faltar los Estados
Unidos, pues han declarado que no cobrarán derechos de tránsito
a sus barcos de cabotaje.
Claro es que Inglaterra tenía que protestar enérgicamente, y
está la ])elota en el tejado ; pero los ecuánimes y justicieros definí-
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 53
dores infalibles de moral internacional, parece que basta boy ni
siquiera consienten en someter el pleito al arbitraje de la Haya.
Los puritanos profesores de ética son al mismo tiempo incom-
parables maestros de sofística. Oyez pliitót: arguyen que las for-
tificaciones del canal no responden a una premeditación bélica,
sino lisa y llanamente a su deber de defensa del canal mismo
como obra de ingeniería; y que siendo las aguas del canal aguas
jurisdiccionales yankees, los únicos barcos que por él pueden
bacer comercio de cabotaje son los suyos .... de donde se deduce,
claro como la luz meridiana, que no hay perjuicio para los barcos
úf cabotaje de otras naciones.
De contestar a ese último extremo se encargará en Londres
el Foreign Office; 3" la respuesta al primero está en el Congres-
sional Record o como se llame el diario de las sesiones de las
Cámaras norteamericanas.
Cuando. en 1910 se suscitó la cuestión de las fortificaciones,
que apoyaban Taft y su gabinete, alzáronse algunas voces opi-
nando que artillar el canal era provocar un ataque y sugiriendo
se neutralizase aquél, protegido por el tribuanl de la Haya ; i)ero
los partidarios de la fortificación sostuvieron paladinamente que
su empeño se fundaba precisamente en razones de carácter mi-
litar, ante todo en la importantísima de asegurar a su escuadra
el paso de Océano a Océano. Con tales argumentos triunfaron los
fortificacionistas.
El presupuesto de obras e instalaciones de guerra asciende a
veinte millones de dólares.
La batería principal se instalará en una isla del Pacífico, mon-
tándose en ella 8 cañones de 14 pulgadas, 12 de 6, 24 morteros
de 12 y una monstruosa boca de fuego de 16 pulgadas que lanza
a veinte millas proyectiles de 2,400 libras cargados con los más
terribles explosivos. En el Atlántico habrá tres fuertes dotados
también con abundante material de guerra.
Así un publicista americano pudo llamar a tales baterías '^el
Gibraltar del Nuevo Mundo;" y sabido es que los ingleses no
han retenido en su poder el antes formidable y para nosotros
54 SOCIEDAD MEXICANA
siempre afrentoso peñón, con la desinteresada mira de mantener
libre el tránsito del estrecho ....
No contentos los Estados Unidos con poseer el canal de I*a-
namá, que terriblemente fortificado puede servir de refugio a
sus buques o facilitar la rápida unión de sus escuadras del Pa-
cífico y del Atlántico en cualquiera de los dos mares, — persiguen
ya la construcción de otros pasos interoceánicos.
Mediante la irrisoria suma de tres millones de dólares Nica-
ragua les ha concedido el derecho exclusivo de construir otro ca-
nal ístmico aprovechando el río San Juan. Ante éxito tan fácil
y barato, crecióse Mr. Bryan y con la mayor desenvoltura con-
cibió y propuso un protectorado yankee sobre Nicaragua, que
asegurase a Washington el dominio virtual sobre aquél país, —
amén de una estación naval en el golfo de Fonseca.
Tal idea produjo estupor primero y después ira en Nicaragua
mismo y en toda Hispano- América ; pero únele Sam es tan per-
severante, tan dúctil, tan rico, tan terco, tan tenaz en sus pro-
pósitos . . . !
Después de Panamá, Nicaragua: después de Nicaragua, Da-
rién. — Los Estados Unidos han ofrecido a Colombia diez millo-
nes de dólares por la concesión para construir un canal siguiendo
la cuenca del Atrato y por el derecho de tener depósitos de carbón
en las islas de San Andrés y de la Providencia, en el mar de las
Antillas.
Colombia ha rehusado, a pesar de que los Estados Unidos
ofrecen intervenir en su favor en las dificultades pendientes con
Panamá! Y ha rehusado Colombia porque pretende una cosa
muy sencilla: que se sometan al tribunal de la Haya todos los
asuntos pendientes entre Colombia misma y los Estados Unidos.
Pero una vez más, los neo-cahalleros de la Santa Alianza, lle-
vando por mote de su blasón la sentencia bismarckiana : ^^La
forcé prime le droit/' rehuyen presentarse donde hay jueces.
Claro es que más tarde o más temprano los yankees serán due-
ños de un canal ístmico en Nicaragua y de otro en el Darién;
y entonces se habrán realizado tres de los cuatro proyectos de
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 55
Alvaro de Saavedra Cerón. ¿Realizarán los Estados Unidos el
cuarto, el de Tehuantepec ? ¿Qué hará México para impedirlo?
Hasta lioy, ¡ ¡ desartillar Salina Cruz ! !
V
La importancia mercantil del canal de Panamá es incalculable ;
y aunque mucho hubiera querido deciros a este propósito, habré
de limitarme a indicaciones rapidísimas porque he traspasado
con p^'.eso los límites de tiempo en que debí encerrar mi dis-
curso.
Lo que ha sido el canal de Suez para el Asia Central, el África
oriental j Australia, habrá de ser, con creces, el de Panamá para
el Levante asiático j el Poniente americano.
Las distancias de Cádiz, del Havre, de Liverpool para los puer-
tos del Pacífico se reducirán en muchos casos a la mitad; j esa
reducción alcanzará en promedio a tres mil millas para los puer-
tos australianos, japoneses, etc.
Coincidiendo la era de la apertura del canal con la rápida
substitución del petróleo al carbón de piedra en los buques, — de
ese petróleo del que México está llamado a ser en plazo breve el
primer productor del mundo, circunstancia que tal vez encierre
la clave de muchos enigmas políticos, — de ese petróleo cuyo uso
reduce considerablemente el personal de maquinistas y fogoneros
y el espacio destinado al combustible, aumentando por ende la
capacidad de transporte de los barcos, — la navegación será pron-
to más corta, más rápida e infinitamente más económica, favo-
reciendo el ilimitado desarrollo del tráfico intercontinental.
Entonces los Estados L'nidos, dueños del canal, crearán en
Nueva York la gran feria del globo donde afluyan las mercaderías
de Oriente y el dinero de Europa y los tesoros de las minas y de
los bosques de la América latina y los productos inagotables
de sus propios campos y fábricas ; entonces lo que desde edades
remotas ha sido Europa para el Viejo Mundo será para el Nuevo
ese maravilloso Far West, región la más bella, la más fértil, la
56 SOCIEDAD MEXICANA
más rica de la República del Norte, región de temperaturas mo-
deradas y de lluvias regulares merced a las graudes corrientes
marinas que en los océanos van del Piste al Oeste y que se llaman
el Gulf Stream en el Atlántico y en el Pacífico el Kuro Sivo;
entonces invadirán el dilatadísimo mercado chino los frutos del
enorme valle del Mississipi; entonces la influencia y el poderío
de los Estados Unidos serán tales que habrá sonado la última
hora de la América latina, si ésta persiste en su ceguera, en su
apatía, en su lento suicidio.
Los niños de mi generación sabíamos de coro aquellos versos
de la Historia escrita por el famoso P. Isla, que empiezan así :
''Libre España, feliz e independiente,
se abrió al cartaginés incautamente;"
y por eso sin duda, al pensar en los cartagineses de ogaño, suele
ocurrírseme que pretenden
''entrar vendiendo por salir mandando."
Los cartagineses de esta centuria son, en el mundo que Colón
descubriera, los alemanes desparramados calladamente por do-
quier, dominando en gran parte el comercio de la i^mérica Cen-
tral, germanizando algunos Estados del Brasil (Santa Catalina,
Paraná, Río Grande do Sul) al punto de constituir la naciona-
lidad de hecho, pues en muchas colonias apenas hay un diez
por ciento de brasileños; los cartagineses de esta centuria, en
ese Mar del Sur y en las tierras por él bañadas, que Balboa imagi-
nó pertenecerían a la Corona de Castilla mientras el mundo exis-
tiera, son los japoneses, refractarios a toda asimilación, enso-
berbecidos con sus triunfos guerreros, hallando estrechos los
confines de sus islas, convencidos de que, como dijo el conde
Okuma, "México, el Perú y Chile son tierras de expansión ja-
ponesa, son naciones comprendidas en la esfera de influencia
a que el imperio del Mikado puede legítimamente aspirar;'' los
cartagineses de esta centuria son los nietos de aquellos puritanos
Pilgrim Fathers que van extendiéndose como mancha de aceite
DE GEOGRAFÍA Y ESTAüISTICA 57
desde el estrecho de Behering hasta el de Magallanes, que van
realizando con calculada cachaza la incontrastable penetración
pacifica, — sin perjuicio de enseñar los dientes de vez en cuando, —
que protestan a cada paso de la bondad de sus intenciones y
juran que su país está dispuesto a enriquecer y a hacer feliz
a la América latina. . . . sin duda como el viejo rico, bonaclión y
libidinoso que cubriera de alhajas a una mujer bonita: a cambio
de su lionra!
Si la América latina, si esta tierra de promisión, si este ma-
rá villos" continente con el que la Naturaleza se mostró tan
pródiga, no quiere prostituirse ante las amenazas de souteneur
o los halagos de libertino de pueblos que le son totalmente
extraños por la raza, por el idioma, por los ideales, necesita
trabajar honradamente, necesita adquirir por sí misma fuerza y
riqueza, necesita ser res})etable y respetada, necesita merecer
respeto e infundirlo.
El clarividente Bolívar, adivinando cómo se debilitaría la Amé-
rica española con el continuo fraccionamiento de sus naciona-
lidades, convocó en 182G el Congreso de Panamá (de ese Panamá
que él soñaba fuese algún día la Capital del Planeta) y ante los
embajadores de diez Repúblicas expuso la urgente necesidad de
constituir una confederación fuerte que al poder sajón opusiese
el poder latino.
Hoy, más que entonces, es urgente esa necesidad; hoy, más que
entonces, es preciso que las naciones latino-americanas se olviden
de contiendas domésticas o de pleitos de vecinos ; que consoliden
la paz interna ; que fomenten la inmigración de pueblos afínes,
recordando la frase del estadista sur-americano Alberdi para
quien en América '^gobernar es poblar/^ recordando que los Es-
tados Unidos que aún no hace un siglo tenían nueve millones de
habitantes tienen ahora noventa millones; hoy, más que nunca,
al pensar en colocar empréstitos debe preocuparles que éstos
sean productivos y que los capitales ajenos aumenten la riqueza
propia multiplicándose al invertirlos en vías de comunicación
y en obras de regadío, — pensando que esos mismos Estados
58 SOCIEDAD MEXICANA
Unidos emprendieron con el riel y la locomotora la conquista
de su propio j desierto país antes de considerarse aptos para
otras conquistas; hoy, más que nunca, las Repúblicas al Sur del
Bravo deberían pensar en constituir sólo cuatro o seis grandes
nacionalidades que a su vez se confederaran, constituyendo una
entidad que en pocos años lograra influir dignamente en los
destinos de la Humanidad.
La independencia y el florecimiento de la América latina no
sólo a la América latina importa: importa de modo extraordi-
nario a muchos pueblos del viejo continente.
Así la Confederación de la América Latina con que tantos
sonamos debería aliarse con los pueblos de la Europa occidental,
con los pueblos llamados latinos y con Inglaterra: con España
y Portugal porque les unen los lazos estrechísimos de la sangre y
del idioma, porque le han legado su historia y su carácter; con
Francia porque ha bebido en las fuentes de su pensamiento y
puede hallar, además, en el ahorro francés generoso propulsor
de riqueza y progreso ; con Italia por afinidades múltiples y por
su contingente de trabajo y de idealidad sin tendencias conquis-
tadoras; y con la opulenta y fuerte Inglaterra interesadísima en
que la que fué su Colonia no acabe por desposeerle del inmenso
dominio del Canadá.
¿Imagináis lo que pudiera ser la Confederación (^ la América
Latina unida por un puente de intereses y de afectos reales y for-
tísimos con el Occidente de Europa?
Y quizá entonces llegaría a establecerse una unión más ma-
terial; quizá entonces llegara a realizarse la comunicación euro-
afro-americana soñada por el Marqués de Camarasa, defendida
por don Manuel Antón en el Ateneo de Madrid y de la que hizo
un estudio (aunque parcial y considerado sólo desde el punto
de vista estratégico) nuestro ilustre general Marvá, — comuni-
cación que pondría a Pernambuco a poco más de cinco días de
Londres, vía túnel de la Mancha, París, Madrid, Algeciras, Ceuta,
Dakar y el Atlántico, con trenes que anduviesen 100 kilómetros
y buques que alcanzasen velocidades de 25 o 30 millas por hora ;
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 59
entonces Buenos Aires y Montevideo, Rio Janeiro y Bahía, acer-
caríanse prodigiosamente a Cádiz, a Lisboa, Burdeos, a Liverpool
y — por las Columnas de Hércules — a Barcelona, a Marsella, a
Genova ; entonces una vez más podría desencajarse y trasponerse
el eje de la civilización, de la riqueza, del poderío, que merced
a los canales ístmicos parece posible llegue a fijarse en Nueva
York.
Y no creáis que ese camino de Londres a Pernambuco sea más
difícil par-;, mañana de lo que parecía el canal de Suez a Lord
Palmerston y el de Panamá a los desencantados accionistas fran-
ceses.
Pensad que la obra de pura imaginación de un novelista ale-
mán, heredero acaso de Jules Verne y de Wells, ha suscitado
apasionadas polémicas, siendo muchos los hombres de ciencia
que no juzgan absurda en el futuro la construcción de un túnel
de más de dos mil millas entre el Cabo Ortegal, en España, y la
costa de Labrador, en Norte América ; pensad que todas las agen-
cias telegráficas nos han hablado como de la cosa más seria de
que el eminente Sr. Archdeacon, en un notable artículo sobre el
porvenir de la navegación aérea, afirma acercarse el día en que
merced a la fuerza de propulsión del radio pueda el hombre lan-
zarse al espacio infinito, más allá de los planetas.
Ya sin freno la fantasía, cabe suponer que en los espacios si-
derales nos encontremos, disfrazado de diosa Themis y fortifi-
cando preventivamente los astros, algún estadista yankee, dis-
puesto a proponer al Congreso del Olimpo varios millones de
dólares por el derecho exclusivo de construir canales en la región
cerúlea.... Perdonadme esta broma.
Empecé mi discurso sin prejuicios ni apasionamientos, y al
desarrollar el tema, apoyándome en los datos de que disponía,
llegué a conclusiones condenatorias, pesimistas, irónicas, acaso
equivocadas, pero siempre sinceras.
60 SOCIEDAD MEXICANA
Creo que si al arrollaclor poderío económico y político de los
Estados Unidos no se opone con urgencia un poderío paralelo en
la América Latina, peligra la vida independiente de veinte Re-
públicas.
Por eso proclamo la necesidad de que los conductores de hom-
bres en los pueblos al Sur del BraA^o piensen en agruparse, en
unirse, en establecer una estrecha confederación, fundada no
en inconsistentes sentimentalismos, sino en la conveniencia : pero
tampoco sólo en una conveniencia inmediata, material y grosera,
sino en una conveniencia de carácter más alto y universal, a fin
de que los grandes grupos humanos no se amalgamen y confun-
dan en una sola masa amorfa y gris, sino que — ascendiendo
todas en la escala del progreso indefinido — se mantengan las
grandes comunidades de pueblos con matices y caracteres pecu-
liares : las grandes razas.
Y claro es que para mí la idea de raza no responde a la limi-
tada y mezquina, falsa y engañadora de un concepto meramente
fisiológico, sino a cierta concepción más vaga y sutil en apa-
riencia, más real en el fondo: a la concepción psicológica.
Más, sin duda, que la sangre que corre por nuestras venas
(sangre mil veces mezclada), influyeren el íntimo modo de ser
de un ]meblo la sangre del espíritu, que es el verbo; el lenguaje
que vivifica nuestros sentires, turquesa impalpable en que mol-
deamos nuestro pensamiento, cincel maravilloso con que escul-
pimos el ideal, ese ideal que vislumbramos en la elevada cima
a que un pueblo asciende i)or peldaños gloriosos, como los ei)i-
cos arrestos del Cid de la leyenda, la fe y la generosidad de
la Reina Católica, las dotes estupendas de capitán y de ]>olítico
de Hernán Corté.^, la caballeresca hidalguía de Prim, las nobles
intuiciones y las ansias de independencia de Bolívar el Liber-
tador, la sublime magnanimidad de Nicolás Bravo que en ven-
ganza del fusilamiento de su padre perdona y liberta a centenares
de prisioneros españoles; ese ideal que constituye nuestra carac-
terística, que no debe disminuir nuestra capacidad para las con-
quistas materiales del progreso, jjero que debe matizarlas con
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 61
algo tenue y peculiarísimo, algo muy delicado y muy fuerte, muy
hondo y muy alto, algo cuya quinta esencia reside en nuestro
culto común a un héroe más real y viviente que los héroes pere-
cederos de que nos hablan las historias, un héroe inmortal, de
cuya gloriosa estirpe todos queremos ser — y todos somos : Nues-
tro Señor Don Quijote. ...
He dicho.
Gonzalo de Murga.
EN HOMENAJE
AL mim DESCUBRIDOR VASCO iKüSEZ DE BALBOA
geografía física del océano pacifico
Conferencia pronunciada por el señor licenciado Ezequiel A. Chá-
vez, Dr. H. C. de la U. N. de M., en la sesión solemne que la
Sociedad de Geografía y Estadística celebró el 25 de septiem-
bre de 1913, para conmemorar el 4- centenario del descubri-
miento del Océano Pacífico.
Como admirablemente dijo el genial geógrafo Bernardo Va-
renio, hace 264 años, en aquel monumento filosófico que fué su
geografía, publicada en el mismo año de su muerte, a los 28
de su edad, rehecha después por Sir Isaac Newton, y elogiada
por el -Barón de Humboldt, si una sola partícula de agua se
pone en movimiento, el Océano entero tiene que responder a ese
movimiento, de tal manera que sólo un sistema completo de cir-
culación puede existir en él.
Pero aun más cierta si cabe, que esa gran verdad, es, sin em-
bargo, lasque pudiera formularse diciendo que si una alma logra
entrever siquiera, y señalar a los hombres un destello, sólo un
furtivo relámpago de un conocimiento antes no alcanzado, milla-
res de almas, millones de almas vuelan hacia la luz entrevista,
y siguen el rayo de claridad que hiende las tinieblas.
Tal fué la suerte del explorador insigne cuyo recuerdo hoy nos
64 SOCIEDAD MEXICAÍÍA
reúne: viene bruscamente de la obscuridad, como los meteoros:
nadie sabe de qué es capaz, cuando en una nao que navega hacia
los bordes orientales de Centro América aparece de súbito : llega
a la costa en la que recientemente fundadas colonias de blancos
se debaten entre los horrores del hambre, del desamparo y del
desgobierno; concierta las voluntades; por su espíritu de jus-
ticia y su magnánima conducta, torna en amigos a los indígenas
antes hostiles ; un indio joven, que ha encontrado en su alma una
alma hermana, le habla de una mar misteriosa y grande que
ningún europeo ha visto; para buscar esa mar, entra a la selva
virgen ; cruza las montañas ; oye dentro de sí mismo, antes de ver
las olas que lo atraen, la solemne música de esas mismas olas;
llega a una cumbre; ante sus ojos fascinados, se dilata, con su
infinita vida azul, el Océano desconocido; entra en el agua que
hasta él sube, y que en su seno sorprendida lo recibe; tremola
sobre ella la bandera victoriosa de Aragón y de Castilla; ven-
ciendo dificultades sin cuento prepara, en seguida, la exploración
del mar que ha mostrado a los Europeos ; sueña en los prodigio-
sos caminos de ese mar, de día ; sueña en sus encantados sen-
deros, de noche; construye las naves en que ha de surcarlo; las
bota al agua; va ya a entrar en ellas, cuando sus enemigos lo
llaman a una cita traidora; lo aprehenden; lo decapitan; cinco
años apenas después del momento en que aparece en la nao, se
hunde otra vez como un meteoro en la sombra eterna, en el mis-
terio infinito.
La raya de luz que en su rápido paso por la historia trazó sin
embargo, sobre el muro sombrío y gigantesco de la ignorancia,
fué vista por otras almas ; fué para otras un derrotero : y siguien-
do ese derrotero han ido todas: han ido y siguen yendo: fueron
primero sus enemigos, en las mismas naos que él había construi-
do; fueron después los pilotos audaces que el l*acífico recorrie-
ron; los que encontraron y burlaron, en el tiempo de la guerra
contra los araucanos, las corrientes y los vientos australes, que
forman allá parte del vasto circuito de las olas oceánicas ; fué el
genial Urdaneta, el ilustre franciscano que, bogando a los G7 anos
DE GEOGKATÍA Y ESTADÍSTICA 65
como piloto con Legaspi, desde Acapulco hasta las Filipinas,
tuvo la intuición soberana que lo condujo a buscar la ruta de la
América, no retx^ocediendo directamente hacia ella como tantos
lo habían intentado y como tantos habían fracasado, sino por el
Norte : fué él quien se dejó llevar por las corrientes y los vientos
que hacia el Japón caminan; y que, cuando sintió que se do-
blaban esos vientos y esas corrientes hacia el Este, se dejó con-
ducir por ellas; obedeciendo astutamente a las fuerzas de la
naturaleza entró en el enorme Kío Negro, en el Kuro Sivo, que
al través del Océano anda, y abordó con el Ivío Negro las costas
de California, y desde allí tornó hacia el Sur hasta Acapulco.
Sin su hazaña, por la que quedó descubierta la vasta circu-
lación del Pacífico del Norte, en un tiempo en que las únicas gran-
des fuerzas propulsoras al través del Océano eran las inciertas
alas de los vientos, la navegación regular del Pacífico se habría
retardado centenares de años.
Conocida empero la enorme serpiente líquida que desde Centro
América eternamente resbala, bajo el soplo de los vientos hacia
las Filipinas, y que al llegar allí se tuerce, frente a las islas
asiáticas, tornando desde el Ja}>ón otra vez hasta las costas
occidentales de Norte América, paia navegar de nuevo perenne-
mente la vuelta de las Filipinas, quedaron éstas unidas con la
Nueva España, como la Nueva España, al través del Atlántico,
estaba unida con la vieja Europa; y la misteriosa civilización
asiática emi;ezó a entregar sus secretos, lo mismo que sus tesoros
al Mundo, gracias al eterno vaivén de las aguas y de los vientos,
cuyo cielo al través de las silenciosas soledades del Océano, había
sorprendido la mirada genial de Urdaneta, del más ilustre acaso
de cuantos entonces siguieron la estela trazada por Vasco Nú-
ñez de Balbo%
Interminablemente después, hombres de todos los países, en
seguimiento de los atrevidos mareantes españoles, han descubier-
to y vuelto a descubrir las islas del Pacífico, han explorado sus
litorales, han abierto el camino a audaces colonizadores, y tras
ellos han venido al cabo los que no tienen en el mundo más que
66 SOCIEDAD MEXICANA
un solo afán supremo, el de la ciencia ; una sola ansia inconteni-
ble, la de ver lo que nadie lia visto, lo que a los ojos de los demás
se escapa : desde el incansable viajero Cook, inmensa ave de mar,
con las alas desplegadas siempre sobre el Pacífico para ir a todas
sus latitudes; desde los atrevidos marinos franceses; desde los
rusos que en el Noroeste del Nuevo Mundo descubrieron hace
un siglo las colinas de hielo fósil de la costa, recubiertas sola-
mente por una delgada capa de tierra; desde el genio inmortal
de Carlos Darwin, que en los bordes occidentales de la América
del Sur encontró huellas del mar, en lo alto de montañas que
a la mar miran; desde los que recorrieron y estudiaron la su-
perficie toda, hasta los que exploraron el fondo, conducidos por
otro vidente, por el genial norteamericano Maury, que se empeñó
en penetrar a los abismos escondidos, en llegar a las profundi-
dades que se habían declarado insondables: todos, sin embargo,
han seguido en suma el derrotero que la mano de Niiñez de Bal-
boa hubo de trazar, en el breve instante en que entró a la historia :
¡todos! Hasta los que fueron ayer, de cara al mediodía, a los
confines australes de las aguas que por el mediodía limitan al
Pacífico; hasta los que, al través de la alta mesa de la Tierra
Antartica, se empeñaron ayer en plantar la bandera de la Gran
Bretaña en el corazón del Polo, para traer en seguida las obser-
vaciones, las noticias, los datos de aquella tierra misteriosa; las
noticias, los datos, las fotografías, las observaciones que los com-
pañeros del sublime Scott vinieron a encontrar al fin bajo su
cabeza, helada por la muerte, en el lugar en que el hambre y el
frío le quitaron su último aliento, cuando aún sostenía entre sus
dedos crispados el lápiz con que escribió las últimas palabras de
su postrer mensaje a su patria y al Mundo !
Cuántos héroes, y sabios y mártires de su amor a la ciencia,
por los que el conocimiento del Pacífico va haciéndose! Todos,
como el inmortal Núnez de Balboa, han hecho brillar su antorcha
en lo obscuro, y millares de almas han visto la claridad sibilina ;
y millares de almas han volado tras ella!
Pero ahora, ¿quiénes son los que mejor han unido todas esas
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 67
luces esparcidas, para que nosotros las veamos? son, sin duda,
el más completo acaso de los oceanógrafos, Krümel, y el más sa-
gaz de los geógrafos, Suess : en la obra gigantesca de este último,
en "La Faz de la Tierra," se entrecruzan, se sueldan, se ligan, se
contraponen, para sostenerse mutuamente y mutuamente ayu-
darse, los innumerables datos, las incontables observaciones he-
chas al través del planeta entero; y cada región del mismo,
contrapuesta a las otras, palpita con una vida nueva en sus inmor-
tales páginas : nada para mí se destaca sin embargo en ellas con
fuerza mayor que cuanto al Océano Pacífico se refiere: todo en
efecto en el Océano Pacífico es grande: es en el globo que habi-
tamos la unidad geográfica que mejor domina a todas por sus
colosales proporciones y por la soberana armonía que en él reina :
su extensión primero: mayor que la de todos los continentes y
todas las islas de la Tierra: sus bordes en seguida: formados por
altos muros, por estupendas cordilleras en las que arden colo-
sales y siniestros volcanes; sus abismos después, los más verti-
ginosamente profundos que el hombre ha descubierto; las razas
en fin, que lo circundan, las que en lo futuro habrán de plan-
tear los más tremendos problemas para la vida de la huma-
nidad.
Analicemos rápidamente : ¿ cuál es en sus bordes la forma del
Pacífico? Casi cerrado al Norte, se comunica allí no obstante,
con el Mar Ártico por el estrecho de Behring, apenas de 58 kiló-
metros de anchura y de solo 51 metros de profundidad, y desde
allí se abre y se ahonda hacia el Sur, siguiendo por el Este las
costas de la América ; por el Oeste las del Asia, las de Insulinda,
las de Australia, hasta la Antartica. La doble línea divergente
de sus litorales, que desde el Septentrión se separan hacia el
mediodía, suscita fácilmente al verla en una carta geográfica,
la imagen que trazara el corte, de arriba a abajo, de una irregu-
lar e inmensa campana, doblada a trechos, sobre todo en el
Suroeste; sujeta arriba por las tierras que allí anudan la Amé-
rica y el Asia, y abierta abajo hacia la región de los hielos, hacia la
silenciosa tierra antartica.
5
SOCIEDAD MEXICANA
Altas y escarpadas en casi toda su extensión las costas del
Pacífico, están respaldadas contra muros enormes de cordilleras
que al mar descienden sostenidas por estribaciones análogas a
peldaños de cíclopes; y una grandiosa semejanza de líneas de
contorno, como si todas ellas hubieran sido trazadas por un gi-
gantesco compás, se patentiza en todas partes : vése allí en efecto,
desde luego, el arco que forma el borde del Oeste de la América
del Sur, con sus disgregados trozos de serranías costeras, abajo,
huyendo hacia el Sureste al través de los grupos de islas chi-
lenas ; con sus terrazas superpuestas, encima ; las cumbres de los
Andes, en lo alto; los gigantescos volcanes, en fin, coronados de
nieve y vomitando llamas a más de 7,000 metros de altura. De
todos pudiera decirse como de uno de ellos dijo er poeta Rafael
Obligado al cantar a la América :
' ' Allá yérguese altivo en su regazo
El viejo audaz de corazón de piedra,
A cuya cima, ni la astuta hiedra
Ha podido trepar, el Chimborazo:
Su frente de granito
Donde el sol de los trópicos chispea,
Por cima de las nubes centellea
Y parece horadar el infinito."
Detrás de esas cordilleras, que la ignorancia imagina como
las más viejas del globo, y a las que los geólogos señalan vida
más reciente, una tercera fila de sierras se endereza : menos alta
<!asi toda que la precedente, pero tan vieja como las priireras eda-
des del mundo.
Y al :Norte de ese primer arco del litoral sud-americano está
el segundo : está el arco de montañas que va desde el Septentrión
de la América del Sur hasta Guatemala, hasta Chiapas, y que el
Barón de Humboldt, lo mismo que Ritter y Suess, ven doblarse
hacia el Este, para construir en los dominios del Atlántico el es-
pléndido rosario de las Antillas, y separar en dos unidades dis-
tintas las dos Américas.
DE Gf:OGKAFÍA Y ESTADÍSTICA 69
En ese segundo arco, lo mismo que en el primero, arden tam-
bién volcanes: no tan altos como los de Sud América, pero im-
placables, numerosísimos: nacen a nuestra vista, uno tras otro,
en surcos abiertos ante el mar, y crecen también ante nosotros:
cubren a veces el cielo, semanas enteras, con su mortal aliento
de llama y de cenizas.
Luego está el tercer arco: el de la América del Norte: el que
va desde Oaxaca hasta Alaská, y en él, lo mismo que en el de
la América del Sur, se enderezan abajo trozos de cadenas monta-
ñosas de imponente belleza, las serranías costeras, que forman el
esqueleto coronado por mesas de la Baja California, y que yer-
guen en el Oeste de los Estados Unidos sus acantilados, sus
cimas, a intervalos coronadas por los torcidos y fuertes ci preses
de extrañas formas que enfrente del Monterrey americano seme-
jan contra el cielo gigantescos avestruces negros, a cuyos pies
las aguas del Océano se revuelcan y brincan, coronadas de
espuma.
Esas serranías, que debían encontrarse en la prolongación
austral de nuestra Baja California ¿se hundieron quizás ante
nuestras costas, y dejaron sólo como mudos testigos de la ca-
tástrofe, las cabezas de las Tres Marías entre el Cabo San Lucas
y el Cabo Corrientes? ¿Han desaparecido en el mar fajas de tierra
que en otro tiempo existieron a las faldas de nuestra Sierra
Madre del Sur? ¿Será posible encontrar bajo las aguas, estruc-
turas paralelas a la bien guardada hoya del puerto de Acapulco,
donde en las noches más negras palpitan, como un cielo volcado
en el oleoso abismo, y Heno de vivientes constelaciones, prodigio-
sas miríadas de infusorios?
Las serranías costeras no existen en todo caso allí: se levan-
tan en cambio en el Oeste de los Estados Unidos, maravillosa-
mente rotas por la Puerta de Oro, para formar en medio de la
Alta California la espléndida bahía de San Francisco, y se des-
pedazan al Norte, en el Canadá y en Alaska, en innumerables
islas, análogas a las islas Chilenas, pero regadas en dirección
opuesta, hacia el Noroeste.
70 SOCIEDAD MEXICANA
Detrás de las serranías costeras se levantan en todo caso tam-
bién, en un segundo término, como en Sud América, cordilleras
más altas y también volcánicas: la Sierra Madre Occidental, en
México, las Nevadas y las de las Cascadas, en los Estados Unidos
y en el Canadá.
Y lo mismo que en la América del Sur, tras esa segunda cor-
tina de montañas se endereza aún otra enorme muralla: la de la
Sierra Madre Oriental, en nuestra República ; la de las Montanas
Rocosas, al Norte.
En el extremo Septentrión, no obstante, y en Asia y en la
Insulinda y en Australia, los bordes del Océano son en aparien-
cia distintos: son en realidad análogos.
También allí están constituidos por serranías detrás de se-
rranías; sólo que entre unas y otras la tierra se ha hundido,
como se hundió en las edades geológicas para formar nuestro
Golfo de California, de modo que así, entre las sierras conti-
nentales y las de las islas que las rodean, se han ahuecado pro-
fundos mares interiores, que circuyen del lado del Pacífico enor-
mes guirnaldas de islas, y del lado de los continentes, serranías :
a veces paralelas a las de las islas; dibujando a veces una curva
opuesta, cuyas puntas tocan a las de los festones que las islas
constituyen.
Queda así primero, allá en el Septentrión, el arco abierto ha-
cia el Norte, el de las islas Aleutas, piedras de un vado de gi-
gantes que une la América con el Asia; y detrás de ese arco, y
detrás del mar de contornos lenticulares que el mismo arco li-
mita, queda opuesta la curva montañosa abierta hacia el Sur,
la de las penínsulas americana y asiática que avanzan la una
hacia la otra como si a juntarse fueran, y que se detienen de
súbito, cortadas por el estrecho de Behring.
Queda luego al Oeste, en la costa del Asia, el segundo arco,
el de las islas asiáticas, formado por cuatro guirnaldas de islas:
todas en curvas abiertas hacia el Asia: las Kuriles, continuación
de la península de Kamtchatka ; las del .Ta])ón ; las de Riu Kiu ;
las Filipinas con la enorme de Borneo; y detrás de cada una de
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 71
esas guirnaldas, los mares interiores en cuyos bordes continen-
tales '^se han podido reconocer, a lo menos en sus grandes tro-
zos, las extremidades de las grandes cadenas del iVsia."
Pero lo mismo en el arco de las Aleutas que en el de las islas
asiáticas, los volcanes encienden sus grandes antorchas trágicas,
y la tierra tiembla: la enorme ballena mítica que al decir de los
Japoneses está debajo de sus grandes islas, se sacude golpeando
furiosamente el mar en cuyo fondo habita.
El tercer arco de montañas está después: el tercero del Oeste
del Pacífico: sostenido afuera por las islas de extrañas formas
que desde Borneo y las Célebes, van por las Molucas a la Nueva
Guinea ; bañado en seguida al Sur de ellas, por los calientes
mares del Mediterráneo malayo ; reforzado en fin por la segunda
cortina de altos montes, los que yerguen sus cumbres y erigen
sus volcanes en las largas islas de la Sonda.
Y la cuarta doble curva de montañas del Oeste del Pacífico
es la que trazan, contra el grande Océano, las volcánicas islas
de la Nueva Caledonia y de la Nueva Zelanda, en arco inmenso
que al Oeste se abre, y las que constituyen, adentro, los Alpes
Australianos y Tasmanianos, de curva abierta también hacia el
oeste, y separada de la anterior por el vasto mar donde alternati-
vamente van al Sur y al Norte las grandes corrientes austra-
lianas.
Para hacer aun más extraordinaria la semejanza de los con-
tornos del Grande Océano, hé aquí por último que los descubri-
mientos hechos al Sur del Pacífico nos muestran la alta mesa
desnuda que forma la tierra antartica : más extensa quizás que
la Australia entera; y en sus bordes arden también, sobre el
sudario infinito de los campos de hielo australes, los dos gigan-
tescos volcanes gemelos que vio Lord Ross : el Erebo y el Terror,
que tantas veces han animado con sus rojos incendios y con sus
pavorosos rugidos el trágico silencio donde la vida se acaba.
¿Qué queda en medio de este contorno gigantesco, cuyos so-
beranos lincamientos son más grandiosos que los que pudo soñar
la imaginación del inmortal poeta florentino?
72 SOCIEDAD MEXICANA
¿Qué queda en medio de la triple y curva muralla de estupendas
serranías y de flamígeros volcanes?
En medio, bajo el más libre de todos los vientos, que encrespa
las olas más vastas de todos los mares, y que empuja en perennes
circuitos sus enormes corrientes, de la América a la Australia y
al Asia, y de la Australia y el Asia otra vez a la América, queda
el mar menos salado de los que existen : con 35 partes apenas de
sales por cada mil de agua ; el mar en cambio más azul, de un azul
que lejos de las tierras es tan sombrío, que pudiera creerse negro
con vivientes reflejos metálicos, y que, al enderezarse, atraído
por las escarpas de las costas, cuya densidad es siempre más alta
que la de las aguas, se quiebra con estruendo coronándose de
espuma.
Los exploradores, que han arrojado sondas cada vez más per-
fectas al Océano Pacífico, sondas semejantes a mandíbulas abier-
tas, que al llegar al fondo se cierran para morderlo, y que suben
a la superficie fragmentos de ese fondo, nos han descrito ya las
prodigiosas profundidades: han recogido partes minúsculas de
su légamo azul, que lo tapiza desde Acapulco hasta las islas
Galápagos y que, con óxidos de hierro contiene numerosos resi-
duos de organismos calcáreos; han extraído partes insignifican-
tes de su légamo verde, que lo cubre al Oeste de California y al
Oriente del Japón y de Australia; han estudiado sobre todo su
légamo rojo, el légamo de los abismos, que lo alfombra en más
de 100 millones de kilómetros cuadrados, y en el que, con gló-
bulos de hierro meteórico, presenta polvo de óxidos de hierro,
dientes de escualos y huesos de ballenas fósiles, pertenecientes a
la edad terciaria de la vida del globo.
Los mismos exploradores, que han medido la temperatura de
las aguas profundas, y que se han convencido de que a menos
de 200 metros ya no las calienta casi el sol, de suerte que allí
sólo existen frías ondas, ni las traspasa tampoco la luz del cielo,
de modo que allí solo hay aiguas sombrías; pero (|ue en cambio
tienen en solución, como toda agua de mar, oro y plata, y están
animadas, como toda la Tierra, por corrientes magnéticas, han
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 73
medido también sus profundidades: han hecho la carta de los
fondos submarinos: definen ya el inmenso Océano como una vas-
ta cuenca, la más vasta y la más honda : casi toda a 5,000 metros
de profundidad, con solo un gran relieve, el que va de un modo
oblicuo desde Guatemala hasta las islas del Oriente, sepultando
no obstante a más de tres mil metros: describen esa hondí-
sima cuenca, salpicada por cumbres montañosas que yerguen so-
bre la azul superficie de las olas, enormes cráteres de volcanes,
como gigantescas copas sombrías en cuyo fondo hierven rojas
lavas; la describen también levantando hasta la superficie mi-
llares de islas de coral, como inmensos anillos que en su interior
encierran lagos, ya separados totalmente del mar, ya comunica-
dos abajo, de tal suerte que alternativamente la respiración del
mismo mar, la marea, levanta y abate sus aguas.
Describen esas islas, sobre todo las que en parte o en todo
son de origen volcánico, como los poetas las han cantado; coro-
nadas de heléchos y de palmas, salpicadas de flores, pobladas
por extraños pájaros de vistosas plumas. Y hacen ver en fin,
a los bordes de la hondísima cuenca sobre la que esas islas han
nacido, fosos todavía más hondos: como el que al Sur de las
islas Aleutas se hunde a 7,380 metros debajo del nivel del mar,
o el que a los pies de las islas japonesas baja a más de 8,500 me-
tros, o el que al Oriente de las Filipinas desciende a 6,400, o el
que ciñe a la Nueva Zelanda, escondido a 9,427, o el que se
precipita bajo el desierto de Atacama junto a la costa chilena
hasta 7,635, o en fin el vertiginoso abismo de Nerón, que junto a
las islas Marianas baja a 9,636.
El fondo así del inmenso Océano es doblemente grandioso por-
que no sólo es en su conjunto el más hondo de todos, sino que
rodea sus enormes profundidades con fosos y abismos estupen-
dos, en los que cabrían todas enteras y desaparecerían holgada-
mente las más altas montanas de la Tierra ; y es más maravilloso
aún porque exactamente sobre esos abismos se levantan, desde
aquellas vertiginosas profundidades, varias de las más altas cor-
dilleras que en el globo existen.
74 SOCIEDAD MEXICANA
¿Cómo ha podido formarse este mar estupendo? ¿Cómo han
podido formarse las enormes montañas que lo rodean? ¿Han
emergido del seno de las olas?. . . Van subiendo, pensó Darwin, al
encontrar en las costas occidentales de la América del Sur depó-
sitos de conchas marinas a enorme altura ; van subiendo, han
pensado también otros geólogos, al descubrir huellas del mar en
el Noroeste y el Oeste de la América del Norte, en las guirnaldas
de las islas asiáticas y en la Nueva Zelanda. Van subiendo, han
pensado en fin nuestros excelentes exploradores de la Baja Ca-
lifornia, que en los últimos años fueron a estudiarla, y que allí
también encontraron Inequívocas señales de un estupendo movi-
miento terráqueo.
Contra todos los que así piensan, el admirable geógrafo, Suess,
sostiene, sin embargo, distinta tesis: para él, como para Goethe,
como para Swedenborg, como para el soberano poeta de la Divina
Comedia que, naturalmente sin referirse al Océano Pacífico, en-
tonces aún no descubierto, leyó, un año antes de su muerte, en la
Capilla de Santa Helena, en Verona, el penúltimo domingo de
Enero de 1320, su admirable disertación sobre la tierra y agua,
la tierra no puede elevarse en espacios tan vastos, tan distantes
y tan armónicamente ligados unos con otros : esto sería contrario
a su naturaleza, decía Dante: no puede, en todo el inmenso
contorno del Océano Pacífico, ir subiendo; esto sería ccmtrario,
dice Suess, a las leyes mismas de la pesantez.
Pero si los litorales del Pacífico no van subiendo ¿ cómo expli-
car las liuellas del mar, altas, muy altas, en ciertos puntos a cen-
tenares de metros sobre las olas?
Es, afirma Suess, que el Océano se hunde: es que de tiempo
en tiempo una enorme dovela de las bóvedas del globo terrestre,
sobre las que el mar se dilata, baja hacia el centro del Planeta,
como se han derrumbado también de tiempo en tiempo partes de
la corteza emergida: y cada vez que un hundimiento se produce
en cualquier punto del Océano, el agua baja al fondo del abismo;
el agua se aleja de sus antiguas orillas ; la extensión del mar se
reduce.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 75
¿No afirman los geólogos que en otro tiempo el mar cubría la
Tierra toda?
Un hundimiento . del que es imposible que nos formemos idea
apropiada, — tal fué su tremenda magnitud, — hizo que se abis-
mara, desde los albores de la edad mesozoica de los geólogos, hace
millones de años, el piso del Océano Pacífico: su horda cuenca
quedó así formada desde entonces; desde el período triásico:
hundimientos posteriores hicieron probablemente que se forma-
ran las guirnaldas de los mares del Asia; hundimientos más
recientes separaron Australia de la Nueva Zelanda y de Tas-
mania; hundimientos en fin que han pasado en nuestro tiempo
han sido tales como la dislocación producida en 1856 en la Nue-
va Zelanda, al través del estrecho de Cook.
El Océano en consecuencia ha ido ganando en profundidad
lo que en área superficial ha perdido, y sobre sus bordes y sobre
sus islas las poblaciones humanas se han multiplicado, se han
apiñado.
¿Cuál será el destino de esas poblaciones en el futuro, mien-
tras la milenaria transformación del Océano continúa?
Ya ahora uno de esos enjambres humanos, el japonés, en el
arco insular del Oeste, parece dispuesto a la conquista ; ya otro,
el australiano y neozelandés, en el arco del Suroeste parece
resuelto a adueñarse del mundo oceánico; ya el pululante enjam-
bre anglo-americano, desprendiéndose de California plantó la ban-
dera estrellada en los altos volcanes de las islas Hawaii y fué
a tremolarla en las Filipinas; ya en fin los pueblos a los que
España dio su cultura han mezclado las viejas razas guerreras
de los meshica, de los incas, de los araucanos, con la esforzada
raza guerrera de los españoles, y divididos aún por sangrientas
y mezquinas contiendas, aspiran no obstante a una unión defi-
nitiva.
¿Qué pasará en el porvenir? El teatro de la historia antigua,
encerrado en torno del Mediterráneo europeo; el teatro de la
historia moderna, dilatado alrededor del Océano Atlántico, se
agigantará para la historia futura : será su escenario el inmenso
SOCIEDAD MEXICANA
Mar Pacífico, el de los vertiginosos abismos, el de las costas es-
carpadas, el de los tremendos volcanes.
Los pueblos que desde sus bravias riberas se ven con sañuda
desconfianza y con recíproco celo ¿llegarán a entablar una lucha
titánica, junto a la que sean pálidos simulacros las más grandes
contiendas de la historia? ¿Se despedazaran unos a otros cuando
por el canal de Panamá pasen, vomitando torrentes de humo,
las inmensas escuadras portadoras de la muerte, y cuando en el
aire vuelen innumerables velívolos, que sobre la tierra y el mar
derramen llamas?
¿Tendrán por lo contrario los pueblos del Pacífico la rara cor-
dura de entender que la humanidad entera tiene intereses co-
munes ; que los pueblos como los hombres deben llegar a cooperar
todos en obras de concordia ; que la fraternidad humana obliga en
fin no solo a los individuos, sino también y más que a los indivi-
duos a las naciones?
¿Entenderá México el papel que su situación ístmica le señala,
para ser el intermediario entre todos los hombres, el luminoso
guión de armonía entre todos los pueblos, el campo donde todas
las formas de cultura se sublimen, la Suiza en fin del Mundo
Nuevo ?
El misterio envuelve aún, como envolverá siempre; penetra
aún como penetrará todos los tiempos; cubre aún el Universo
como lo cubrirá hasta el fin de los siglos, y los orígenes del Pa-
cífico, y los destinos del Pacífico y los problemas últimos del
Pacífico están por lo mismo sumergidos en el misterio.
Hoy, sin embargo, al bosquejar esta rápida síntesis de lo que"
juntos los hombres de todos los pueblos lían llegado a hacer en
cuanto al Océano Pacífico, desde que el joven hijo de un cacique
indio señaló a Vasco Núñez de Balboa la rijta del Grande Océano,
quiero concluir con un supremo voto: que a la manera con que
los exploradores y los sabios de todos los países han formado
una sola hoguera de ciencia con las antorchas de su sabiduría,
así los pueblos todos que en el Pacífico habitan o que en torno del
Pacífico crecen: los viejos pueblos indígenas, los del PLxtremo
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 77
Oriente, los blancos y los de razas mezcladas, hagan al fin una
sola grande obra sinérgica de cultura, una sola labor de recí-
proco conocimiento, de respeto y amistad recíprocas, de mutua
y constante ayuda ; que políticamente merezca la más grande
de las divisiones de nuestra hidrosfera el nombre que sus des-
cubridores le pusieron, el nombre tantas veces discutido de
Océano Pacífico; que sea en fin cierta, en el mundo de la recí-
proca estimación de los hombres, la gran palabra del geógrafo
Verenio ; y que así como una gota de agua puesta en movimiento
conmueve todo el Océano y produce en él un sistema completo de
circulación, una gota del amor que predicaba Cristo a los hom-
bres ponga en conmoción a los habitantes del Planeta, y a todos
definitivamente los una para la perpetua realización del pro-
greso.
EZEQUIEL A. Oháví]z.
NAVEGANTES Y DESCUBRIDORES ESPAÑOLES
DEL MAR PACIFICO
Discurso leído por el Sr. D. Telesforo García, Vicepresidente In-
terino de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en
la velada solemne efectuada a iniciativa y bajo los auspicios
de dicha Sociedad en los salones del Casino Español de Méxi-
co, la noche del 25 de Septiembre de 1913, para conmemorar
el IV centenario del descubrimiento del citado mar.
Tócame en esta hermosa fiesta usar de la palabra en un mo-
mento difícil: cuando las amplias excursiones por los severos
campos del saber han mantenido en tensión vuestro pensamiento
y cuando los vuelos por los infinitos mundos del sentir han ele-
vado vuestras almas a las inefables regiones de la emoción dul-
císima. La luz sobrado intensa produce alguna fatiga ; el conti-
nuo resbalar de la belleza sobre nuestro aparato nervioso, convida
a cierta suave languidez de la cual no gustamos alejarnos. Y es
que los cielos del ensueño, del arrobamiento, son demasiado
hermosos, para no ver con pena que la mano imperturbable de la
historia o de la crónica llega a rasgar sus velos a efecto de vol-
vernos a una realidad de la cual, vivida ya en grado suficiente,
80 SOCIEDAD MEXICANA
anhelamos salir, obedeciendo a la ley del eterno mndar. Sabedor
de esto, guardo para mejor ocasión el estudio que me prometía
presentaros, quizá más propio de una Academia que del acto
de homenaje, de veneración, de apoteosis, ofrecido por la más
antigua de las sociedades científicas de este país a la memoria
de uno de aquellos heroicos descubridores españoles que en los
comienzos del siglo xvi conquistaron para su nombre el pasmo
de las generaciones futuras.
Llego, pues, como los coéforos de la luminosa Hélade, a de-
positar mi ofrenda de flores en los altares de los Manes de la
raza, piadoso y reverente, porque es su fe, su valor, su confianza,
^ su aspiración a lo grande, a lo glorioso — concordando tiempos
y necesidades — lo que ha de engrandecer y eternizar el grupo
humano a que pertenecemos. Os ruego que en ese sentido acep-
téis bondadosamente mis palabras, ya que por respeto a vuestra
fatiga tenga que ser tan parco en la exposición de ideas que,
dada la fecundidad del asunto, asaltan necesariamente el cerebro
en activa pugna por exteriorizarse.
II
Tocaba a su término el siglo xv. Daba España remate ven-
turoso a su inmensa epopeya de ocho siglos y contemplaba con
orgullo mal contenido ondear sobre los muros de Granada el
morado pabellón de Castilla. La Patria estaba rehecha. Mejor
dicho: la Patria se había constituido. Dos reyes gloriosos, Isabel
y Fernando, al enlazar entre sí sus destinos, unían para siempre
la gran familia española en una suprema finalidad. Pudimos,
por aquellos tiempos, según dice Oliveira Martins, creernos dio-
ses, porque como Dios, gozamos de la omnipotencia. Acaso,
también, repitiendo la esmaltada frase de Castelar, tocamos en-
tonces el divino placer de creadores, porque a semejanza del Gran
Hacedor, sacamos un mundo de la nada. La ambición, la fuerza
y la audacia se condensaban en nuestra atmósfera para afrontar
las empresas más estupendas. Los negros y eternos días del mi-
DE GEOGBAFÍA Y ESTADÍSTICA 81
lenario yacían envueltos y soterrados en sus raídos sudarios.
A las bajas y tristes arcadas bizantinas que remedaban concien-
cias oprimidas, se sucedían las airosas catedrales góticas, lam-
padarios enhiestos, por cuya delicada crestería iba ascendiendo
el himno de las almas, en acción de gracias al Altísimo, ante
los amplios horizontes abiertos a la vida fecunda y completa
como preparatorios de la inmortalidad. Se respetó la ciencia,
se amó el arte, se santificó la belleza, moviéronse en campos
ilimitados los más halagadores ideales humanos y el día del
Renacimiento, preparado por tantos elementos de apoyo y de
oposición, fué surgiendo esplendoroso de los senos del tiempo
y del espacio. Pero lo que en otros países fué molicie, embriaguez,
ansiedad de goce material y egoísta, fué en España voluntad,
esfuerzo, ambición, conciencia de poder, estado inquieto por la
estrechez del viejo solar, sentimiento íntimo de que el campo
de los antiguos combates con la morisma, exigía expansiones
acomodadas a la lozana naturaleza del ser que con tanta energía
escalaba un nuevo aspecto de su existencia. El soldado no se
había desceñido la armadura. Granada era una etapa. Los fu-
turos combates se librarían en mundos desconocidos, después de
señorear la política del Viejo Mundo.
En la época a que me estoy refiriendo invadía el Occidente
de Europa una intensa fiebre de exploración. Investigaciones
científicas, tradiciones más o menos aceptables, fábulas y con-
sejas sobre tierras desconocidas y mundos peregrinos, consti-
tuían, más que una preocupación, una obsesión, dueña y señora
de la conciencia general. Son tan numerosos los hechos, las
crónicas, los nombres, desde los clásicos como Platón, Aristóte-
les, Séneca, hasta aquellos marinos vascongados emprendedores
en la importante pesca del bacalao, antes del siglo xii^ según
las Ordenanzas Marítimas coetáneas, de San Sebastián y, i)or
ende, probables descubridores de las costas de Terranova, que
detenerme en enumerarlos sería abusar de vuestra benevolencia.
Baste saber que en las aldeas y en las ciudades, en el litoral
y en el interior, en la choza y en el palacio, entre el bracero y el
82 SOCIEDAD MEXICANA
capitalista, entre el plebeyo y el noble, todos se dejaban dominar
por el espíritu de aventura, todos participaban en el presenti-
miento de que nuevas tierras, nuevas riquezas, nuevos elementos
de vida vendrían a mejorar la condición humana y a ofrecer
ignotos derroteros a sus ansiedades de bienestar, de i)oder y de
gloria. Arraigaba principalmente en la Península Ibérica tal
pasión dominante y las quillas portuguesas que hendían los ma-
res rumbo al Occidente y Sur de África ; y el establecimiento
de los españoles en las Afortunadas; y las otras islas recién
descubiertas por el Atlántico hacia donde se mira declinar el sol ;
determinada la esferoicidad de la tierra ; afirmado por Toscanelli
el seguro contacto con los riquísimos pueblos de Oriente diri-
giendo al Ocaso las proras de las naos; los relatos de Marco Polo
y de Benjamín de Tudela en todas las memorias; el brillo del
oro y el aroma de las especias en todas las imaginaciones, liabían
de producir forzosamente un estado de fermentación espiri-
tual, de donde surgiese pujante y concreta la acción, creadora
del órgano capaz de traer a la esfera de la realidad lo que la
ciencia, las probabilidades, las intuiciones, y hasta los ensueños,
mantenían aún en el nebuloso horizonte de los anhelos.
III
Y surgió Colón, y surgió el genio, y América fué, y el hombre
pudo ufanarse de poner su planta en todos los puntos habitables
del Globo, testigo de nuestras tareas, de nuestra labor incansa-
ble, de nuestra evolución siempre bienhechora, a pesar de apa-
rentes detenciones, contratiempos y luchas, quizás necesarios,
para que la fortaleza no se hunda en el abandono. Colón, ofre-
ciendo por el mundo su prodigioso proyecto a la gloria y a la
codicia de los poderosos; Colón mendigando auxilios: Colón
discutido y despreciado, aunque con bastante fe y bastante cien-
cia para no caer en desalientos ; Colón al llegar a España en com-
pleta derrota, pudo convencerse pronto de que penetraba en el
medio ambiente propio a la vida y robustez de su empresa. Toda-
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 83
vía allí habría que luchar, pero se vencería. Generales, políticos,
frailes, formaban atmósfera tal que el alma del futuro Almirante
salía del diario combate más templada para proseguirlo. En la
fragua española se forjó, pues, el héroe. Aquel crisol alimentaba
entonces en ebullición constante metal tan bien preparado que,
al vaciarlo en el molde surgía perfecta la figura épica que se
buscaba. Por eso Colón encontró en reyes, en magnates, en arte-
sanos, en marinos, en frailes, asociados a su pensamiento, compa-
neros, protectores, cooperadores, admiradores, y hasta fanáticos
de sus aventurados propósitos. La gloria del descubridor y la del
pueblo que lo comprendiera y lo empujara, resultan, por lo tanto,
inseparables.
IV
¿Quién no conoce la historia del descubrimiento tan nutrida
de episodios interesantes, tan impregnada de heroísmos, tan
saturada de prodigios? Al descubrimiento magno, siguieron en
sucesión no interrumpida las exploraciones que lo completaban,
y los nombres de Solís, de Córdova, de Grijalva, de los mil
capitanes y pilotos que tomaban con firme mano el velo del
misterio para alzarlo sin temor a lo que detrás pudiera encon-
trarse, tuvo ancho margen en que ejercitar su osadía. Sin em-
bargo^ el Oriente ansiado, el Oriente del oro, de las especias, de
la fábula, de los sueños, no se había tocado. Desde el Bóreas
al Austro, gigantesca muralla burlaba todas las ambiciones y
detenía todos los empeños. Behaim se había equivocado; Tosca-
nelli se había equivocado; Colón se había equivocado. La tierra
aparecía dividida por colosal barrera que incomunicaba entre sí
mares y continentes. Navegando rumbo a Occidente, no se arri-
baría jamás al Oriente ansiado. Pero el obstáculo no era sino un
incentivo para aquellos titanes. Monarcas y vasallos, ignorantes
y peritos, capitanes y soldados, rivalizaban en anhelos y en actos
por encontrar el Estrecho, llamado a coronar el grandioso pro-
84 SOCIEDAD MEXICANA
pósito de la genial expedición planeada en la Rábida y organizada
en l*alos. Y en todo caso, detrás del gigantesco espinazo, ¿qué
existía? Tocó al varón insigne, cuya gloria celebramos esta noche,
despejar ante el mundo asombrado, la incógnita. Surgió inmenso
el mar Pacífico avivando el ardiente deseo de hallar, a través de
la ciclópea muralla terrestre, una grieta, una hendedura por
donde pudieran pasar sus carabelas, si no los incomparables nau-
tas de las expediciones primeras, algunos, no menos gloriosos,
que inmediatamente les sucedieron y les heredaron en valor y en
audacia. Magallanes y Elcano alcanzan esta fortuna, realizan
tal hazaña, ciñendo a la Corona de Castilla el esplendente cin-
tillo que no permitía al sol reclinarse en su Ocaso.
Kn vuelo desconcertado, me veo constreñido a trazar líneas
que por su amplitud desdibujan los detalles y contornos que
podrían prestarles algún interés en manos menos torpes que las
mías. Cierto que el proceso del Descubrimiento y de la Conquista
de América, abierto por cualquiera foja, despierta punzante cu-
riosidad, ya nos detengamos con benedictina paciencia en el rico
laboratorio del análisis, ya teniendo en cuenta exigencias de
tiempo y de oportunidad nos envolvamos, como yo lo estoy ha-
ciendo ahora, en el torbellino de la síntesis.
VI
La Historia ha guardado sus preferencias para. el examen del
Descubrimiento y de la Conquista. En la adaptación de los nue-
vos países al tipo civilizado, ha puesto atención más descuidada.
Y, sin embargo, las aventuras y. las guerras no fueron las formas
culminantes con que el Nuevo Mundo pudo incorporarse rápida-
mente al movimiento cultural humano. Con los navegantes y los
soldados se mezclaban hombres de ciencia, de administración,
de fe religiosa, juristas y teólogos, apóstoles sublimes de caridad
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 85
fecunda j verdaderos monstruos de tiranía insoportable. Era un
trozo de humanidad con todas sus luces j todas sus manchas,
pero fuerte y apto para iniciar desde aquellos comienzos el mo-
vimiento que al correr de los siglos dejaría en el espacio la actual
constelación de pueblos independientes, inquietos y anhelosos
por hallar su puesto entre los más adelantados y los más fe-
lices.
VII
Vinieron en pos de Colón, a manera de guías y maestros, es-
pañoles idóneos en las más delicadas disciplinas sociales: geó-
grafos y astrónomos; naturalistas y agricultores; artesanos e
industriales; humanistas y matemáticos, cuanto servía en la
Metrópoli al progreso, y acaso de lo mejor con que la Metrópoli
í^oTitaba. Difícil se hace escoger los nombres de los contempo-
ráneos que representando los esfuerzos científicos y pagando tri-
buto a la absorbente preocupación de descubrir tierras, dieron
soberano impulso al arte de navegar. Juan de la Cosa, Santa
Cruz, Morales, -San Martín, Torreño, Esquivel, Chávez y los
incontables que enriquecían con sus ilustradas observaciones el
caudal de las ciencias astronómicas relacionadas con aquel arte,
merecen ser considerados como beneméritos del progreso. Las
cartas esféricas, el modo de determinar las longitudes, el mag-
netismo terrestre, las corrientes del Atlántico y hasta el premio
de seis mil ducados de oro ofrecido por el Gobierno, al mejor
estudio sobre alguno de estos puntos, ¿no viene a probar cuan
grande era el contingente de cultura que los españoles asociaban
al propósito de la Conquista en el seno de sus naves y en la lu-
minosa actividad de sus cerebros? Claro es que no puedo olvidar
a los frailes. Estos instruyeron, doctrinaron, evangelizaron, mo-
deraron las durezas de la Conquista, consolaron al vencido, enju-
garon sus lágrimas; fueron, en fin, los verdaderos representantes
de aquella gran Isabel, cuyas obras dejaron perpetua huella en
los Anales de la caridad. Excusadme de citas: el catálogo se
haría interminable. Desde que se anexó a la Corona de Castilla
86 SOCIEDAD MEXICANA
el primer pedazo de la tierra indiana, aquellos venerables Monar-
cas, sus Ministros y sus Consejos pensaron, más que en otras
cosas, en la mejor manera de hacer felices a los nuevos vasallos.
¿Y en los provechos? También: que loS provechos en este caso
y en muchos casos de la vida, son los medios indispensables para
que hombres y pueblos puedan cumi)lir misiones elevadas, impul-
sados por los más nobles sentimientos altruistas.
VIH
Si intitulase a la época aquella, la época de los prodigios,
quizá no pecaría de exagerado. Fué prodigio el Descubrimiento,
fué prodigio la Conquista ; pero menos deslumbrante, menos rui-
doso, más extraño a la preocupación universal, se desarrollaba
paralelamente a estos sucesos, un prodigio mayor: cincuenta
años después de poner Colón la planta en la Española, todo el
Continente Americano, desde el estrecho Magallánico hasta el rio
Colorado, gozaba de una administración política, jurídica, mu-
nici])al, tan completa como la de cualquier otro país de los que
entonces se reputaban mejor organizados. Esto en cuanto atañe
a la vida política, que bien poco habría valido si no la siguiera
un progreso económico, capaz de mejorar ])()r modo extraordina-
rio la sui)uesta existencia paradisiaca de masas de hombres que
vagaban desnudos en los bos(iues, alimentándose })enosamente
de frutas y raíces. En los climas benignos del Trópico, tal vez
la vida fuese posible bajo semejantes condiciones ; pero en las
altas mesetas o en las regiones a])artadas del Ecuador, se ex])lica
la miserable condición de los aborígenes faltos de los más ele-
mentales medios de sustento y quizá entregados a la práctica
de una repugnante antro])ofagia, más por necesidad que por
aviesa inclinación. Para la civilización, es decir para los altos
fines humanos, el Descubrimiento y la Conquista habrían fra-
casado, a no preteder a la organización social en sus múltiples
aspectos, un estado económico verdaderamente redentor, como
que se encaminaba a conservar y robustecer todo cuanto el
DE GEOGBAFÍA Y ESTADÍSTICA
recieute gigantesco esfuerzo había puesto en el torrente de la
nueva existencia. Muy útil la autoridad que aplica el derecho y
desempeña la policía ; muy útil el apóstol que propaga la fe y la
moral; muy útil el maestro que enseña las letras, y las ciencias
y las artes y el trabajo y todos cuantos caminos conducen y fa-
cilitan el buen funcionamiento de la vida ; pero ni un solo paso
avanzaríamos hacia la conquista del bienestar, si el elemento
económico no sirviese de base a las otras manifestaciones de
nuestro ser. Por eso sorprende tan justamente, el maravilloso
instinto con que España procediera a dotar sin demora, al con-
tinente nuevo, de cuantos medios exigiese su mejor desenvolvi-
miento.
La exuberancia abrumante de la ñora, y la salvaje y ñera de
la fauna, en las regiones acabadas de incorporar a la corona
castellana, lejos de facilitar el proceso regular de una existencia
acomodada a las necesidades más elementales, lo entorpecí.in
y dificultaban, poniendo el sobresalto en donde debiera reinar la
tranquilidad, y el agotamiento en donde mejores medios, más sa-
nos recursos l^ hubiesen evitado.
Cierto que de América fueron a Europa cereales tan impor-
tantes como el maíz, tubérculos tan generalizados en la alimen-
tación universal como la patata, frutos tan delicados como el
cacao, tan útiles como la quina, tan necesarios como otras mu-
chas mercaderías, sin cuya presencia en los mercados, nos pare-
cería verlos incompletos.
Pero ¿qué significa esto en cambio de lo aportado, desde el
primer instante del Descubrimiento, a las costas de América,
por todas y cada una de los naves españolas? Es conmovedor el
cuidado, el cariño con que Rey, tan ensimismado en los expedien-
tes políticos, como Fernando V, recomendara a veces en instruc-
ciones de su puño y letra, a la Casa de Contratación de Sevilla,
que por ningún motivo se olvidase el envío al Nuevo Continente
de toda clase de animales domésticos, plantas, semillas, frutas
y hasta ñores, en cuanto buque despachara con destino a las
Colonias que se iban formando. Trigo, cebada, caña, arroz, cen-
88 SOCIEDAD MEXICANA
teño, garbanzos, olivos, almendros, castañas, nogales, naranjos,
perales, ciruelos, membrillos, seda, lino, cáñamo, lo que unido
en aplicaciones crecientes al nuevo estado social, había necesa-
riamente de producir una transformación rápida y satisfac-
toria.
El caballo, el mulo, el asno evitaron, en parte al menos, la de-
gradación del pobre indígena convertido en bestia de carga,
espectáculo que aun suele ofrecérsenos, no obstante la atmósfera
de cultura que pretendemos respirar.
El buey para tiro y laboreo agrario; la ternera, la oveja, la
cabra, para carnes, para lana, para leche, para queso, para cons-
tituir nuestra prijicipal alimentación ; para ofrecer al hogar una
seguridad racional de que el hambre no asomaría a sus puertas
la faz descarnada. Y luego los instrumentos que aligeran y mul-
tiplican el trabajo ; los aparatos físicos, las substancias químicas,
los productos industriales, ¿cómo no habían de ejercer una in-
fluencia predominante en la rápida incorporación del organismo
aquí encontrado, al organismo superior, representado y formado
ya conforme al ideal del Conquistador? Y este triunfo tan grande
como silencioso, lo obtenía un pueblo de siete a ocho millones
de habitantes, tildado de inepto, de apático, capaz únicamente de
ceñir los arreos de pelea y de dar tregua temporalmente a la
lanza en los campos de batalla, para acariciar contrito el rosario
bajo las bóvedas del templo. ¿Se registra en la Historia algún
hecho semejante? ¿Puede pensarse, sin pasmo, en la suma de ob-
servación, de inteligencia, de energía que tan feliz resultado
supone? Pues los infinitos deturpadores de España, ayudados
por el celo irreflexivo de un obispo español, poco escrupuloso
con la verdad y no muy entendido en cuanto a justicia distri-
butiva, ni en trescientos años han tenido tiemi)o para reconocer
ese mérito al pueblo que sin alardes ha sa])ido sumarlo al nú-
mero de sus timbres más preclaros. Y ya es tiempo de consa-
grar algunas palabras a Vasco Núñez de Balboa, cuya gloriosa
memoria nos congrega hoy, para dejar caer sobre su ignorada
tumba, las flores ideales de nuestra más pura devoción y para
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 89
convertir en leño santo el poste ignominioso en que la envidia
ruin y el odio insano de un miserable, revestido de autoridad, le
hiciera perecer.
IX
Aunque no sorprendente, resulta curioso que las tres más gran-
des figuras de la Conquista, hayan venido de la región extremeña :
Cortés, Pizarro y Balboa. Tuvo Balboa con el primero muchos
puntos de semejanza. Companero y jefe en más de una ocasión
del segundo, no se sabe que ningún lazo estrecho de amistad
les uniera. Al contrario, en la prisión y muerte de Balboa en
Acia, desempeña Pizarro un papel bien poco airoso. De la colosal
figura del conquistador istmeño, nos ha dado el insigne Quin-
tana una semblanza digna de Plutarco. Joven, educado, inteli-
gente, fortísimo, de origen hidalgo, valeroso hasta la temeridad,
ducho en el manejo de las armas, ambicioso como Cortés y como
Cortés político y prudente; leal a su soberano, pero rebelde a la
obediencia de jefes que ponían trabas a sus proyectos elevados:
rico en recursos estratégicos y en prestancias personales ; solícito
y cariñoso con sus camaradas, a los cuales atendía y curaba como
si de su propia familia fueran: llegó a obtener entre los pobla-
dores del Darién un ascendiente que lo colocaba en la categoría
de jefe iníjiscutible. No estuvo su vida exenta de lunares ni de
pecados. La huida poco honrosa de La Española, las intrigas
contra Enciso y, sobre todo, el embarque forzado de Nicuesa,
en condiciones que auguraban el fin trágico a que le expuso, no
son páginas que merezcan aplauso de ningún espíritu justiciero.
¡Pero con qué nobleza de alma supo redimirse I ¡Con cuánta
tenacidad, con cuan singular esfuerzo persiguió su ideal descu-
bridor, en bien y honra de su patria, en bien de la humanidad I
¡Qué empeño tan sostenido en aquistar riquezas y qué desinterés
tan equitativo en distribuirlas! En circunstancias parecidas,
¿hubiera habido machos hombres capaces de mejorar su con-
ducta? Los régulos de la vasta región, fueron pronto convertidos
90 SOCIEDAD MEXICANA
de enemigos en colaboradores. Careta, Ponce, Comog^-e, Chiapes,
Tunalco, Pocorosa y otros nuielios ofrecen a Balboa los medios
que demandaba la coronación de sus ambiciones. Un hijo de Co-
mogre afírma con absoluta seguridad la existencia inmediata
del mar Pacífico del otro lado de las montañas. Y así llegó el
25 de Septiembre de 1518. Los indios que sirvieron de guías en la
penosísima expedición emi)rendida en requerimiento del ansiado
mar, muestran la altura desde donde se descubría. Balboa mandó
hacer alto al escuadrón. Quiso escalar solo la montaña. Ya en
ella, — dice Quintana — "lleva ansioso la vista al Mediodía, el
" mar austral se i)resenta a sus ojos y sobrecogido de gozo y
'' maravilla, cae de rodillas en la tierra, tiende los brazos al mar
''y arrasados de lágrimas los ojos, da gracias al cielo por ha-
" berle destinado a aquel insigne descubrimiento." Pedro Mártir
comenta el suceso diciendo: ''Aníbal en la cima de los Alpes,
" enseñando a sus soldados los deliciosos campos de Italia, no
" pareció más arrogante que el caudillo español." El más extenso
mar de nuestro Globo quedó descubierto; la conuinicación con
el Atlántico, aunque corta, difícil, establecida, y nuevos, inmen-
sos horizontes abiertos al ingenio, al valor y a la audacia para
traer a las generaciones futuras el conocimiento de la tierra
que nos tocó en suerte habitar. Sobre la eminencia donde Balboa
mandara colocar tosca cruz de madera en acción de gracias al
Altísimo, se levantará pronto la estatua colosal de bronce, lla-
mada a perpetuar la gloria del gran descubridor. No por tardío
el homenaje resulta menos plausible.
X
Conocida la comunicación terrestre entre h)s dos Océanos, se
despertó con mayor energía el anhelo de encontrar el paso ma-
rino que los pusiera en contacto. Intentos y fracasos se sucedie-
ron sin interrupción. El Gobierno Español no se arredró por
ello, ni quiso ahorrar esfuerzos, ni economizar gastos. Los nom-
bres de Juan Díaz de Solís, Vicente Yáñez Pinzón, Gil González
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 91
Dávila y otros, vienen instintivamente a la memoria. Tampoco
faltaron desde entonces propósitos y proyectos, para abrir ca-
nales de comunicación entre el puerto de Caballos en la mar
del Norte y la bahía de Fonseca en la del Sur; entre Nombre de
Dios y Panamá ; entre Urabá y San Miguel ; entre Coatzacoalcos
y Tehuantepec. Hasta el prudente Felipe II encomendó un es-
tudio sobre el caso al ingeniero Bautista Antonelli, quien enumeró
los obstáculos insuperables que la ejecución de tal empresa re-
vestía y el pensamiento de tajar alguno de los Istmos, quedó
por lo pronto suspendido. No así el })aso natural. Las explora-
ciones siguieron con mayor tenacidad, pereciendo en la demanda
piloto tan ilustre como Juan Díaz Solís. Por fin el 20 de Sep-
tiembre de 1519, bajo los auspicios del Gobierno, partió de San
Lucar de Barrameda la expedición capitaneada por el insigne
Fernando Magallanes y después de graves tropiezos y sangrien-
tas peripecias, tuvo la fortuna de descubrir y atravesar el Estre-
cho que lleva hoy su glorioso nombre y arribar a la región de la
Especiería navegando siempre rumbo a Occidente. El sueño de
Colón quedaba realizado, si bien en condiciones poco prácticas
para el comercio universal. Esto no restó un átomo a la sorpresa,
a la admiración que el viaje de Magallanes causara, terminado
felizmente por su compañero de glorias y fatigas, Juan Sebastián
Elcano. I*or primera vez, una nave española, la nave Victoria,
había dado la vuelta al mundo. Prinius me cirxumdedisti, pudo
escribir Elcano en su escudo. Ante tal suceso, un colector de
viajes tan apreciado como Juan Bautista Ramusio, exclama ra-
diante de entusiasmo: "El viaje hecho por los españoles en el
*• espacio de tres años alrededor del mundo, es una de las cosas
" más grandes y maravillosas que se han ejecutado en nuestro tiem-
" po y aun de las empresas que sabemos de los antiguos, porque
" esta excede en gran manera a todas las que hasta ahora co-
" nocemos." Mas, eso no obstante, la situación del Estrecho de
Magallanes al extremo austral del Nuevo Continente, motivó
que la travesía por aquel pasaje se hiciera de tarde en tarde,
o quedase punto menos que abandonada. Fué necesario que pi-
92 SOCIEDAD MEXICANA
ratas ingleses, franceses y holandeses penetrasen por el peligroso
portillo, a ejercer su profesión, para que se tomasen medidas enca-
minadas a destruir y castigar tan infame tráfico.
XI
No voy a detenerme en la expedición de García de Loaisa,
salida de La Coruña el 24 de Julio de 1525. Los contratiempos
de esa expedición vinieron a confirmar las escasas ventajas que
el paso por Magallanes ofrecía al comercio con el Oriente, soli-
citado con tanta avaricia aun antes de que el Pacífico fuera
descubierto. Pensóse entonces, con buen acuerdo, que para evitar
los enormes rodeos que suponía la navegación hasta doblar los
extremos meridionales de África o del Nuevo Mundo, convenía
procurarse un derrotero más en consonancia con las necesidades
que el tráfico respecto del Asia imponía. Fijóse la atención en
Nueva España como base natural para organizar las expedicio-
nes apropiadas al objeto. Cortés abarcó rápidamente la idea y no
vaciló en armar buques exploradores que se encargasen de la
investigación detenida de nuevos lugares de posible comunicación
entre el Atlántico y el Pacífico. En 1522 empezó su obra aunque
sin resultado. El mismo embarcó y visitó en California el Golfo
que lleva su nombre. En 1526 recibió orden de Carlos V, para
mandar a las Molucas las naves que tenía en Zacatula, en re-
querimiento de las escuadras de Magallanes, Loaisa y Caboto,
por cuya suerte se abrigaban temores. Puestas tres carabelas
bajo el mando de Alvaro de Saavedra Cerón, llegaron a su des-
tino, pero no pudieron regresar a la Colonia. De Acapulco salió
con dos buques en 1532 Diego Hurtado de Mendoza y dirigién-
dose hacia Occidente, llegó hasta Culiacán. Fortun Jiménez con
una sola nave viajó hacia el Norte y reconoció la Península y el
Golfo de California en 1533. En 1537 salió Hernando de Gri-
jalva con dos naves y buena cantidad de gente a socorrer al Perú.
En 1539 salieron de Acapulco tres buques bajo la dirección de
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 93
Francisco de Ulloa. Reconocieron California al Este v al Sur
y entra en escena el insigne virrey D. Antonio de Mendoza.
Hernando de Alarcón, Domingo del Castillo, Juan Rodríguez
Cabrillo, Bartolomé Ferrelo, llevaron las expediciones al Noroes-
te hasta el grado 43. Pero todo esto se hacía, por decirlo así, en
los ensanches de la Nueva España, que tan importante papel
jugaba en cuanto atañía a navegaciones hacia el Noroeste y ha-
cia el Asia. Los nombres de Cortés, de Mendoza, de Velasco, re-
presentantes de la autoridad española, surgen espontáneamente
para darnos idea de la protección inagotable de aquella autori-
dad, a toda suerte de descubrimientos. Casi parece ocioso decir
que los esfuerzos correspondían a la magna preocupación de en-
contrar al Noroeste el paso de conexión entre los dos grandes
océanos que tantos obstáculos y peligros ofrecía por el extremo
Sur. El mismo Consejo de Indias instaba a Carlos V para que
ordenase a Cortés en Nueva España, a Alvarado en Guatemala
y a Pedrarias en Nicaragua, que organizasen expediciones descu-
bridoras, en solicitud de nuevos estrechos por donde la comuni-
cación pudiera facilitarse. La leyenda y la imaginación venían
en apoyo de tales anhelos, manteniendo viva la llama de topar en
el espacio con aquello que el espíritu miraba como indiscutible.
El apócrifo viaje de Maldonado suponiendo haber salido de Lisboa,
tocar la costa de Labrador y entrar por un estrecho a la mar del
Sur, no pasó nunca de una pobre invención. Y la expedición atri-
buida a eTuan de Fuca, bajo los auspicios del virrey de Nueva
España, que pretendía haber hallado el ansiado estrecho entre
los 47° y 48° de latitud, por el cual había cruzado a la mar del
Norte, investigaciones posteriores la volvieron a su completa
falsedad. No por eso penetró el desaliento en los ánimos. Por
tierra y por mar se continuaron las expediciones a California
Baja y Alta, sin desistirse de los tradicionales propósitos. El
virrey D. Antonio de Mendoza y el Capitán General D. Hernando
Cortés se disputaron en alguna ocasión la gloria de avanzar los
descubrimientos al Noroeste de Nueva España. Todavía en' 1592,
bajo la errónea creencia de que las costas de California se pro-
94 SOCIEDAD MEXICANA
longaban hasta la China o que remataban en el estrecho de Anian,
por donde debía encontrarse el paso apetecido, emprendió Gali
un viaje, — ordenado por el quinto virrey de México — de Aca-
pulco a Filipinas, de aquí a Macao y de Macao otra vez a Acapul-
co, habiendo recorrido las costas de California desde los 57i/^°
de latitud hasta el cabo de San Lucas, sin hallar lo que buscaba
ni resolver la duda acerca del término de aquel litoral. Por esta
época parece que entra en juego un nuevo factor, estimulante
de las expediciones a California. Había en primer término ne-
cesidad de ofrecer resguardo a la nao de China que forzosamente
en su derrotero reconocía aquellas costas, y urgía impedir que
extranjeros peligrosos se estableciesen en la tierra, ya que por
mar se habían resentido los graves daños de sus recientes pira-
terías, l^enetrando por Magallanes en 1578, el célebre bandido
de la mar Francisco Drake, recorrió entre otros litorales el de
Nueva España y después de pei-manecer en California cierto
tiempo, regresó a Europa por el Cabo de Buena Esperanza, sin
duda pai-a gozar del fruto de sus incontables rapiñas. Inspirado
en tan tentador ejemplo, otro héroe inglés, Tomás Caveudish,
emprendió en 158() viaje igual, saqueando e incendiando las cos-
tas de Chile y el Perú y apoderándose cerca del Cabo de San
Lucas, en Baja California, del Galeón Santa Ana que venía de
Filipinas ricamente cargado. Tales sucesos, era natural que avi-
vasen el empeño del Gobierno Español de poner el pie firme en
aquel lejano territorio, con tanta más razón cuanto que el comer-
cio de las Colonias americanas con Asia empezaba a alcanzar
bastante importancia.
Desde 159C el virrey D. Luis de Velasco ordenó que saliese de
Manila la nao San Agustín, para reconocer el puerto de San
Francisco. Se supo que la nave llegó a su destino, pero no queda-
ron noticias de su paradero final.
En 1596 salió de Acapulco Sebastián \'izcaíno con tres naves
a reconocer y poblar California, pero después de penosas vici-
situdes, la expedición fracasó. Los viajes marítimos por las cos-
tas de Nueva España al Norte, durante el siglo xvi, dieron fin
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 95
con esto, traj^endo el beneficio de conocer un muy extenso litoral,
ignorado hasta entonces.
El siglo XVII no dio muestras de menor actividad en los des-
cubrimientos de California y en el empeño de poblarla. Rajo el
mando del mismo Sebastián Vizcaíno se organizó en 1()02 una
expedición que visitó los puertos de San Francisco, San Diego
y Monterrey : este viaje fué de escaso fruto. Después se presentan
otros navegantes que más que en descubrimientos científicos se
ocuparon en el rescatamiento de perlas que tanto abundan en
aquella región. Los nombres de Iturbi, Ortega, Carbonelli, Cestin
de Cañas, González Barriga, Casanate, Pifíadero, Lucenilla, Oton-
do, Itamarra, no resultaron dignos de mención.
Corresponde al siglo xviii un movimiento mejor dirigido en
el sentido indicado. Los tenientes de navio D. Ignacio Arteaga
y D. Juan de la Bodega y Cuadra, se encargaron de nuevas
exploraciones, navegando hasta los 61° de altura y reconociendo
ensenadas, islas, canales, costas y puertos y tomando posesión
de aquellos lugares apropiados al futuro dominio del territorio.
Ya entonces, — 1779 — se sabía que al Norte de California exis-
tían ciertos establecimientos rusos de reciente formación. D. Es-
teban José Martínez y D. Gonzalo Gabriel López de Haro fueron
los encargados de cerciorarse y de informar sobre tal suceso.
En efecto, los rusos mantenían desde veinte años atrás algunos
establecimientos sobre el territorio de Onalaska, con 500 habi-
tantes. Más tarde, en 1789, el virrey Conde de Revillagigedo
ordenó el alistamiento de nueva expedición que reocupase y
colonizase la bahía de Nutka, codiciada por rusos e ingleses.
Don Francisco Eliza, D. Salvador Fidalgo y D. Manuel Quimper
cumplieron a satisfacción tal deseo, en perfecta inteligencia con
los rusos.
El viaje de Malaspina alrededor del mundo, emprendido desde
Cádiz en 1789 y poco menos conocido que los de Cook, Laperouse
y Vancouver, no exige de mi parte examen minucioso. Basta
con citarlo. Al nombre de Malaspina deben agregarse los de
Valdés, Galiano, Espinosa, Maurelle, Cevallos y otros pilotos y
96 SOCIEDAD MEXICANA
oficiales cuyos estudios y trabajos constituj^eron valiosos elemen-
tos de éxito en aquella célebre expedición. Los de D. Jorge Juan
y D. Antonio de Ulloa, ocupan un primer lugar en los anales
de la ciencia^ al lado de Condamine.
En 1793 los viajes de altura al Noreste y las exploraciones
consiguientes, parecían agotados. El previsor virrey Revillagí-
gedo debió estimarlo así cuando determinó suspenderlos y de-
dicarse a consolidar y organizar lo conquistado por mar y tierra.
Es cierto que hacia fines del siglo xvii tanto en California
como en Nuevo México, se había logrado la rudimentaria colo-
nización de las Misiones. Los padres Kino, Salvatierra y otros
evangelizadores de igual fe y poderosa energía, alumbraron aque-
llos amplios desiertos con la luz de la civilización, mientras los
elementos civiles y militares iniciaban el reconocimiento de cos-
tas, ensenadas y puertos al tráfico universal.
La fábula se había desvanecido. Las Siete Ciudades prometi-
das por Fray Marcos de Niza, quedaron reducidas a la inconsis-
tencia de un sueño. La poderosa Ciudad de Quivira se evaporó
al impulso irresistible de la realidad. El Estrecho por tantas
leyendas descrito, que comunicara el Pacífico con los mares Bo-
reales, siguió manteniéndose en el espacio vacío de la fantasía.
Permítaseme, sin embargo, pensar hoy, con honda satisfacción,
que las imaginaciones desbordadas de los siglos xvi_, xvii y
xviii en sus más ambiciosos vuelos, no alcanzaron a presagiar
la pasmosa grandeza con que ahora puede ostentarse ante el mun-
do, la inmensa y salvaje California de los modestos pilotos y de
los humildes frailes españoles.
Retrocedamos al siglo xvi. Quizá los empeños de buscar el
Paso deseado por el extremo Norte, descuidó un poco la comuni-
cación entre Nueva España y el Asia. Aun más que esto, los
fracasos de todo intento de regreso, contrariados los by(iues por
los vientos y detenidos por las corrientes, constituían barrera
insuperable al desenvolvimiento y utilidad del Cambio entre el
Asia y América. Hasta 1542 no se reanudó seriamente esta inte-
resante travesía. Fué el ilustre virrev D. Antonio de Mendoza
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 97
I
quien en 1542 puso una flota bajo el mando de Ruy liópez de
Villalobos, la cual, partiendo del puerto de Navidad, enderezó
su rumbo al Poniente en solicitud de las islas por Magallanes
y compañeros descubiertas. Logró el objeto de ida, pero las veces
que intentara la vuelta se vio forzado a retroceder. Diez y siete
anos más tarde Felipe II ordenó al virrey D. Luis de Velasco,
que bajo las órdenes de fray Andrés de Urdaneta equipase una
flota destinada a las Molucas. Urdaneta no aceptó el gobierno
de la expedición, sino que se puso al servicio de la misma, zar-
pando del puerto de Navidad el 21 de Noviembre de 1564 al
mando del adelantado Miguel López de Legazpi. Era el buen
fraile un verdadero loho de vuir. Navegó muchos años en el Sur
y acompañó a Loaisa a las Molucas en 1525. Unido a Saavedra
en 1527, quiso volver a Nueva España un año más tarde, sin
lograr en aquella coyuntura su ansiado objeto. Dio la vuelta al
mundo en 1536, retornando a í^spaña por el Cabo de Buena
Esperanza. Volvió a México en 1542, tomó aquí el hábito de San
Agustín y ya anciano, emprendió con Legazpi el viaje que había
de dejar trazado para siempre el derrotero de ida y vuelta a las is-
las de la Oceanía. El 1.° de Julio de 1565 en buque puesto a su
disposición en Zebú por Legazpi, mandado por Felipe de Salcedo,
emprendió Urdaneta el retorno a la Nueva España y arribó a
Acapulco el 3 de Octubre del mismo año. De esta manera, por la
inteligencia y el esfuerzo del Padre Urdaneta y por haber sabido
determinar en las Cartas respectivas la dirección de los vientos
propicios, que Juan Fernández hubiera antes indicado, para la
navegación del Pacífico, quedó abierto, primero para España y
después para la humanidad, un camino que mientras la apli-
cación del vapor no se descubriera, habría forzosamente de utili-
zarse por cuantos quisieran fomentar el cambio entre la América
del Pacífico y el Asia del extremo Oriente. A tan importante
conquista va unido con gloria imperecedera el nombre de Ur-
daneta.
98 SOCIEDAD MEXICANA
XII
Iiiteiicionalmente me he detenido en el examen de los trabajos
de navegación emprendidos desde la Nueva España durante tres-
cientos años, porque fueron, sin duda, los que revistieron mayor
importancia universal. Me refiero al Tacífico. No por eso quiero
decir que en el otro gran virreinato español, situado hacia el
extremo austral de América, la ociosidad hubiera encontrado
íi cómodo. Bajo los auspicios del Perú, Ladrillero y Sarmiento
levantaron los planos que por muchos años sinieron para atra-
vesar el Estrecho de Magallanes. Mendaña descubrió las Mar-
quesas y las islas de Salomón. Quirós exploró las Nuevas Hébri-
das. Y el Dr. Corney habla de las expediciones organizadas en
Lima a las islas de la Pascua y Tahiti, antes que las visitase el
Capitán Cook. Pero como mi punto de vista es nmy concreto,
no quiero ponerlo fuera de sus límites.
Xlll
Del relato ([ue he venido haciendo se desprenden reflexiones
que bien pudieran encaminarse a considerar cómo la moral y la
justicia han sufrido a través de la historia, largos y penosos
eclipses colectivos. Hoy mismo, al recorrer arrogantes y victo-
riosos muchos pueblos el camino de la grandeza, se olvidan de los
heroicos peones que les abrieron la brecha. No podremos corre-
girlo, pero sera bueno ai>untarlo.
Mediante esfuerzos colosales, España descubrió, organizó, ci-
vilizó, gastó sus energías hasta acercarse al agotamiento, mien-
tras otros pueblos atentos a sus particulares intereses, se ence-
rraban en un egoísmo criminal muchas veces, perturbador de la
armonía internacional siempre. El papel más repugnante que ta-
les pueblos se adjudicaron, fué el de repartirse por turno, o si-
multáneamente, la tarea de calumniar, de vilipendiar a la nación
(pie había cometido el grave pecado de regalar a la humanidad
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 99
uii mundo. Y en tres largas centurias, sólo cuando algún hombre
extraordinario como Humboldt, proyectaba sobre los anales la
luminosa antorcha de su juicio, podía verse algo más que las
manchas buscadas afanosamente por la estrechez y ruindad del
criterio unilateral.
Si en este género de luchas y de rivalidades por las riquezas
y por el dominio, pudiera sorprendernos algíin fenómeno, de
cierto que nos sorprendería la protección y los honores que Go-
biernos aparentemente celosos de su moralidad, otorgaban a los
bandidos de la mar, los más desalmados, quizá, de cuantos cri-
minales alteraron el orden social desde el siglo xvi al xviii
inclusive. Ingleses, franceses y holandeses, no recataban apoyo
y simpatías a sus respectivos piratas, dedicados en las costas
americanas al saqueo, al incendio, al asesinato, a la violación;
a dar suelta a todas las plagas, a todas las furias, a la embria-
guez de todos los crímenes sobre pueblos inocentes. Inglaterra,
la púdica y moralizadora Inglaterra, dio en este punto algunos
ejemplos, que presumo borrarían de buen grado sus mejores hijos,
de las páginas en que están consignados. De uno de ellos, aca-
so de los más elocuentes, daré aquí noticia, tomándolo de los
estudios del insigne geógrafo mexicano D. Manuel Orozco y Be-
rra. Dice así: "El 4 de Abril de 1581, la Keina Isabel comió a
" bordo con el almirante Drake, — el más famoso de todos los
"piratas — en Deptford; después de la comida le confirió solem-
" neníente el título de Caballero, diciéndole que sus grandes ac-
" clones le honraban más que aquel título. El navio de Drake se
^' conservó por mucho tiempo, a semejanza del de Sebastián
" El cano en Sevilla y cuando se destruyó, se mandó construir
" de sus reliquias un sitial que todavía existe en Oxford y se
" enseña como objeto *de curiosidad. En 1588 llegó Drake a las
" altas funciones de gran almirante de Inglaterra."
Los comentarios salen holgando. España calumniada, vilipen-
diada durante tantos siglos, trabajaba buena y noblemente por
extender la justicia y el bienestar en sus colonias, hasta donde
lo permitían los tiempos y el espíritu de orden y progreso lo
100 SOCIEDAD MEXICANA
iba exigiendo. Y mientras tanto, las hordas feroces de bando
leros que acabo de mencionar, procuraban apoderarse de las
riquezas que honrada j pacíficamente los habitantes de nuestra
América habían acumulado. Y ¡contraste sorprendente! los la-
drones recibían de sus respectivos Gobiernos — ^representantes
de la civilización — las más elevadas distinciones, en tanto que
el pueblo expoliado, recogía las censuras más amargas de los mis-
mos que le dañaban. ;Ah! si alguna vez la historia llega a ser
imparcial, con cuánta dureza tratará a quienes proclamando la
justicia entre los suyos, la olvidan y escarnecen cuando se trata
de los extraños.
XIV
Y termino. La era de los descubrimientos no ha concluido, no
concluirá jamás. En el mismo orden geográfico todavía estamos
corriendo en pos de la situación de los Polos. Apenas comenza-
mos a levantar una punta del velo que cubre el hondo misterio
de la naturaleza. ¡El macrocosmos! ¡El microcosmos I Arriba
y abajo y en todas partes lo ilimitado, lo insondable. ¿Y en el
mundo espiritual? ¿Quién será capaz de encontrar límites a
investigaciones que forzosamente han de anegarse en lo incon-
mensurable del tiempo y del espacio? Pero ¡descubrir! Tal es y
tal será la eterna misión humana. ¿Pertenecemos a la raza de los
descubridores? Ciertamente. El caso es conocer qué nuevo campo
nos tocará explorar. Puede encontrarse heroísmo entre los que
ayer se lanzaron a lo ignoto en el pavoroso Océano, como en los
que hoy afrontan el peligro de elevarse a las nubes, para ofrecer,
quizá, al movimiento universal nuevos y' más fáciles caminos.
Y hay heroísmo conmovedor, sublime, en esa masa de hombres
que, rodeados de todos los halagos de la fortuna, se entregan
estoicamente a la muerte por salvar a la mujer y al niño, como
aconteció en la catástrofe del "Titanic." ¿No es verdad que ante
el descubrimiento de esta encantada isla de amor, se impone el
DE GEOGEAFÍA Y ESTADÍB'TICA , . . 101.
anhelo de seguir explorando en los mares ilimitados de la hu-
manidad? La abnegación como conducta y el heroísmo como
fuerza, parecen componer las dos hermosas carabelas en que
debemos embarcarnos, para tocar algún día los mundos descono-
cidos de una más cumplida perfección.
Telesforo García.
1513-1913
POR SIR CLEMENTS R. MARKHAM, K. C. B., F. R. S.^
Estudio presentado a la Real Sociedad Geográfica de Londres y tra-
ducido especialmente para la Sociedad Mexicana de Geogra-
fía y Estadística, por el señor ingeniero D. Manuel Bonilla.
En varias ocasiones hemos conmemorado los recuerdos de fa-
mosos geógrafos y descubridores de pasadas edades; de Pytheas,
el descubridor de nuestra isla ; de Colón ; del Príncipe Enrique el
Navegante y de Vasco de Gama ; de los Cabotos ; de nuestros na-
vegantes Isabelinos en general y de Franklin y sus compañeros
desaparecidos. Tales conmemoraciones han tenido por objeto le-
vantar y mantener el interés por la Geografía Histórica, que es
una parte esencial de nuestra Ciencia, y creo que el propósito se ha
realizado.
Deseo ahora llamar la atención de la asamblea bacía un grande
y muy importante descubrimiento, el del Océano Pacífico, y a sus
resultados. Su descubridor fué uno de los mejores conquistadores
españoles, uno que venció con los más plausibles métodos, las
1 Este trabajo y el del Sr. D. Eomán Rodríguez Peña, que va a conti-
nuación, se publican en este boletín por haber sido preparados especial-
mente con motivo del centenario. — Isidro Rojas, Director del Boletín.
104 SOCIEDAD MEXICANA
mayores dificultades, cuya vida fué tan romántica como su muer-
te triste y deplorable.
Este aniversario será en septiembre próximo, pero como en-
tonces se habrán suspendido nuestras sesiones, lo celebramos
ahora: — en el aniversario de la época de la preparación. Nues-
tro héroe de esta noche es Vasco Núfíez de Balboa ; su hazaña,
el descubrimiento del Océano Pacífico hace 400 años. Es impo-
sible que hond)re alguno, realizador de grandezas, haya comenzado
bajo condiciones más deprimentes y en apariencia más sin es
peranza.
Dos grandes expediciones habían sido enviadas de España y
Santo Domingo para colonizar las costas de Cartagena a Veragua.
Ambas fueron mal conducidas, sus jefes muertos, los supervi-
vientes diseminados a lo largo de la costa, muriendo de fiebre
y de hambre. Sus restos miserables, del Golfo de Darién regre-
saron en un barco destartalado y haciendo agua, pero, fueron
devueltos. El problema consistía en convertir esta hampa desas-
trada en una colonia laboriosa sin ayuda extraña. Pocos serían
quienes lo intentasen ; mucho menos los que podrían triunfar.
¿Y quién fué el designado? Un fugitivo sin dinero, sin autoridad,
sin nombramiento oficial de ninguna clase, un intruso en el buque
de Enciso, furtivamente embarcado en un tonel para escapar de
sus acreedores. Así es como se habla de Vasco Núñez de Balboa
por primera vez.
El nombre de Enciso me lleva a pedir a la Asamblea que me
siga en una breve digresión. Deberíamos conservar el recuerdo
de los geógrafos per se de los tiempos antiguos. Martín Fernán-
dez de Enciso conocía toda la Geografía de su época. Era agri-
mensor y cartógrafo. Era un buen observador. Su latitud del
Cabo de la Vela es absolutamente correcta. Tan buen fisiógrafo
era que pudo describir lo que vio, con detalle y precisión. Su
"Suma de Geografía," que contiene 80 fojas (Sevilla, 1519), es
rarísima ; hace poco se vendió un ejemplar en £ 80. Podemos vene-
rar la memoria de este geógrafo pc7- se, aunque impelidos de otor-
garnos este título.
DE GEOGKAFÍA Y ESTADÍSTICA 105
Volvamos a nuestro héroe. Enciso lo desembarcó entre el aban-
donado pueblo del Fuerte en el Golfo de Darién y se hizo a la
"vela. Fué reconocido desde luego como un jefe natural. Tenía
influencia magnética sobre los hombres, que se sentían atraídos
a confiar en él. Aun el feroz Francisco Pizarro, que era mayor
y estaba entonces al cargo, se convirtió en seguida en subalterno
suyo. El primer cuidado de Vasco Nüñez consistió en reunir
los restos diseminados de las anteriores expediciones, algunos
del Fuerte de Uruba y otros refugiados a lo largo de la costa,
viviendo entre los indígenas. Era una empresa difícil; pero gra-
cias a la energía del individuo, se llevó a cabo. Alimentó al ham-
briento, curó al enfermo, repartió tierras y ayudó a construir
chozas para los capaces, y las cosas empezaron a mejorar. Pe-
ro la gran dificultad consistía en la provisión de alimentos.
Para esto eran obstáculo principal la conducta torcida de
sus predecesores, que habían robado y tratado cruelmente a los
nativos. Vasco Núfiez tenía que ganar su confianza y contra-
rrestar la suspicacia ocasionada por las crueldades de Ojeda
y otros que le habían precedido. Tuvo éxito con los indígenas
como lo había tenido con sus compatriotas, ^us intentos con-
ciliadores apaciguaron las tribus bélicas que ardían bajo el sen-
timiento de crueles injurias no vengadas. Quedaba todavía el
aventurar en busca de lejanas provisiones. Frecuentemente tenía
que atravesar con sus hombres millas de pantanos bajo un sol
quemante, desnudos y con sus ropas en los escudos sobre sus
cabezas, antes de llegar a los campos cultivados e inducir a los
nativos a llevar sus productos al mercado español. Con el tiempo,
no obstante, esta sabia política suya, su energía y su paciencia,
vencieron todos los obstáculos, los mercados estuvieron plenos
en la vecindad de su Fuerte, y se estableció la confianza en la jus-'
ticia e integridad del gran jefe.
Se llegó entonces la necesidad de que Vasco Núñez pretendie-
ra el socorro que sus éxitos le daban derecho a esperar. Tenía a
su mando una raquítica embarcación j la envió a Santo Do-
mingo con la demanda urgente de auxilio y reconocimiento. El
106 SOCIEDAD MEXICANA
Almirante, hijo de Colón, re8i)ondió a las dos solicitudes. Se
le despacharon dos barcos con provisiones y Vasco Núfíez reci-
bió de la Audiencia de Santo Domingo el nombramiento de
Alcalde Mayor, o Primer Magistrado de la Colonia que habla
constituido.
Vasco Núfíez dedicó entonces su atención a los descubrimientos
de la región ístmica, a reunir noticias acerca de los criaderos de
oro y de oíros recursos del país. Se hizo amigo íntimo de los
jefes nativos, los de Coiba, Pomogre y Pocorosa y estableció con
ellos las relaciones más cordiales. Se conserva en la colección de
Navarrete una larga y detallada relación de Vasco Núíiez de P>al-
boa al Emperador Carlos V, en la que describe todos sus proce-
dimientos.
Fué en aquellos días, mientras visitaba y reunía informes de
los amigables jefes de Darién, cuando supo Vasco Niiñez, por el
hijo de uno de los jefes, la estupenda noticia de que al otro lado
de las montañas existía un Océano vasto y sin límites. Entonces^
con unos cuantos compañeros y guiado por sus amigos del lugar,
forzó su paso a través de la densa floresta, y escaló las alturas
hasta que la amplitud del Océano brilló ante sus atónitas mi-
radas. El poeta Keats evoca un sentimiento parecido a aquel..
''Cuando Núñez midió con su mirada
El Pacífico mar bajo sus pies,
Y sus hombres se vieron, sorprendidos,
Silenciosos, en lo alto del Darién."
Hay momentos en los cuales la palabra es del todo incai)az i)ara:
expresar las ideas, y aquel fué uno de ellos. Estaban "silenciosos,
'sobre un picacho del Darién."
La leyenda refiere que Vasco Núñez de Balboa descendió por
las vertientes occidentales y penetró en el mar, ondeando la»
banderas de Castilla y Aragón sobre su cabeza. Así puede haber
sido.
Es cierto que dedicó los pocos años que le restaron de vida a la
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 10(
construcción de embarcaciones con objeto de navegar en el Océa-
no por él descubierto.
El nombre de Océano Pacífico se debe al hijo del cacique de
Comogre que dio informes a Vasco ís^úñez sobre su existencia,
pues le dijo que el otro grande Océano estaba siempre quieto y
jamás bravo como el mar Caribe.
Yo veo el descubrimiento del Océano Pacífico como la mayor
hazaña que se llevó a cabo en aquella época de osadías, porque
fué debida tanto a la política humanitaria como al valor y la re-
solución del descubridor, tanto a sus dotes de estadista como a
sus cualidades de jefe.
Desde entonces hasta su muerte, el propósito de la vida del
descubridor fué navegar en este Océano Pacífico. Suplicó al Em-
perador que le permitiese completar la empresa que tan bien
había comenzado. La respuesta consistió en el envío de un bus-
cador de oro, sin principios, de carácter violento e incompetente,
pero influyente en la Corte, para que lo invalidase con una gran
cantidad de tropas. Pedrarias llevaba consigo un obispo que era
un buen hombre, pero llevó también una turba de aventureros
de la peor ralea. Fué a fines de julio de 1514 cuando Pedrarias
con sus hombres llegó a Santa María de Uraba, y como rasgo
característico de Vasco Núñez, se cita que fué encontrado en
mangas de camisa ayudando a un colono a remendar su casa.
Debido a la intervención del buen Obispo Que ved o, se permitió
al fin a Vasco Núnez que se ocupara en botar embarcaciones
en el Pacífico. Había ya visto su sabia política trastornada, los
nativos amigos convertidos en adversarios, y escribió al Empe-
rador una carta llena de desesperación. Le quedaba la construc-
ción de los barcos en las playas del Pacífico, para salir a hacer
nuevos descubrimientos.
Vasco Nimez dio los primeros pasos enviando a Francisco Ga-
ra vita a Cuba, para traer los materiales de construcción de los
buques o bergantines como se les llamaba. Se formó un puerto
en un lugar llamado Acia, para descargar allí los materiales
y de allí debía construirse un camino a través de las montañas al
108 SOCIEDAD MEXICANA
otro lado del Istmo. La madera se cortó y arregló en Acia, donde
se habían desembarcado los herrajes, las jarcias j el resto de los
enseres de los buques.
Fué empresa hercúlea conducir todo esto a través de los densos
bosques y sobre las montarías. El jefe Careta, suegro de Vasco
Xúñez, proporcionó los conductores. Sufrieron mucho por falta
de provisiones; pero Vasco Núñez era el hombre para las dificul-
tades y fué bien secundado por subalternos de su elección.
Finalmente, los materiales fueron conducidos a las ])layas del
Golfo de San Miguel. Se emprendió entonces la construcción de
los barcos ; pero todavía faltaban contrariedades. Una marea
excepcional vino a arrastrar una parte de la tablazón, seimltando
otra en el lodo y los trabajadores hubieron de salvarse trepando
a los árboles. Se azueleó nueva madera en el mismo sitio, debién-
dose a las grandes y raras cualidades de Vasco Xúñez, a su
influencia magnética sobre los hombres, lo mismo que a su asidua
atención a los detalles, el que los buques se completaron al fin y
fueron botados. Tenía cuatro buques y 800 hombres listos ])aT'a
navegar en el Mar del Sur.
Tin astrólogo veneciano había dicho una vez a Vasco Niifíez
que cuando viese cierta estrella, que le nombró, en determinada
])arte del cielo, su vida estaría en peligro. Una tarde, después de
que los barcos estuvieron listos para navegar, vio la estrella
fatal en el cuadrante indicado por el astrólogo. Se rió de la pre-
•dicción porque ;.no estaba él en camino de hacer fortuna? Al
día siguiente recibió un mensaje urgente de Pedrarias, pidiéndole
que fuese inmediatamente a Acia j)ues su consejo era necesario
en asunto de importancia. Com])]etamente ajeno de toda traición,
Vasco Núnez salió desde luego obedeciendo al llamado. Precisa-
mente junto al cantón de Acia fué arrestado y atado ])or su
antiguo amigo y subalterno Francisco Pizarro. El gran descu-
bridor exclamó: ¿Qué es esto Francisco? ¡No era de (pie vinieses
a recibirme de este modo!
No nos extenderemos en los detalles del asesinato. No fué
siquiera un asesinato judicial, pues el Juez Espinosa ])rotestó.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA ~ 109
Tuvo lugar en 1517, cuando Vasco Niiñez contaba su 42.° año
de edad.
La muerte de Vasco Niifiez fué una de las mayores calamidades
para los nativos. Había formado su flotilla en el Golfo de San
Miguel y estaba para darse a la vela en el Océano desconocido
que él había descubierto. Pudo así haber descubierto el gran
Imperio de los Incas, y la conquista del Perú habría sido una
historia diferente de la que hoy está entretejida con el nombre
del falso amigo de Vasco Núñez, el desalmado Francisco Pizarro.
Porque Vasco Núfíez era un hombre nacido para gobernar a sus
semejantes. Tenía el verdadero genio del estadista y del gue-
rrero; era tan humano y juicioso como firme en sus propósi-
tos y de energía indomable. Y este tan grande hombre estaba
destinado a perecer bajo el celo ruin de un rufián incapaz, a
quien daba el poder la influencia cortesana!
Pedrarias empleó los buques de Vasco Núñez en lecorrer la
costa hasta una bahía donde fundó la ciudad de Panamá en 1519.
Los mismos barcos sirvieron después para el descubrimiento
de las costas de Burica y Nicaragua.
Y ahora cuánto, o mejor, cuan poco, sabemos nosotros de este
famoso Istmo de Darién, cuan jíoco, a pesar de que ingenieros
franceses y americanos han estado llamando la atención del mun-
do hacia sus trabajos por un largo curso de años.
Vasco Núñez de íJalboa hizí) los descubrimientos y el diligente
Pascual de Andogoya la descripción de ellos. Wafer vivió algún
tiempo entre los indígenas y escribió un interesante relato sobre
el particular.^ Mi viejo colega Laurence Oliphant, nos habló del
río Bayanos, en la parte más estrecha del Istmo.- Elliot Warbur-
ton escribió un rehito encantador sobre la desgraciada colonia
Escocesa. Pero no conozco ninguna descripción geográfica satis-
factoria y completa, ya sea de la cuenca del Bavanos o de la del
1 ''Viajes de Dampier" 3, pág. 344 (ed. 1729),
2 En 1865.
lio SOCIEDAD MEXICANA
Chacunague. Hay todavía iiiuoho (pie hacer y que ai)reiuler, para
los geógrafos, en este Istmo de Darién,
Nunca se dijeron palabras más ciertas y necesarias que cuando
nuestro Presidente recordó enfáticamente a la Sociedad que no
podría haber mayor error que suponer terminados los trabajos
de exploración, y cuando expresó su convicción de que hay to-
davía bastante trabajo para viajeros y exploradores en los próxi-
mos cien años. ^
Ahora consideremos los resultados del descubrimiento hecho
por el héroe asesinado. Veremos cómo las dificultades de la Na-
vegación del Océano Pacífico fueron vencidas por hombres cuyos
servicios eran de secundaria importancia comparados con los del
descubridor ; veremos cómo la navegación fué retrasada ; cómo
por ese retraso la comunicación se aplazó y el tráfico del comer-
cio se hizo casi imposible en varias de las principales rutas
del Pacífico y cómo al fin se resolvieron los problemas })or hom-
bres dotados con una parte del genio de Vasco Núñez de Balboa.
Veamos primero la costa occidental de Sud-América. Es bien
sabido bajo qué penosos avances, el piloto de Pizarro, Bartolomé
Ruiz, llevó al despiadado invasor a lo largo de la costa. Cómo,
en la Isla del Gallo, sólo dieciséis hombres pudo conseguir que
lo acompañasen y continuar la empresa, debido al hambre y a las
dificultades. Pero cuando hubo de seguir el viaje de Callao a
Chile se hizo todavía más difícil y tedioso. Había un viento cons-
tante del Sur y una corriente antartica, la llamada corriente de
Humboldt. Era más fácil ir por tierra de Perú a Chile por el vas-
to desierto de Atacama, que por mar.
Juan Bautista de Pastena, un piloto genovés, era considerado
como uno de los mejores marinos de la Costa y sin embargo,
en 1547 cuando fué enviado a Chile a llevar las noticias de la
rebelión de Gonzalo Pizarro a Pedro de Valdivia, empleó ocho
meses en el viaje, fondeando noche a noche.
1 Enero 15, 1912. Journal de la R.G.S. Vol. 39, núm. 3, pág. 218.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA IH
Diez años después, cuando los españoles estaban acosados por
los indios Araucanos en Chile y con grave necesidad de refuerzos,
se repitió el caso. Diez buques salieron del Callao bajo el mando
de D. García Hurtado de Mendoza, después Marqués de Cañete
y famoso virrey del Perú. Llevaba consigo al poeta Alonso de
Ercilla, que cantó la relación del viaje. Lentamente empezaron
a moverse los barcos, con flámulas y gallardetes en el tope de
cada mástil y en el brazo de cada verga.
El viento hinchó las velas, resonó la artillería y se pasó la pun-
ta de San Lorenzo. Entonces varió la historia. Sopla el Austro
de frente en sus caras, y ellos barloventean anclando a menos de
30 millas del Callao. Al día siguiente salen de nuevo, sin los pen-
dones, falcones ni falconetes.
Las naos por el contrario mar rompiendo
La blanca espuma en torno levantaban,
Y a la furia del austro resistiendo
Por fuerza a su pesar tierra ganaban;
Pero sobre el garbino revolviendo
De la gran cordillera se apartaban,
Y de sola una vuelta que viraron
El Guarco, a lesnordeste se hallaron.
Mas presto por la popa el Guarco vimos
Con chinea de otro bordo emparejando
En alta mar tras estos nos metimos
Sobre el Nasco fértil arribando;
Y al esforzado noto resistimos.
La furia y bravas olas contrastando,
No bastando los recios movimientos
De dos tan poderosos elementos. ^
Y así sucesivamente^ anclando cada noche, hasta que después
de muchos meses llegaron por fin a Tenco, puerto de su destino
en Chile.
1 La Araucana. Canto XIII.
112 SOCIEDAD MEXICANA
El navegante que descubrió el camino del Sur sin todas estas
tardanzas^ prestó ciertamente un servicio muy grande. Su nom
bre era Juan Fernández. Entiendo que era nativo de Moguer,
Lo primero que se habla de él es que vino de Guatemala con el
invasor Alvarado. Fué condenado a muerte por Almagro, pero
Pizarro, que apreció su valer como piloto, le otorgó el perdón.
Este hábil marino estudió el punto y formó sus conclusiones.
Entiendo que la fecha de su viaje fué en 15G3. Salió del Callao
a favor de los vientos alisios, navegando hacia el Sur hasta
encontrar los del Oeste y entonces navegó con ellos en popa
hasta Valparaíso. Efectuó el viaje en veinte días, descubriendo
las islas de Masatierra y más afuera en su ruta, conocidas desde
entonces como de Juan Fernández y que posteriormente fueron
famosas por haber residido allí Alejandro Selkisk. La hazaña
marinera de Juan Fernández le produjo el más completo reco-
nocimiento oficial. Fué en verdad un importantísimo descubri-
miento. Recibió una concesión de tierras en el simpático valle
de Quillota en Chile, y aunque entrado en años tomó por esi)osa
una joven llamada Francisca Soria. Tenía ochenta años cuando
nació su liijo Diego y todavía conocí a sus descendientes cuan-
do estuve en Quillota.
El primer uso importante que se hizo de la nueva vía a Chile
fué cuando los españoles fueron derrotados por el Jefe Palantaro
en Curababa, y muerto el Gobernador Ofíez de Loyola en .Di-
ciembre de 1598. Un pedido urgente de refuerzos fué enviado
d Callao. Francisco de Quiñones mandaba el escuadrón de so-
corro. Se apartó de la costa muchas millas navegando a favor
de los alisios, hacia el Sur, y efectuó el viaje de Callao a Concep-
ción en el cortísimo lapso, sin precedente, de IG días, del 12 al
28 de mayo de 1599.
A estas consecuencias, a resultados semejantes, debe un descu-
brimiento su importancia para la humanidad, y los que los
alcanzan participan con justicia de la gloria reflejada por el
genio del primer descubridor. El valor de un descubrimiento debe
calcularse por sus servicios a la ciencia, por los aumentos que
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 113
importa a los conocimientos Inimanos, por sns resultados en la
mayor riqueza u otros beneficios a la humanidad.
No vale la pena un descubrí mentó que no realiza ninguna de
estas cosas. Por esta razón, cuando he abogado en favor de las
expediciones polares, he rechazado siempre la llegada al polo
como único objeto de la expedición, si no ha de obtenerse a la
vez algún fin científico. Tales jornadas, inútiles en sí mismas,
tienen no solamente el defecto de apartar las energías de otros
trabajos benéficos, sino que también tienen otros malos resulta-
dos, ellas rebajan los trabajos de exploración a un nivel in-
ferior.
Cuando una jornada tan asombrosa como la que hicieron el
Capitán Scott y sus valientes camaradas, se intenta para com-
binar y combina, efectivamente, resultados científicos importan-
tes con una hazaña sin rival en cuanto al viaje, no puede sino
tributársele aplauso y admiración.
Plantar la bandera inglesa en el Polo Sur sólo por medio de
los esfuerzos de los hombres que arrastraron un trineo cargado,
fué un gran triunfo. Pero a mi juicio hubo, si cabe, un heroísmo
mayor cuando nuestros paisanos casi en el último suspiro de su
existencia, siguieron arrastrando su preciosa carga de piedras
que deberían revelar el pasado de aquella vasta región.
La historia completa, desde el acto de botar al agua el ''Dis-
covery" culminante al flamear la bandera inglesa en el Polo Sur,
y cerrada con el servicio religioso en San Pablo, es un poema
que perdurará en los corazones de los ingleses.
Pero volviendo a los descubrimientos del Mar del Sur.
¿Pensaban aquellos hombres en quién habría de surcar el pri-
mero el Océano recién descubierto, alcanzar mayor encomio y
ganar más dinero cuando estaban
Silenciosos, en lo alto del Darién?
Creo que no. Sus pensamientos estaban muy lejos de ello. No
pudieron expresarlos con palabras; pero no debemos dudar de
que bordaban vagamente sobre las altísimas consecuencias de su
114 SOCIEDAD MEXICANA
descubrimiento. ¡Son los hombres que laboran para otros, cuya
obra lleva por fin y resulta un beneficio de la humanidad, y que
procuran el ensanche de la ciencia ; tales hombres como Franklin,
La Perouse y Scott, son los verdaderos descubridores.
Teniendo esto presente es como podremos pesar mejor los mé-
ritos de quienes resolvieron los problemas de la navegación en
el Pacífico. El descubrimiento de la ruta del Sur a lo largo de la
Costa occidental de Sud-América fué muy importante; pero
el de la ruta a través del Océano y el regreso (no solamente a
través, sino en ambos sentidos), fué otro igualmente importante.
Ante el descubrimiento del Gran Océano por Vasco Núñez de
Balboa, Magallanes se persuadió de que si recorría bastante
más al Sur la costa oriental de Sud América, encontraría un es-
trecho o el fin del Continente y llegaría al Mar del Sur, como en-
tonces se le llamaba. Hoy nos parece esto muy sencillo, como
sucede con todas las grandes concepciones, a menos que nos colo-
quemos exactamente en la situación del inventor. Pero fué una
grande idea y Magallanes era el hombre para desarrollarla.
Descubrió el estrecho que, después de varias tentativas para
darle otros nombres, llevará el suyo en el porvenir. Navegó a
través del Océano Pacífico y fué el primero en cruzarlo encontran-
do la muerte en una de las islas Filipinas.
Esto acontecía en 1520, solo 7 años después del descubrimiento
de Vasco Núnez de Balboa. — Su viaje fué un acontecimiento me-
morable, y ningún explorador tiene mayor derecho a la aclama-
ción de la posteridad ; — pero eso será después de mi época.
Pocos anos después, la expedición de García Jofre de Loaisa
siguió a la de Magallanes con la misma idea de encontrar la
Isla de las Especias por el Oeste y reclamarla para España.
En Agosto de 1526, Loaisa y su sucesor Sebastián del Cano,
fallecieron y fueron sepultados en medio del mar. Pero sus suce-
sores perseveraron y uno de los barcos llegó a Tidoro, una de las
Islas de las Especias.
En 1527 se despachó de México una expedición mandada por
Juan de Saavedra para saber del estado y condición que guar-
DE GEÜGBAFÍA Y ESTADÍSTICA 115
daba la expedición de Loaisa, y también atravesó el Océano^
alcanzando a sus paisanos en la isla de Tidoro.
Después en 1542, Ruy López de Villalobos, con una escuadrilla,
salió también de México, llegando a las Islas de las Especias con
un segundo buque mandado por Iñigo Ortiz de Retes.
Ahora bien, la razón de haber mencionado estas expediciones,
las primeras cuatro que atravesaron el Océano Pacífico — y es-
pero no haber abusado mucho de la paciencia del auditorio con
el relato — ^es que jamás volvieron. Trataron de regresar; pero
no supieron cómo, y no regresaron.
La utilidad de una ruta marítima consiste en que los buques»
pueden ir y volver, conservando la comunicación, cambiando
productos, promoviendo las necesidades y con qué satisfacerlas.
Es inconcuso que si los buques pueden sólo navegar en un sen-
tido, pero no pueden regresar, sus viajes carecen de objeto. Allí
no puede haber sino el fracaso y esto fué lo que aconteció a
las cuatro expediciones mencionadas.
El navio de Magallanes, La Trinidad, mandado después de su
muerte por un oficial bueno y perseverante llamado González
Gómez de Espinosa, fué puesto en la vía para volver a través
del Océano; pero los vientos adversos lo detuvieron. Espinosa
empleó todos sus conocimientos; las provisiones se acabaron y
por fin se vio obligado a rendir su buque, sus hombres y él mismo,
a los portugueses.
Los supervivientes de la expedición de Loaisa conservaron la
Isla de Tidoro por algún tiempo; no pudieron volverse, hicieron
una brava campana y su leyenda ha sido más bien relatada;
pero al fin fueron completamente derrotados. Su propio soberano
los abandonó, retirando su pretensión sobre las Islas de las Es-
pecias, y el valiente resto de ellos obtuvo pasajes de regreso en los
buques portugueses.
Saavedra dio a su barco un rumbo para el regreso por el Océa-
no; pero fué detenido como lo fué Espinosa. Destruido por la
ansiedad y la falta de descanso, murió luchando contra los vien-
tos enemigos. Era un buen marino y hombre inteligente. Entien-
116 SOCIEDAD MEXICANA
do que Saavedra fué quien propuso, el primero, la construcción de
un canal a través del Istmo de Panamá.
Villalobos, que mandó la cuarta expedición mencionada, murió
en Amboyna. Su seignndo, Iñigo Ortiz de Retes, trató de cruzar
de nuevo el Océano, hacia México, y fué el descubridor de toda
la costa Norte de Nueva Guinea. Pero también él fué rechazado
Ahora bien, el descubrimento de la vía a través del Pacifico
es poca cosa en cuanto a utilidad, comparado con el de la via de
ida y vuelta por el Pacifico, que permite el finjo y refiujo del
comercio pasando sobre el vasto Océano. El hombre (]\\e liizo este
descubrimiento debe parangonarse con Fernández, como desarro-
llador valioso de las grandes hazañas de Núñez de Balboa.
No era un hombre vulgar. Andrés de Urdaneta era vascuence,
y no hay para qué decir, de buena fainilia, pues todos los vas-
congados lo son, pero además era un caballero bien educado.
Inspirado por el amor a las aventuras se unió a la expedición
de las islas de las Especias, de la cual era primer piloto su
amigo Sebastián del Cano. Tenía entonces veintiséis años. Cuatro
comandantes se sucedieron en el mando de la exjjedición; pero
ninguno de ellos era Urdaneta. Era sin embargo el más capaz
de los miembros de aquella desgraciada expedición, y fué el con-
sejero leal y sincero de los jefes, al luchar con los portugueses,
en los tratos que con ellos tuvieron, en el manejo de los españoles
que se encontraron abandonados por su soberano, en conservar
leales algunos de ellos bajo circunstancias apremiantes, y al
disponer el regreso a su país. Entonces escribió un relato muy
interesante de la expedición.
Urdaneta, cuando volvió a su país después de una ausencia
de muchos años, había navegado por el Estrecho de Magallanes,
había cruzado el Pacífico, conocido a fondo el archipiélago del
Este y había dado la vuelta al mundo, aunque no en el mismo
bajel. Continuó sirviendo a su país bajo diferentes capacidades
y eventualmente hizo un viaje a México. Avanzando en años, con-
templó la vida más seriamente y entró de monje en el convento
franciscano
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 117
l^n 1564 se resolvió el envío ele uua importante expedición de
México a tomar posesión de las Filipinas, dándose el mando a
Don Miguel López de Legazpi. Aunque Urdaneta estaba en su
sexagésimo séptimo ano, y se había hecho fraile, se consideró
que no habría otro mejor para el puesto de primer piloto de la
flota de Legazpi y aun le llegó una orden real. No era posible
rehusar y LTrdaneta se embarcó de primer piloto.
La expedición tuvo un éxito comi)leto y las Filipinas vinieron
a ser colonia española; pero tal éxito dependía del comercio con
México y la cuestión del regreso tuvo otra vez que ser importante.
Habían fallado todas las tentativas anteriores. Pero el monje-
piloto, con la larga experiencia de su juventud, había, como Juan
Fernández, combinado los conocimientos del marino con la cos-
tumbre de observar profundamente, y empleó todo su talento en
la solución del ])roblema. Su plan consistió en navegar al Norte
liasta encontrar vientos contrarios a los alisios dominantes, di-
ciéndose que los que soplan constantemente en cierta latitud de-
ben volver y soplar en sentido opuesto en alguna otra. Su plan
era ir al Norte hasta encontrar el viento que lo había de traer
a América. Urdaneta lo anunció y se dio a la vela en Zebú, en
junio de 1565. Su teoría se encontró correcta. Divisó la costa de
California como a los 40° lat. N, y de allí hizo un próspero viaje
a Acapulco. De este modo, Andrés de Urdaneta figura al lado de
Juan Fernández como uno de los grandes ensanchadores del
descubrimiento de Vasco Núfíez de Balboa.
Debe aquí mencionarse un acto vergonzoso. Un capitán de uno
de los pequeños barcos de la nota de Legazpi, sabiendo el plan de
Urdaneta, se escapó secretamente de otra isla algunos días antes
de la salida de aquel y llegó a Acapulco una semana antes que
Urdaneta, reclamando el mérito de haber descubierto la nueva
ruta. Fué arrestado y devuelto para que se entendiera Legazpi
con él.
El gran descubrimiento de Urdaneta, pues tiene derecho a ser
considerado como tal, desarrolló desde luego un tráfico florecien-
te entre México y las Filipinas. Los detalles de uno de estos
118 SOCIEDAD ]MEX1CAXA
viajes, el de Francisco de Gali, fueron conocidos de Halyent.
Parece que Gali avistó las costas de California a los 37° 30' N.
Cavendish capturó al rico cargamento de un buque que hacía
el viaje, más allá del Cabo San Lucas, en Noviembre 14, 1587.
Se había establecido una vía lucrativa para el comercio como
resultado de la expedición de Urdaneta.
El virrey del Perú no descuidó el deber de efectuar descubri-
mientos en el Pacífico, además de mandar hacer un plano cuida-
doso del Estrecho de Magallanes por Ladrillero y después por
Sarmiento. La expedición de Mendaña descubrió las Marque-
sas y las Islas de Salomón ; Quirós exploró las Nuevas Hébridas
y el Dr. Corney ha sacado a luz las importantes expediciones
despachadas de Lima a las islas de la l*ascua y a Tahiti algunos
años antes de la primera visita del Capitán Cook.
Debe concederse a Juan Fernández y Andrés de urdaneta el
mayor mérito por haber hecho utilizables como vías del comercio
las rutas del Océano Pacífico; pero todos los famosos navegantes
de ese Océano, españoles primero y después principalmente in-
gleses, han construido de consuno una historia que nos ha em-
bargado y que continuará interesando a muchas generaciones
todavía por nacer. Hay todavía vastas áreas de nuestro globo
por descubrir y explorar. Tenemos también mucho por descubrir
en la historia de la Geografía. He aludido a los loables trabajos
del Dr. Corney. Se han hecho todavía más valiosos descubrimien-
tos por la Sra. Nuttall, relativos al viaje de Sir Francis Drake.
Y queda aún mucho ignorado, que se añadirá más tarde al glo-
rioso registro, cuya primera línea fué escrita en aquel picacho
del Darién hace 400 años por Vasco Núñez de Balboa, cuyo gran
descubrimiento conmemoramos esta noclie.
Por la traducción,
Manuel Bonilla.
EL MAR PACIFICO Y BALBOA
INFLUENCIA DE MÉXICO EN EL SIGLO XVI
Estudio del socio Sr. D. ROMÁN RODRÍGUEZ PENA
En la sesión celebrada el 15 de Noviembre de 1906 por la Jun-
ta Directiva de la Real Sociedad Geográfica en Madrid, a la que
tengo la honra de pertenecer, hizo el Sr. D. Ángel de Altolaguirre
una proposición muy interesante para celebrar dignamente el
descubrimiento del mar del Sur, o mar Pacífico, por Vasco Núfíez
de Balboa.
Fué primero costumbre, j obligatorio precepto después, que los
virreyes de América entregasen a sus sucesores memorias del
estado económico, político, militar, etc., en que dejaban represen-
tación y gobierno a sus respectivos sucesores.
Algunas de estas interesantísimas memorias se han publicado ;
pero en su inmensa mayoría permanecen inéditas en archivos
y bibliotecas oficiales y particulares de España y de América,
donde igualmente se conservan numerosas e importantes cartas
geográficas del Nuevo Mundo.
El Sr. Altolaguirre opinó, y así lo propuso a la Sociedad Geo-
gráfica, que el monumento más grandioso y útil, en conmemora-
ción del magnífico descubrimiento de Vasco Núñez de Balboa,
fuera el x>ublicar, coleccionadas, las memorias de los virreyes
y un gran Atlas que comprendiera los mapas más interesantes
120 SOCIEDAD MEXICANA
de América desde su descubrimiento basta su constitución de
Estados independientes. Estas dos soberbias j grandes obras, que
deben estar concluidas 3'a, presentarán en síntesis la verdade-
ra historia de la América Española desde el siglo xvi al xix.
La Real Sociedad Geográfica acogió con entusiasmo v aprobó
entonces, por unanimidad, la proposición del Sr. Altolaguirre, y
para ello quedó nombrada una comisión compuesta del general
señor Suárez Inclán, como Presidente, v de los académicos seño-
res Beltrán y Kózpide, Blázquez y Altolaguirre, vocales, ante el
decidido propósito de estudiar el modo de llevar a cabo el pro-
yecto, y ¡gestionar la cooperación de los elementos que pudieran
contribuir a su realización.
La proposición del Sr. Altolaguirre decía así :
''El proyecto que el sabio Florentino Pablo del Pozzo Toscanelli
remitió al rey D. Juan II de Portugal, por conducto del Canónigo
Martins, para descubrir una vía que condujera al extremo Orien-
te de Asia, navegando siempre al Oeste de las islas de Cabo Ver-
de, no ha tenido aún realización completa, ni la tendrá hasta que
por el Istmo de Panamá se abra el canal que ha de poner en co-
municación el Océano Atlántico con el Pacífico.
Siendo conocida en el siglo xv la forma esférica de la tierra
y constando que un extenso mar, en el que se hallaban situadas
innumerables islas, entre ellas la riquísima del Cipango (o Zem-
pangu, según Marco Polo) (Japón), bañaba las costas orientales
del Cathay (China), no podía ofrecer duda que, navegando di-
rectamente al Oeste de Europa o África, había de encontrarse
dicho mar; la dificultad estribaba en conocer la extensión del
Atlántico.
Cristóbal Colón que se apropió y trató de ejecutar el proyecto
de Toscanelli, suponía, con éste, mucho más reducidas que lo son
en realidad las dimensiones del globo, y que el continente asiático
se extendía más al Oriente de lo que se extiende, juzigando que
la distancia entre Europa y Asia era muy corta y, de consi-
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 121
guíente, posible el navegaría ; y estos errores que, apreciados por
los doctores que en España estudiaron el proyecto, hicieron q^ie
fuera tenido por irrealizable, le llevaron también, al descubrir
tierras a la distancia que Toscanelli indicaba, a creer que per-
tenecían al continente asiático, creencia en que persistió toda su
vida, afirmando en su cuarto y último viaje que Veragua era
una península, y que en la banda opuesta se hallaba el Catliay,
limitado por el mar de las Indias, al que, costeándola, se podría
llegar.
Cuando los descubridores se convencieron de que aquellas tie-
rras no pertenecían al Asia, volvieron a pensar en las ricas Islas
de la Especiería, buscando el paso que había de permitirles lle-
gar al mar en que se hallaban situadas ; pero su empeño fué inútil,
la costa se extendía indefinidamente al Sur y Norte del Golfo de
Paria.
Cupo la gloria del descubrimiento del deseado mar a Vasco
Núñez de Balboa, noble extremeño, nacido en Jerez de los Caba-
lleros en 1475, que, ambicionando la gloria y riquezas con que le
brindaba el descubrimiento y conquista de las nuevas tierras,
se alistó en la expedición que, mandada por Rodrigo de Bastidas,
salió de Cádiz en Enero de 1501, arribó a la Costa de Venezuela
y, continuando en más de cien leguas los descubrimientos hechos
por Colón, llegó hasta el Golfo de Urabá, regresando a la isla
Española, donde Vasco Núñez se dedicó a colonizar.
Poco conforme con aquel género de vida tan contrario a su
carácter y aspiraciones, se embarcó con la expedición que el ba-
chiller Enciso condujo a la villa de San Sebastián en el Golfo
de Urabá, en socorro de Ojeda (1510). Su carácter alegre y de-
cidor, la serenidad y arrojo que demostró en numerosos combates
y el haber salvado a los colonos acosados por los indios y por
el hambre, conduciéndolos al extremo oriental del Golfo, en don-
de descubrieron el río del Darién y fundaron la villa de Santa
María la Antigua, diérónle prestigio y autoridad, de que se apro-
vechó para expulsar a Enciso y no admitir a Diego Nicuesa, que
tenía títulos legales para gobernar la colonia de la que se hizo
122 SOCIEDAD MEXICANA
jefe úuico. "Pudo, dice Quiutaua, considerársele hasta la expul-
sión de Enciso como un faccioso artero y atrevido; mas después
que se halló solo y sin rivales, entregado todo a la conservación
y progresos de la Colonia que se había puesto en sus manos, se
le ve autorizar su ambición con sus servicios, levantar su pensa-
miento a la altura de su dignidad, y con la importancia y gran-
deza de sus descubrimientos, ponerse en la pública opinión casi
a la altura de Colón."
En efecto, en cuanto asumió el mando y logró que el rey ca-
tólico le nombrara capitán y gobernador del Darién, se dedicó
a procurar el desarrollo y fomento de la colonia, sometió los
indios con grandes esfuerzos y peligros, entablando después amis-
tosas relaciones con sus caciques, que agradecidos le confesaron
dónde se hallaban las minas de oro; y uno de ellos, llamado
Pouca, le manifestó que traspuestas las montañas se encontraba
otro mar. Con indecible júbilo recibió Vasco Núñez la noticia
y, con su acostumbrada actividad, organizó una expedición que
el 1° de Septiembre de 1513 salió 'de Santa María y dejando
Vasco Núñez la mayor parte de la gente estacionada en el ca-
mino, escaló con 66 hombres la cordillera de los Andes y el día
25 llegó el primero a una elevada meseta desde la que se divi-
saban en lontananza las azuladas ondas del Pacífico; llamó a
sus soldados y, rodilla en tierra, dieron todos gracias a Dios por
haberles permitido realizar tan gran descubrimiento; comenzó
el descenso y el día 29 ante su gente formada ante la orilla y el
escribano para que diera le, Vasco Núfíez vestido de todas armas,
llevando la espada desnuda y el estandarte real, penetró en la
mar del Sur, llamada después Océano Pacífico, hasta que el agua
le llegó a las rodillas y en alta voz declaró que en nombre de los
reyes D. Fernando y Doña Juana, tomaba posesión de aquellas
"mares e tierras e costas e puertos e islas australes, con todos sus
anexos e reynos e provincias."
En tanto que Vasco Núñez, con inauditos esfuerzos y peligros,
abría para España nuevos derroteros de poderío y grandezas, el
bachiller Enciso y sus amigos lograron (pie el rey lo destituyera,
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 123
designando para relevarle a Pedro Arias Dávila, si bien al co-
nocer su descubrimiento le nombraron adelantado de la Mar
del Sur y gobernador de las provincias de Cayba y Panamá.
Pronto estallaron L ondas disensiones entre Pedro Arias y
Vasco Núñez, y aunque en apariencia se zanjaron con el matri-
monio de una hija de Pedro Arias con Vasco Núñez y éste mar-
chó a la costa de la mar del Sur para fabricar navios con qué
explorarla, sus enemigos sacaron partido de algunas indiscre-
ciones que cometió para avivar los rencores de Pedro Arias, ha-
ciéndole creer que trataba de rebelarse. Lo que no lograron las
envenenadas flechas de los indios, lo logró el veneno de la en-
vidia, y el descubridor de la mar del Sur, el que con su esfuerzo
había completado la gigantesca empresa de Colón, protestando
siempre de su fidelidad a los reyes, murió degollado en la plaza
de Acia (1517) sin que se le admitiera el recurso de apelación,
ante la Corona, de la sentencia dictada en la causa que se le
instruyó para que las declaraciones de sus enemigos dieran al
crimen apariencias de justicia.
La gloria del descubrimiento del Océano Pacífico es puramente
española, termina diciendo el Sr. Altolaguirre : españoles eran
los 66 soldados que acompañaron a Vasco Núñez en su atrevida
ascensión a los Andes, y justo sería que España invitara a las
naciones de origen hispano que tienen costas en el Pacífico para
conmemorar juntas el 25 de Septiembre de 1913, el cuarto cen-
tenario del acontecimiento geográfico de mayor trascendencia
para el humano progreso, que, salvo el descubrimiento de Amé-
rica, registra la historia Universal. Dando Vasco Núñez la base
para descubrir la costa occidental de América, las innumerables
islas del Pacífico y el camino del Nuevo Mundo al Asia y Oceanía,
integró la obra de Colón y ha hecho posible que el día que se
abra el canal de Panamá pueda ejecutarse por completo el
proyecto de Toscanelli: "Arribar al Continente Asiático nave-
gando desde Europa o África en dirección al Oeste."
124 SOCIEDAD MEXICANA
Poco después la Real Sociedad Geográfica de Madrid me diri-
gió la siguiente carta:
Sr. R. R. Pena, Director de El Progreso Latino. — México.
Compañero de nuestro más distinguido aprecio:
La epopeya realizada por Colón y los marinos españoles, que
enlazó el Nuevo Continente europeo, es un suceso geográfico
de trascendencia suma; pero si aquella expedición enviada a
través del Atlántico en busca del Catbay es un fausto aconte-
cimiento para la humanidad, detenida hasta entonces por los
temores que al Oeste inspiraba un mar en el que la leyenda habla
forjado mil peligros que desvanecieron las proas de las naves
españolas, el descubrimiento del Océano Pacífico, realizado el
día 25 de Septiembre de 1513, envuelve en el orden de la Geo-
grafía Física una demostración del error en que el primer Almi-
rante de las Indias había incurrido respecto de las verdaderas
dimensiones de la tierra ; ])ermite conocer un hemisferio cubierto
en su mayor parte por las aguas y sirve de base para que marinos
españoles den la vuelta al mundo y descubran extensas y nu-
merosas islas en memorable navegación, nunca hasta entonces
realizada, que nuestra Sociedad recuerda en su lema ''Primus rae
circumdedisti.''
En el orden de la geografía política, el descubrimiento del
Pacífico también tiene inmensa importancia, porque llegar hasta
la costa occidental a través de los bosques, de las pampas o de las
mesetas de América, hubiera sido mucho más difícil y lento por
otra parte que por el istmo de Panamá, y el advenimiento a la
vida universal de gran parte del continente americano, se hubiera
retrasado quizás siglos. Pero Núñez de Balboa llegó a la cima
de los Andes, vio aquel inmenso mar que se extendía por todo
un hemisferio, y, como paladín de España y heraldo de la civi-
lización, tomó posesión de él, y de sus costas salieron después
aquella pléyade de guerreros conquistadores que, si empleaban
la espada para la sumisión, llevaban la cruz como emblema de
DE QEOGEAFÍA Y ESTADÍSTICA 125
SUS creencias y un espíritu de amor y de cariño, que se perpetúa
y trasmite a las generaciones venideras en las famosas leyes de
Indias, y que se manifiesta en la consideración que lioy, eman-
cipadas ya de la tutela, libres y vigorosas, las naciones ibero-
americanas encuentran en este pueblo, que se precia de ser her-
mano suyo como descendiente de aquella España antigua, la gran
metrópoli de todos.
De la América bañada por el Pacífico parten, al N. y al S. de
Panamá, las exploraciones y de ella sale la civilización para
difundirse por el interior del Nuevo Mundo. No. hay, pues, nada
en América que sea extraño al descubrimiento del entonces lla-
mado mar del Sur, descubrimiento cuyos destellos irradiarán
siempre en la historia por las cimas más elevadas de los Andes,
por las inmensas llanuras americanas y por los caudalosos ríos
de esa tan hermosa, tan soberbia y tan virginal región.
Conmemorar, pues, este hecho, es obra a la que debemos coad-
yuvar con todo el entusiasmo que sienten los hijos por las glorias
de sus antei)asados. Así lo ha entendido la Real Sociedad Geo-
gráfica, al hacer suya una proposición del Sr. D. Ángel de
Altolaguirre, iniciador de la idea. Según dicha proposición, el
descubrimento del Océano Pacífico podría conmemorarse ahora
de un modo grandioso, publicando las Memorias que los virreyes
españoles entregaban a sus sucesores acerca del estado econó-
mico, político y militar en que dejaban los gobiernos respectivos,
y editando un gran Atlas que comprendiera los mapas más inte-
resantes de América, desde su descubrimiento hasta su consti-
tución en Estados independientes. Estas dos grandes obras pre-
sentarían en síntesis la verdadera historia de la América española
desde el siglo xvi al siglo xix y en ella podría apreciarse
la inmensa labor realizada en aquellos extensos territorios.
La comisión nombrada por la Real Sociedad Geográfica para
estudiar el modo de llevar a cabo el proyecto y gestionar la
cooperación de todos los elementos que puedan contribuir a su
desarrollo, al dirigirse a üd., se complace en indicarle, que, a
su juicio, deberá realizarse dicha obra por todas las naciones
126 SOCIEDAD MEXICANA
interesadas, sin privilegios de ninguna clase, pues que todas son
igualmente herederas de aquellas glorias y grandezas que aun
hoy nos enorgullecen, y le suplica que tenga la bondad de ex-
ponernos cuantas observaciones estime oportunas, relativas a la
forma de solemnizar de un modo serio y científico el descubri-
miento del mar del Sur.
Esperando de su entusiasmo por nuestras glorias comunes,
que acoja favorablemente el pensamiento, nos preste su aquies-
cencia y dé apoyo a nuestro propósito, tienen el gusto de ofre-
cerle atento homenaje de consideración sus servidores, que le
saludan, Julián Suárez hielan. — Ángel de Altolaguirre. — Anto-
nio Blázquez. — R. Beltrán y RózpideJ'
Realmente, no pudo ser más oportuna la invitación en 1906;
pues faltaban aún siete años para conmemorar el cuarto cente-
nario del descubrimiento del Pacífico. A la sazón decía "La Épo-
ca," de Madrid: "téngase en cuenta nuestra habitual apatía, y
con tal motivo considérese lo que aquí cuesta mover a la opinión
pública, la dificultad de organizar una conmemoración digna
de tan trascendental acontecimiento, y hasta la conveniencia de
consignar anualmente en el Presupuesto cantidades que no in-
riuyan en éste, pero que, acumuladas, no permiten realizar fiestas
que correspondan a la doble idea de celebrar tan gloriosa fecha
y de estrechar los lazos que nos unen con las Repúblicas del
Pacífico, con México, la América Central, Colombia, Ecuador,
Perú y Chile, y no parecerá seguramente que por sobra de tiempo
es prematura la iniciativa."
E importa, mucho, agregaba La Época, que antes de que algún
otro pueblo haga suya esa idea y trate de llevarla a la práctica,
declaremos nosotros oficialmente que recabamos el dereclio de la
iniciativa que por tantos títulos nos corresponde, y que estamos
prontos a desarrollarla con la modestia propia de nuestros me-
dios, pero con el entusiasmo con que se celebran glorias de tal
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 127
magnitud. De no hacerlo cuanto antes, correríamos el riesgo de
figurar como invitados en fiestas que acaso preparase un pueblo,
extraño por completo al hecho que ha de conmemorarse.
Indudablemente, señores, que las naciones americanas deben
haber acogido jubilosas, la idea de celebrar con la mayor pom})a
posible el cuarto centenario de ese acontecimiento y, entre ellas,
México no puede menos que hacerlo asi: pues si bien Balboa
descubrió ese Océano en 1513 y Magallanes con sus naves lo
surcó el 27 de Noviembre de 1520 y descubrió algunos archipié-
lagos, también es verdad que mexicanos fueron los que, inmedia-
tamente después, empezaron a navegar en él. Todavía no acababa
Sebastián Elcano de realizar su viaje de circunnavegación, cuan-
do ya, en Noviembre de 1521, Alonso de Avalos y Rodríguez
Chico, soldados de Cortés, acompañados de mexicanos, de tlax-
caltecas y de michoacanos, llegaban a Zacatula y a Santiago, y
tomaban posesión de la costa del Mar del Sur en nombre del
Rey de España; a ellos siguió, en el mismo año, Cristóbal de
Olid y, en principios del año de 1522, se construían buques por
orden de Cortés en Tehuantepec y Zacatula, para surcar ese
Océano y extender las conquistas de España: nativos de México
igualmente fueron los constructores y los que se embarcaron en
esas naves para seguir los descubrimientos, antes que Pascual
de Andagoya, teniente de Pedrarias Dávila, hiciera otro tanto
en Panamá. .
Además de esto, los descubrimientos y expediciones de Ruy
López de Villalobos, de Mendaña, de Ortún Jiménez, de Her-
nando de Grijalva, de Hernando de Alarcón, de Hernán Cortés,
de Miguel López de Legazpi y muchos otros, que tanto hicieron
adelantar la geografía oceánica en el siglo xvi, se llevaron a
cabo con recursos sacados de la floreciente colonia Nueva Espa-
ña, con elementos de ella y con gente hispano-mexicana, como fué
mucha de la que acompañó a Legazpi por orden del virrey Don
Luis Velasco 1.°. Llegaron a tal grado las relaciones marítimas
que México tuvo con las Filipinas y, en general, con todo el
Océano Pacífico, que puede decirse que aquello no fué Colonia de
128 SOCIEDAD MEXICANA
España, sino de la Nueva España, y que este Océano fué un
mar mexicano durante todo el siglo citado; pues, hasta muy en-
trado el siguiente, consta que navegantes de otras naciones em-
pezaron a frecuentarlo. Y por el comercio que en el Pacífico
hacía México, entonces, señores, el peso mexicano invadió con
su poder los países orientales hasta adquirir el crédito tan
notorio que tuvo, y que conserva aún en gran parte, a pesar
de la constante y enconada guerra que durante un siglo se le ha
hecho.
Estas son, entre otras, las razones que hay para que México
acoja con entusiasmo la proposición de celebrar el cuarto cen-
tenario del descubrimiento del Océano Pacífico, revivida aquí
por la elocuencia y valimientos de nuestro distinguido colega el
señor D. Enrique Santibáñez, a cuya proposición me uno, me ato
con todas las fuerzas de mi alma.
México, Julio 31 de 1911.
Román Rodríguez Peña.
CORRESPONDENCIA OFICIAL
Secretaría de Fomento, Colonización e Industria. — Sección
Administrativa. — Núm. 736.
La Secretaría de Kelaciones dijo a ésta de mi cargo, con fecha
17 del actual:
''El señor Ministro de España me dice en nota fechada el 14
de los corrientes, lo que sigue: "Adjunto tengo la honra de re-
mitir a V. E. recortes (duplicados) de periódicos españoles de
esta capital, reproduciendo el Real Decreto de 9 de xlbril último,
sobre la celebración del IV centenario del descubrimiento del
Océano Pacífico, el 25 de Septiembre de 1513, por Vasco Núñez
de Balboa, y la notable y sentida carta dirigida a S. M. el Rey
con este motivo por el señor Presidente de la República de Pa-
namá. Nada necesito agregar, señor Ministro, a lo elocuente-
mente expresado en ambos documentos respecto a la próxima
solemne celebración de tan trascendental hecho legendario, que
tiene tanto de heroico como de romántico y a la que estoy seguro
presentará su simpatía el Gobierno de la República. El tema se
adapta perfectamente a los estudios y a la competencia de la
prestigiosa e importante Sociedad de Geografía y Estadística,
que creo saber ha acogido el asunto con interés y mucho agra-
decería a V. E. se sirva hacer llegue a su conocimiento esta
comunicación que tengo la honra de dirigir a V. E."
130 SOCIEDAD MEXICANA
''Lo que me honro en transcribir a Ud. a la vez que me permito
acompañarle los anexos que se citan, para su conocimiento y
efectos que estime conducentes."
Lo que comunico a Ud. para su conocimiento y para los fines
a que haya lugar, acompañándole un ejemplar de los recortes
que se citan, enviados por la misma Secretaría.
México, Julio 25 de 1913.— Por orden del S. S. Encargado del
Despacho, el oficial mayor, E. Martínez Baca. — Rúbrica.
Al Vicepresidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística. — Presente.
EL DESCUBRIMIENTO DEL PACIFICO
Real Decreto declarando oficial
la celebración del cuarto centenario del descubrimiento
del Océano Pacífico, por Vasco Núñez de Balboa
En la ''Gaceta" de Madrid aparece el siguiente real decreto,
declarando oficial la celebración de aquel hecho memorable, en
el que culminó otra de tantas veces en aquella edad, la glo-
ria, el genio incomparable de nuestra Raza, la de los grandes
destinos. He aquí los términos en que está concebido el decreto
en cuestión:
EXPOSICIÓN
Señor :
•El descubrimiento del Océano Pacífico por un reducido nú-
mero de españoles, capitaneados por Vasco Núñez de Balboa, el
25 de Septiembre de 1513, es una de las más grandiosas manifes-
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 131
taciones de los heroicos esfuerzos de nuestros antepasados en el
Mundo Nuevo. Próximo a cumplirse el cuarto centenario de he-
dió tan trascendental para el progreso humano y tan glorioso
para nuestra patria, el Gobierno de S. M. juzga que es deber de la
Nación conmemorarlo dignamente.
De acuerdo con las Corporaciones llamadas en primer término
por razón de su instituto a colaborar en esta obra patriótica, la
Real Academia de la Historia, iniciadora del pensamiento, de
la Universidad central, la Real Sociedad Geográfica y la Unión
Ibero Americana, estima que el medio más adecuado es la cele-
bración en Sevilla de un Congreso de Historia y Geografía
hispanoamericanas, y de una exposición de documentos, obras,
manuscritos, mapas y planos relativos a la América en la época
colonial. Abona el que estos actos se verifiquen en Sevilla, no
sólo la razón histórica de haber sido esta ilustre ciudad con su
famosa casa de Contratación centro de nuestras relaciones con
América, en el período de mayor florecimiento de la dominación
de España en aquel continente, sino el ser depositarla actual-
mente en el archivo de Indias y la Biblioteca Colombina del
riquísimo tesoro documental que contiene la historia del descu-
brimiento, la conquista y la colonización de la América española,
y que ha de constituir el núcleo principal de la Exposición
especial proyectada. Este Congreso y esta Exposición serán actos
oficiales preparatorios de la Exposición Hispánico-Americana,
que se celebrará en Sevilla el año de 1915, según estableció la
Ley de 27 de Diciembre de 1910.
Para reunir todas las garantías de acierto en la celebración
del centenario, se encomienda la dirección y organización del
Congreso y de la Exposición a un Comité general, compuesto
del Director de la Real Academia de la Historia, el Rector de
la Universidad Central, los Presidentes de la Real Sociedad
Geográfica y de la Unión Ibero Americana, el Alcalde Presidente
del Ayuntamiento de Sevilla y un funcionario designado por ca-
da uno de los Ministros de Estado, Instrucción Pública y Fo-
mento, y se confía la adopción de las disposiciones necesarias
132 SOCIEDAD MEXICANA
"^ para la cooperación de los Centros docentes, y en particular el
Archivo de Indias y el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas
Artes.
No duda el Gobierno que el noble propósito que le anima ha
de hallar eco en V. M., siempre dispuesto a honrar las glorias
españolas, así como en la nación y pueblos hispanoamericanos,
interesados de consuno en conmemorar tan fausto acontecimien-
to, y en su consecuencia, tiene el honor de someter a la aproba-
ción de V. M. el adjunto proyecto de Decreto.
Madrid, 26 de Marzo de 1913.
Señor: A. L. R. P. de V. M.
REAL DECRETO
A propuesta del Presidente de Mi Consejo de Ministros,
Vengo a decretar lo siguiente:
Artículo 1.° Se declara oficial la celebración del cuarto cente-
nario del descubrimiento del Océano Pacífico.
Artículo 2.° Para conmemorar tan señalada fecha, se celebrará
bajo la protección y con apoyo del Gobierno, un Congreso de
Historia y Geografía Hispanoamericano y una Exposición de do-
cumentos, obras, manuscritos, mapas y planos relativos a la Amé-
rica en la época colonial española.
Artículo 3.° Este Congreso y Exposición especial tendrán lu-
gar en Sevilla y servirán de actos oficiales preparatorios para
la Exposición Hispanoamericana que ha de verificarse en aque-
lla capital durante el año de 1915, conforme a lo dispuesto en la
Ley de 27 de Diciembre de 1910.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 133
Artículo 4.° Tendrá a su cargo la dirección y organización de
los trabajos necesarios para celebrar el Congreso y la Exposición
autorizados por ese Real decreto, un Comité general compuesto:
del Director de la Real Academia de la Historia, el Rector de la
Universidad Central, el Presidente de la Real Sociedad Geográ-
fica, el Presidente de la Unión Ibero-Americana, el Alcalde
Presidente del Ayuntamiento de Sevilla y un funcionario desig-
nado al efecto por cada uno de los Ministros de Estado, Tnstruc
ción Pública y Fomento y como Secretario general un Académico
por la Historia designado por esta Corporación.
Artículo S.*' Por el Ministerio de Fomento se dictarán las dis-
posiciones necesarias a fin de que sean auxiliados los gastos que
originen estas atenciones, como necesarias y preparatorias de
la Exposición Hispanoamericana de Sevilla, con cargo al cré-
dito consignado para este fin en su presupuesto y de acuerdo
con las disposiciones de la Ley de 27 de Diciembre de 1910.
Artículo 6.° El Ministerio de Instrucción Pública y Bellas
Artes acordará cuanto sea necesario para la concurrencia y la
cooperación que deben prestar a la celebración del Centenario
todos los Centros docentes, y especialmente el Archivo de Indias
de Sevilla.
Artículo 7.° El Ministro de Estado facilitará la acción del
Comité ejecutivo en cuanto sea de su especial competencia.
Dado en Palacio el veintiséis de Marzo de mil novecientos
trece. — Alfonso.
Él Presidente del Consejo de Ministros, Alvaro Figueroa.
134 SOCIEDAD MEXICANA
PANAMÁ Y ESPAÑA
EN HONOR DE NUNEZ DE BALBOA
He aquí el texto de la hermosa carta presentada a S. M. el
Rey por eV encargado de Negocios de la Repiiblica de Panamá en
Francia, D. Julio A. Orillac.
"Belisario Porras, Presidente de la República, a S. M. Alfon-
so XIII, Rey de España.
^'Grande y buen amigo: Al tener el alto honor de dirigirnos
a V. M. para someter a vuestra consideración una idea que liga a
la Patria nuestra al nombre del pueblo hidalgo de que sois el más
caracterizado representante, es motivo de viva satisfacción para
nosotros ofreceros nuestro entusiasta y amistoso saludo, con la
más sincera protesta de aprecio del pueblo y Gobierno paname-
ños, para la noble Nación española y su ilustre Soberano.
Entre las antiguas colonias españolas de América y la Metró-
poli se han iniciado en los últimos años vigorosas corrientes
de simpatía, que tienden a estrechar los vínculos de amor y soli-
daridad que deben cultivarse entre pueblos de un mismo origen,
que hablan la misma lengua, y que por similitud de aspiraciones
marchan por la misma ruta hacia las con(}uistas del porvenir.
La República de Panamá acaba de dar una muestra de que
participa de ese movimiento noble de acercamiento hacia España,
y por medio de una ley, expedida por la Asamblea Nacional, ha
decretado la glorificación del descubridor del mar del Sur en
el IV centenario de aquel hecho histórico, que el genio ha brin-
dado a las brillantes páginas del heroísmo de P^spaña.
Esa ley de la Asamblea Nacional declara día de fiesta para la
República el 25 de Septiembre de 1913; dispone abrir un con-
curso para premiar la mejor composición lírica sobre el magno
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 135
suceso del descubrimiento del Océano Pacífico, y ordena, para
conmemorar de manera digna la hazaña del adelantado Vasco
Núñez de Balboa, se organice una Exposición Nacional, que de-
berá abrirse en Enero de 1914, y a la cual serán invitados tanto
la antigua madre Patria como los países hermanos de este Con-
tinente. Oportunamente y por el órgano respectivo, recibirá el
Gobierno de V. M. la invitación para el certamen, al cual anhe-
lamos (jue no falte España; pues se trata de una gran fiesta de
familia, en que a ella corresponde lugar preeminente por haber
de conmemorarse un hecho histórico que es un timbre y bla-
són de que puede y debe estar justamente orgullosa la Nación
española.
Panamá, que ha dado el nombre de Balboa al punto desde
donde debió descubrir el intrépido español las aguas del Pacífico ;
que distingue con el nombre de Balboa la moneda nacional, y ha
fijado la efigie del descubridor en los sellos de Correos, aspira,
además, a perpetuar en las edades la hazaña del adelantado por
medio de una estatua colosal, como la de la Libertad en Nueva
York, que destaque sobre las aguas del gran Océano el gesto
histórico de su glorioso descubridor. Con este fin nos dirigimos
principalmente a V. M. Deseamos que la estatua de Balboa se
erija en Panamá, frente a la entrada del Canal, en sitio donde
sea saludada eternamente por las banderas de todas las Na-
ciones y por los hombres de todas las razas ; y para que ella cons-
tituya algo así como un símbolo de solidaridad de la raza, aspi-
ramos a que su costo sea cubierto por contribución voluntaria
de españoles y latino-americanos. Y sería motivo de júbilo para
nosotros encabezar esa subscripción con V. M., y asociados a
vuestro nombre prestigioso, dirigir una excitación sobre la reali-
zación de este pensamiento, a los pueblos y gobiernos de los
países latinos de América.
Esperamos con patriótico desinterés la contestación de V. M.
para dar pública expansión a nuestro propósito de conmemorar
diguamente la gloriosa empresa del descubridor del Pacífico.
136 SOCIEDAD MEXICANA
Son nuestros mejores votos por vuestra ventura y por la de
vuestra augusta familia, y por la prosperidad de la noble y que-
rida madre España.
Grande y buen amigo.
Vuestro grande y buen amigo, Belisario Porras. — Kefrenda-
da. — Ernesto T. Lefevre.
Palacio Nacional. Panamá, 31 de Enero de 1913.
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. — Niímero 83.
Esta Sociedad ha tenido el honor de recibir la nota de usted,
número 736 girada por la Sección Administrativa, con fecha 25
del presente mes, en la cual se ha servido transcribir la de la
Secretaría de Relaciones Exteriores, que contiene una comuni-
cación del señor Ministro de España acompañando recortes de pe-
riódicos españoles que reprodujeron el Real Decreto de 9 de
Abril último, sobre la celebración del cuarto centenario del des-
cubrimiento del Océano Pacífico, por Vasco Núñez de Balboa;
así como la carta dirigida por el Sr. D. Belisario Porras, Presi-
dente de la República de Panamá a S. M. el Rey de España,
proponiendo entre otras cosas, la erección de una estatua colo-
sal a Núñez de Balboa, a la entrada del Canal de Panamá.
En debida respuesta a la nota de Ud. tengo el honor de ma-
nifestarle que esta Sociedad desde el mes de Marzo próximo
pasado, había comenzado a ocuparse, cerca de la Secretaría que
es al digno cargo de Ud., en dar los primeros pasos encaminados
a determinar la forma y manera en que hubiera de celebrarse el
aniversario de aquel célebre descubrimiento geográfico, y al efecto
se acercaron al Sr. Ing. D. Alberto Robles Gil, que a- la sazón
desempeñaba el cargo de Secretario de Fomento, el Vicepresi-
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 137
dente de esta Corporación, Sr. Lie. D. Joaquín D. Casasús y el
señor D. Telesforo García.
Con posterioridad el Sr. D. Enrique Santibáñez propuso que
la Sociedad efectuara una sesión solemne, para conmemorar el
descubrimiento del Mar Pacífico, y la Sociedad nombró una
comisión formada por el señor Secretario Perpetuo D. Francisco
Belmar, por el mismo Sr. Santibáñez y por el Primer Secretario
don Alberto M. Carreño, a ñn de que se organizara dicha sesión
solemne. La Sociedad ha aprobado ya que el día 25 de Septiem-
bre próximo, se efectúe tal sesión, en la que habrán de desarro-
llarse los siguientes temas:
í. Descripción Geográfica de las Costas Americanas del Pa-
cífico.
II. Reseña general de los elementos que en todos los ramos
del saber y de la industria humanos, se han desarrollado en
las poblaciones y región del Pacífico en el Continente Ameri-
cano.
III. Inñuencia del Canal de Panamá en el Comercio Mun-
dial.
IV. Noticias de los descubridores y navegantes del Pacífico,
haciendo una especial designación de Vasco Núñez de Balboa.
Estos temas serán desarrollados por los Sres. Lie. Ezequiel
A. Chávez, Enrique Santibáñez, Gonzalo de Murga y Telesforo
García, respectivamente.
Además el Sr. Dr. D. Enrique González Martínez habrá de pro-
nunciar una poesía.
La Comisión organizadora de esta festividad tiene el propó-
sito de que la celebración del centenario del descubrimiento del
Pacífico sea tan solemne, como aquel acontecimiento exige, y
aguarda que Ud., como Presidente nato de esta Corporación, ha-
brá de prestar toda su ayuda moral para que alcance el mayor
éxito posible.
138 SOCIEDAD MEXICANA
Aprovecho esta ocasión para protestarle a Ud. mi respetuosa
consideración.
Libertad y Constitución. México, Agosto 5 de 1913. — El Primer
Secretario, A. M. Garreño.
Señor Secretario de Fomento, Colonización e Industria, Pre-
sidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.—
Presente.
Secretaría de Fomento, Colonización e Industria. — Sección
Administrativa. — Número 993.
Tengo el gusto de referirme a la atenta nota de Ud., fecha 5
del actual, que ya transcribí a la Secretaría de Relaciones, di-
ciéndole que esta de Fomento prestará toda su ayuda moral a
esa Sociedad, para que obtenga éxito la sesión extraordinaria
del 25 de Septiembre próximo, para celebrar el aniversario del
descubrimiento del Pacífico.
México, Agosto 13 de 1913.— Por orden del Secretario, el Sub-
secretario, José G. Aguilera. — Rúbrica.
Al Vicepresidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Es-
tadística.— Presente.
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. — Número 8G.
En la sesión celebrada por esta Sociedad el jueves 31 de Julio
próximo pasado, se leyó una nota enviada por el Ministro de
Fomento, Colonización e Industria, que es su Presidente nato,
en la cual nota se transcribía una del señor Ministro de Es-
DE GEOGKArÍA Y ESTADÍSTICA 139
paña en México, acompañando recortes de periódicos españo-
les, que reprodujeron el real decreto expedido por S. M. Al-
fonso XIII, el 26 de Marzo de este año, por iniciativa de la
Real Academia de la Historia, de la Universidad Central, de
la Real Sociedad de Geografía y de la Unión Ibero-Americana,
así como una copia de la carta enviada por el Sr. D. Belisario
Porras, Presidente de la República de Panamá a S. M. el Rey,
relacionados estos documentos con la celebración del cuarto cen-
tenario del descubrimiento del mar Pacífico.
Tomando en cuenta el justificado empeño que esa Real Aca-
demia ha demostrado para celebrar debidamente aquel impor-
tante hecho histórico, la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística acordó que se pusieran en el conocimiento de esa
ilustre Corporación, todas las resoluciones que la referida Socie-
dad de Geografía ha venido tomando, por su parte, a fin de que
México pueda a su vez dar una muestra del vivísimo interés con
que mira heclios tan trascendentales, como el que llevó a térmi-
no Vasco Núñez de Balboa.
Cumpliendo, pues, con ese acuerdo, me honro en manifestar
a üd. que desde el mes de Marzo próximo pasado, el Vicepresi-
dente de esta Corporación, Sr. Lie. I). Joaquín D. Casasús y el
socio Sr. D. Telesforo García, indicaron la conveniencia de que
México celebrara de algún modo, aquel aniversario, e iniciaron
algunos trabajos a este respecto, cerca de la Secretaría de Fo-
mento, Colonización e Industria.
Con posterioridad el día 17 de Julio, el Sr. D. Enrique Santi-
báñez presentó una moción para que la Sociedad efectuara una
sesión especial, consagrada a conmemorar el descubrimiento del
Océano Pacífico; y como aquella moción fuera calurosamente
sostenida por los socios Sres. Telesforo García y Alberto M.
Carreño, la Sociedad acordó nombrar una Comisión compuesta del
Secretario perpetuo, señor Magistrado I). Francisco Belmar,
del mismo Sr. Santibánez y del Primer Secretario, el referido se-
ñor Carreño, a fin de que formaran un proyecto conforme al cual
habrá de efectuarse aquella celebración.
140 SOCIEDAD MEXICANA
Los comisionados propusieron entonces, que el día 25 de Sep-
tiembre próximo, se verifique una sesión, lo más solemne que
sea dable realizar, y a la cual se invite especialmente a los Agen-
tes Diplomáticos y Consulares de España en la Capital de la
República, así como a los españoles residentes en ella, debiendo
desarrollarse los cuatro siguientes temas:
I. Descripción Geográfica de las costas americanas del Pa-
cífico.
II. Reseña general de los elementos que en todos los ramos
del saber y de la industria humanos, se han desarrollado en
las poblaciones y región del Pacífico en el Continente Ameri-
cano.
III. Influencia del Canal de Panamá en el Comercio Mun-
dial.
IV. Noticias de los descubridores y navegantes del Pacífico,
haciendo una especial designación de Vasco Núñez de Balboa.
Estos temas habrían de estar a cargo de los Sres. Lie. Ezequiel
A. Chávez, Enrique Santibánez, Gonzalo de Murga y Telesforo
García, respectivamente; y además el Sr. Dr. D. Enrique Gon-
zález Martínez habría de pronunciar una poesía.
Sometido este dictamen a la resolución de la Sociedad, lo ha
aprobado en todas sus partes, y la Comisión antes citada, trabaja
con el mayor empeño, a fin de que México solemnice con el brillo
que es debido, uno de los hechos histórico-geográficos más impor-
tantes en la vida de la humanidad.
Al poner este hecho en el conocimiento de Ud., aprovecho la
oportunidad para protestarle las seguridades de mi atenta y dis-
tinguida consideración.^
1 Mutatis inutandis se dirigieron iguales notas a la Keal Sociedad Geográfica, a
la Universidad Central y a la Unión Ibero- Americana.
DE GEOGBAFÍA Y ESTADÍSTICA 141
Libertad y Constitución. México, Agosto 7 de 1913. — El Primer
Secretario, A, M. Garreño.
Señor Presidente de la Real Academia de la Historia, Ma-
drid.
Secretaria de Instrucción Pública y Bellas Artes. — Sección
Universitaria. — Mesa 2.^ — Número 2781.
Hoy digo al C. Director de la Orquesta del Conservatorio Na-
cional de Música lo que s^gue:
"Sírvase usted ponerse de acuerdo con la Comisión relativa
de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística para de-
cidir la participación que esa Orquesta debe tomar en la con-
memoración del IV Centenario del Descubrimiento del Océano
Pacífico por Vasco Núfíez de Balboa, que deberá celebrarse el 25
del presente mes."
Y lo transcribo a ustedes para su conocimiento, reiterándoles
mi atenta consideración.
Libertad y Constitución. México, 5 de Septiembre de 1913. — Por
orden del Secretario, el Subsecretario, Eduardo Tamariz. — Rú-
brica.
A los Sres. Lies. Francisco Belmar y Alberto M. Carrefío, So-
ciedad de Geografía y Estadística. — Presente.
142 soca:EDAD mexicana
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. — Número 216.
Tan pronto como esta Sociedad recibió la atenta nota de us-
ted, de feclia 5 del presente mes, el Primer Secretario que subs-
cribe se acercó al Sr. Prof. D. Carlos J. Meneses, Director de la
Orquesta del Conservatorio a fin de ponerse de acuerdo respecto
de la participación que habrá de tomar dicha Orquesta en la
ceremonia con que esta Corporación celebrará el día 25 del pre-
sente mes, el cuarto centenario del descubrimiento del Océano
Pacífico.
Con el propósito de allanar todas las dificultades que pudie-
ran existir, y que tan distinguida agrupación artística prestara
su concurso a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística,
aceptó de buen grado las indicaciones que el Sr. Prof. Meneses
se sirvió hacer y han quedado ya concluidos los preparativos
para que la Orquesta tome participación en la velada. La So-
ciedad Mexicana de Geografía y Estadística en consecuencia,
ha acordado expresar a Ud. su agradecimiento por haber aco-
gido con benevolencia la súplica que se permitió hacerle para que
permitiera que la referida Orquesta contribuyera a la celebración
del centenario del descubrimiento del Mar Pacífico.
Al transmitir a üd. este acuerdo, me es grato protestarle las
seguridades de mi atenta consideración.
Libertad y Constitución. México, Septiembre 22 de 1913. —
A. M. Carreño, primer Secretario.
Señor Secretario de Estado y del Despacho de Instrucción
Pública V Bellas Artes. — Presente.
Número.
La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en sesión
del dos del presente mes, acordó enviar a la Junta directiva del
Casino Español y a sus honorables miembros, un voto de alto
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 143
reconocimiento, tanto por haber ofrecido la primera a esta So-
ciedad, por medio del Sr. D. Telesforo García, Vicepresidente
accidental, los salones que posee, para que en ellos se efectuase
la velada dedicada en memoria del descubrimiento del Océano
Pacífico i)or Vasco Núñez de Balboa, como porque al celebrarse
esa velada el 25 de Septiembre anterior, el Sr. D. Valentín
Elcoro, Presidente del expresado Casino y los miembros de la
Mesa Directiva honraron a la Sociedad y le dieron lustre al acto
con su pre<5encia, y porque con todo esto ha visto la Sociedad
Mexicana de Geografía y Estadística con especial atención y ha
estimado en alto grado que la Junta Directiva del Casino E-v-
panol hubiera querido que en unión fraternal, se efectuara un.i
fiesta organizada por mexicanos, en honor del célebre aventurer>
Vasco Núñez de Balboa, dando así un testimonio del deseo, cada
vez más acentuado y cada vez más entusiasta, de que se fundan
en un crisol de afectos puros y de ideales levantados, dos pueblos
que por su lengua y por sus instituciones tienden a un fin, el de
formar un solo pueblo.
Cumpliendo, pues, con tal acuerdo, por la presente envío a us-
ted, para que así lo haga a la Mesa Directiva y honorables miem-
bros del Casino Español, el voto de reconocimiento de la So-
ciedad Mexicana de Geografía y Estadística, protestándole las
seguridades de mi atenta y distinguida consideración.
Libertad y Constitución. México, Octubre 3 de 1913. — El Se-
cretario Perpetuo, Francisco Belmar. — Rúbrica.
Al Sr. D. Valentín Elcoro, Presidente del Casino Español. —
Presente.
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. — Número 258.
La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en su sesión
de ayer, acordó dar un voto de gracias a la Orquesta del Con-
servatorio y a su muy digno director, por su importantísima
144 SOCIEDAD MEXICANA
participación en la sesión solemne con que quiso conmemorar
el cuarto centenario del descubrimiento del mar Pacífico.
La Sociedad estima en todo su valer la ayuda que tan eficaz-
mente le prestó la agrupación artística que ha conquistado en
nuestro país tan justo renombre y yo me complazco en ser el
intérprete de los sentimientos de la Sociedad, expresándole a us-
ted su reconocimiento.
Protesto a Ud. las seguridades de mi atenta y distinguida con-
sideración.
Libertad y Constitución. México, Octubre 3 de 1913.— A. M.
Garreño, primer Secretario.
Sr. Prof. D. Carlos J. Meneses, Director de la Orquesta del
Conservatorio. — Presente.
COMENTARIOS DE LA PRENSA
LA VELADA EN HONOR DE VASCO NUÑEZ DE BALBOA
El Sr. D. Gonzalo de Murga pronunció un brillantísimo discurso en
que analizando, analizando, llegó hasta el "Caso México" re-
firiéndose a los Estados Unidos con una fina y punzante sátira.
'^El Imparcial," Septiembre 26 de 1913.
La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, celebró ayer,
en el amplio salón de actos del Casino Español, una interesante
velada en honor del célebre navegante español Vasco Núñez de
Balboa, con motivo del cuarto centenario del descubrimiento del
Océano Pacífico.
La velada dio comienzo a las nueve de la noche, bajo el siguien-
te interesante programa:
I. Marcha, Saint Saenz.
II. Geografía Económica de los Estados Americanos del Pa-
cífico. Discurso por el socio Sr. Enrique Santibánez.
III. Esclarmonde, Massenet.
IV. De Núñez de Balboa al Coronel Goethals. Discurso por el
socio Sr. D. Gonzalo de Murga.
146 SOCIEDAD MEXICANA
V. Diluvio, Saint Saenz. Violín solo, Sr. Prof. D. Pedro Valdés
Fraga.
VI. Geografía Física del Océano Pacífico. Discurso por el so-
cio Sr. Lie. D. Ezequiel A. Chávez.
VIL Romanza, Acaldes Fraga. Violín solo por el Sr. Prof. D. Pe-
dro Valdés Fraga.
VIH. Descubridores j Pilotos del Mar Pacífico: Vasco Núñez
de Balboa. Discurso por el Vicepresidente interino, Sr. I). Teles-
foro García.
IX. Juana de Arco. Gran Marcha Solemne, Moskowski.
La parte musical estuvo a cargo de la orquesta del Conser-
vatorio, dirigida por el Sr. Prof. D. Carlos J. Meneses.
En la mesa se hallaba el Sr. Garza Aldape, Ministro de Fo-
mento, que i>residía el acto, sentándose a su derecha e izquierda^
respectivamente, los señores Ministro de España en México, don
Bernardo de Cólogan y Cólogan y D. Valentín Elcoro, Presidente
en funciones del Casino Español.
En sillones laterales, estaba la Junta Directiva de la Asocia-
ción, integrada por los caballeros, Sres. Francisco Villa, Santiago
Arche, Francisco Bustillos, Lorenzo Astivia, Gumersindo Seoane,
Cónsul de España en México, D. Emilio Moreno Rosales, y los
oradores, D. Enrique Santibáñez, D. Gonzalo de Murga y D. Te-
lesforo García.
Comenzó la velada unte una numerosa y distinguida concu-
rrencia, que llenaba todos los asientos del salón, y el Sr. Santi-
báñez, leyó un notable y extenso trabajo histórico-geográfico, a
propósito del descubrimiento del Pacífico, por el insigne nave-
gante hispano Vasco Núñez de Balboa, que fué muy aplaudido al
final, por los espectadores.
Siguió en turno D. Gonzalo de Murga, quien, después de un bre-
ve preámbulo, explicando su presencia en el Casino Español y de
hacerse personalmente responsable del discurso que iba a leer,
DE GEOGBAFÍA Y ESTADÍSTICA 147
con gesto gallardo, dicción perfecta y tonos de voz admirables
de expresión, dio lectura a no pocas cuartillas, que tratando al
principio de Vasco Núñez de Balboa, Hernán Cortés, Cristóbal
Colón y Saavedra Cenón, luego se engolfan en cuestiones de his-
toria política, siendo el tema de sus viriles párrafos, sazonados
de humorismo y modelo literario en su género, la acción absor-
bente de los Estados Unidos del Norte, con respecto a la América
Latina.
Y con una habilidad y un humorismo dignos de su tallento, el
realmente notable conferencista, hizo breve historia de la política
yankee, comentó razonadamente sus miras expansionistas, citó
fechas, nombres, tratados, habló del Canal de Panamá, de Wilson,
de Bryan, de Bolívar y de otros muchos, exponiendo comentarios
oportunos y dignos de que se graben en nuestras memorias, para
provecho y honor de nuestra raza.
Y comentando aquí, ironizando allá, parafraseando en el otro
lado y siempre fácil, expresivo y sensato, habló al final de las
notas enviadas por Casa Blanca al Gobierno mexicano, que —
dijo, — provocaron sonrisas, risas y carcajadas homéricas en to-
do el Honorable Cuerpo Diplomático.
Tuvo, finalmente, para México, frases tan oportunas como sin
ceras, y comentó muy acremente la conducta del Gobierno norte-
americano que llevado de su puritanismo.... o fariseísmo, se
niega a reconocer el actual Gobierno mexicano, constitucional-
mente establecido según todas las leyes del país.
Tanto al final como en los ligeros descansos que hizo el se-
ñor Gonzalo de Murga leyendo su excelente y viril trabajo, fué
ruidosamente aplaudido por la concurrencia, que en extremo
complacida escuchó la lectura del interesante documento.
El Sr. Ezequiel Chávez leyó asimismo, un notable discurso, y
luego después el Sr. D. Telesforo García, Presidente interino
de la Sociedad de Geografía y Estadística Mexicana, con voz
fuerte y pausada, regaló a los oyentes con la lectura de un exce-
lente y original trabajo, lleno de observaciones, de doctrina his-
tórica y de comentarios oportunos, siendo ambos trabajos premía-
lo
148 SOCIEDAD MEXICANA
dos con aplausos por los espectadores, que salieron muy compla
cidos de la velada.
LA VELADA DE ANOCHE EN EL CASINO ESPAÑOL
Se conmemoró el IV Centenario del descubrimiento del Pacifico
''El País,'' Septiembre 26 de 1918.
A la hora avanzada en que escribimos estas líneas, con la fes-
tinación que exige la labor periodística, no podremos extender-
nos para glosar dignamente, a través de la crónica, la fiesta de
alta intelectualidad y de memorable recordación que anoche se
verificó en los elegantes salones del Casino Español.
El tópico fué el cuarto centenario del descubrimiento del Océa-
no Pacífico por el audaz marino Vasco Núñez de Balboa, con
cuya ocasión la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística
celebró una selecta velada, que presidió el Ministro de Fomento,
licenciado Manuel Garza Aldape y el Ministro de España, D. Ber-
nardo de Cólogan y Oólogan.
El amplio y puntuoso salón central del casino de la Avenida
de Isabel la Católica, se vio lleno de una selecta concurrencia,
entre la que vimos a prominentes personajes de nuestros centros
científicos y literarios y muchas distinguidas familias de la co
Ion i a española.
LA PARTE MUSICAL
La parte musical estuvo a cargo de la benemérita orquesta del
Conservatorio Nacional, que bajo la clara batuta del maestro
Meneses, ejecutó selectas páginas musicales, entre las que figu
raron obras de Saint-Saenz, Moskowski y Massenet.
DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA 149
Como un pórtico triunfal la velada se inició con la Marcha
de Saint- Saenz, de una marcialidad grandiosa y de una inspira-
ción digna del autor de la ^'E vocación." Otra marcha, la de
Moskowski, la Gran Marcha Solemne, cerró el programa, y en los
intermedios oímos la deliciosa página "Esclarmonde/' de Masse-
net, de original factura, el Diluvio, de Saint- Saenz, de instrumen-
tación brillante y emotiva, y briosamente interpretado por los
artistas del Conservatorio. Valdés Fraga, el artista com])atriota,
tocó con sentimentalismo su romanza para violín, ingenua y cla-
ra, accesible y selecta, que mereció insistentes aplausos.
LA PARTE LITERARIA
La parte literaria fué escogida. Hablaron los señores socios don
Enrique Santibáfí^ez, D. Gonzalo de Murga y D. Ezequiel Chávez,
y el Sr. Telesforo García, vicepresidente del Casino Español.
No podemos extendernos, como lo quisiéramos, pues repetimos
que esta nota de impresión tendrá que ser breve; así, pues, nos
limitaremos a decir que la selecta concurrencia aplaudió a todos
los oradores.
El Sr. Santibáñez hizo un erudito estudio sobre la Geografía
Económica de los Estados Americanos del Pacífico, tema que
desarrolló concienzudamente, conquistando la atención del audi-
torio, que asistía a una cátedra de ciencia geográfica.
El Sr. Gonzalo de Murga pronunció un discurso que en su
oportunidad comentaremos, por ser de gran importancia.
Después de las doce terminó la velada.
150 SOCIEDAD MEXICANA
SOLEMNE VELADA EN llOXOR DE VASCO NÜÑEZ DE BALBOA
"A7 Diario," Septiembre 27 de 1913.
Bajo el programa que oportunamente i)ul)licamos, la noche
de antier en el elegante salón de bailes del Casino Español, tuvo
lugar una solemne velada, con la cual se conmemoró el aniver-
sario del cuarto centenario del descubrimiento del mar Pacífico,
por el adelantado Núñez de Balboa.
La concurrencia fué tan numerosa como selecta, ocupando to-
talmente la sillería de Viena, que en cerradas filas fué colocada
frente al elegante foro del "hall."
La velada fué presidida por el señor Ministro de Fomento, li-
cenciado Oarza Aldape, quien a su derecha tenía al presidente
de la Sociedad de Geografía y Estadística en funciones, Sr. D. Te-
lesforo García, y a su izquierda al señor Ministro de España en
México, D. Bernardo de Cólogan y Cólogan.
Además, tomanm asiento como invitados de honor, el Cónsul
de España, Sr. D. Emilio Moreno Rosales, el l»residente del Círcu-
lo Español D. Valentín Elcoro y los intelectuales que forman la
directiva de la mencionada Sociedad de Geografía y Estadís-
tica.
Los socios Sres. Enrique Santibáñez, Gonzalo de Murga, licen-
ciado D. Ezequiel A. Chávez, y D. Telesforo García leyeron in-
teresantísimos trabajos, relativos todos a la fecha que se conme-
moraba, siendo sin excepción, muy aplaudidos al concluir y
durante sus discursos.
La parte musical estuvo a cargo de la magistral orquesta del
Conservatorio y del violinista D. Pedro Valdés Fraga, quien co-
sechó muchas i)almas en los números que como solista ejecutó.
índice
El Deíicubrbnienfo del Océano Pacifico y la Sociedad Mexicana de (ieo¡ira-
fia y EstadUfica. Kcseña por el Primer Secretario Sr. Prof. Alberto M.
Carreño íi
Qeograjía, Económica de los Estados Americanos del Pacífico. Discurso del
socio Sr, D. Enrique Santibáñez 17
De Vasco Núñez de Balboa al Coronel Goefhals. Discurso del socio señor
D. Gonzalo de Murga 85
Geografía Física del Océano Pacífico. Conferencia del Sr. Lie. D. Ezeíjuiel
A. Chávez 63
Descubridores y Pilotos del Mar Pacífico. — Vasco Núñez de Balboa. Discur-
so del Vicepresidente interino Sr, D. Telesforo García 79
Vasco Núñez de Balboa. Estudio de Sir Ciernen ts K, Morkham, traducido
por el socio Sr. Ing, D. Manuel Bonilla 103
El Mar Pacifico y Balboa. Estudio del socio Sr, D. Komán Rodríguez Pe-
ña ^ 119
Correspondencia con la Secretaría de Fomento y documentos anexos 129
Nota a la Real Academia de la Historia 130
Correspondencia con la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes.,.. 141
Nota al Presidente del Casino Español 142
Nota al Director de la Orquesta del Conservatorio 143
Crónicas de la prensa 145
REAL SOCIEDAD QEOGRAEICA
Sesión del 25 de Septiembre de 1913
\nv
DEL m
MADRID
Imprenta del Patr«iiato df Hnérfaiios de Inteadencia é Intervenoióu Hilitarei.
Caracas, número 7.
1918
¥flSGO m DE BHLBOII
EL DESGUBQIPIIENTO DEL PlflQ DEL SOB
. DISCURSOS
que se dijeron ó leyeron en la Sesión extraorclinaria
celebrada por la
REAL SOCIEDAD GEOGRÁFICA
el 25 de Septiembre de 1913
para conmemorar, en el día de su cuarto centenario,
el descubrimiento del Océano Pacífico.
-'^ — "jj — ^r
MADRID
iBiprenfa del Patronato de Huérfanos de Intendencia é Intervencién 3Iilitareg.
Caracas, número 7.
1913
3
VASCO NÜÑEZ I)H BALBOA
Y
£L DESCUBRIMIENTO DEL MAR DEL SUR
que se dijeron ó leyeron en (a Sesión extraordinaria
celebrada por la Real Sociedad Geográfica el 25 de Septiembre
de 1913 para conmemorar, en el día de su cuarto centenario,
el descubrimiento del Océano Pacífico (I).
Discurso del Bitemo. Si». D. l^icardo Beltfán
y í^ózpide
Secretario general de la Keal Sociedad Geográfica.
ExcMO. Sr. :
Señoras y Señores :
En alta mar se hallaba ya la expedición que hacia
Tierra Firme dirigía el bachiller Enciso, cuando, con sor-
presa de todos, rompiéronse ó se abrieron las tablas de
(1) Véanse el acta de esta sesión y de la del 14 Octubre siguiente en
la Revista de Geografía Colonial y Mercantil, sección destinada á «Actas
de las sesiones», tomo X, números 11 y 12, ó sea Noviembre y Diciembre
de 1915.
- 4 -
un tonel, ó se rasgaron, según otros, los pliegues de una
vela, y surgió la íigura de un hombre, de gallarda presen-
cia, á quien nadie conocía.
Era Vasco Núñez de Balboa que, agobiado de cuitas y
de deudas, habíase acogido á aquel ardid para ponerse á
salvo de acreedores y enemigos.
El primer impulso de Enciso fué mandar que arroja-
sen al intruso de cabeza al mar. Súplicas y ofertas de su-
misión y servicios que hizo Núñez de Balboa libráronle de
morir, y pudo tomar parte activa y muy principal en aque-
lla y otras audaces expediciones por mares y tierras del
golfo de Urabá, del Darién, del Atrato y de Panamá, por
donde á través de bosques casi impenetrables, subiendo y
bajando por riscos y montañas, sobre suelo cortado por
ríos, torrentes y barrancos, bajo un sol abrasador, hosti-
lizado de continuo por los indios y mortalmente amena-
zado por la terrible fiebre del pantano y del fango, llegó,
con los restos de su gente, en la mañana del 25 de Sep-
tiembre de 1513, á una hermosa altiplanicie, limitada al
Sur por alta y pintoresca colina que cerraba el horizonte.
Mostróle el guía indígena aquella eminencia como lu-
gar desde el cual podría ver el mar ignoto que buscaba.
Quiso Balboa adelantarse y subir solo á la cumbre, y
cuando desde ella contempló á lo lejos el inmenso Océano,
cayó de rodillas, oró y llamó á los suyos que, prosternados
también en tierra, dieron gracias á Dios que les había con-
cedido la suerte y la gloria de descubrir el Mar del Sur.
Entre ellos estaba Bizarro, el futuro conquistador del
Perú.
Descendieron después hacia la costa del vasto Océano
descubierto; en él entró Vasco Núñez para tomar y de-
clarar la posesión en nombre de los Reyes Don Fernando
y Doña Juana, y así aquel hombre extraordinario, que dio
principio á sus hazañas encerrado y oprimido entre duelas
y cinchos de hierro, remató la más gloriosa empresa de
su vida dentro de las aguas del mayor de los Océanos.
Todo el inmenso Mar del Sur, y las lejanas costas, y las
— 5 —
innumerables tierras grandes y chicas que en él hubiera,
eran y tenían que ser de España, porque así lo quiso y lo
proclamó Vasco Núñez de Balboa.
Debía ser el mare nostrum de la raza hispana. Lo fué
durante años, cuando sólo naves españolas lo surcaban, y
los Magallanes, Elcano y Loaysa, los Saavedra, Grijalva,
Mendaña y Barreto, los Villalobos, Quirós, Torres, Ortiz
y tantos otros, iban y venían por él entre las costas de
América y las asiáticas, y desde tierras europeas llegaban
á las de Asia completando la obra grandiosa que inició
Colón en los últimos años del siglo xv.
Si hubo un tiempo en que alguien pudo decir, refirién-
dose al Mediterráneo, que hasta los peces de la mar cuando
salieran habrían de llevar las barras de Aragón en las
espaldas, con mayor motivo pudo haberse dicho en el si-
glo XVI que las olas del Mar del Sur iban todas á romper
sobre tierras y rocas españolas. Desde Las Perlas, las
Galápagos y las Juan Fernández, hasta las Filipinas, y la
Nueva Guinea y las costas y arrecifes litorales de la Aus-
trialia ó Tierra de los Austrias de España, todo tenía nom-
bre español, que luego nos fueron quitando, cuando á
reata de los nuestros llegaron, los navegantes extranjeros,
los Tasman y los Cook, los Wallis y Vancouver, los Bou-
gainville y Laperouse.
Pasaron aquellos tiempos; pero en los nuestros, si no
es España, son hombres y pueblos de origen hispano los
que dan frente al mar de Balboa desde las costas de Ca-
lifornia hasta el litoral de las Tierras magallánicas.
Kevillagigedo, la Pasión, las Galápagos, San Ambro-
sio, San Félix y Juan Fernández son las avanzadas de
esos pueblos en el mar Pacífico, y su extrema vanguardia
se adelanta hasta las islas chilenas de Sala y Gómez y de
Pascua. Que no olviden que de sus mismos puertos zarpa-
ron las naos que iban al descubrimiento y conquista de la
Oceanía y que estén siempre apercibidos para hacer en-
tradas en el mar que de España han heredado.
*
* *
— 6 —
Es el mar, .señores, cuyo descubrimiento hoy reme-
mora la Sociedad Geográfica. Faltaban aún siete años
para que llegase el 25 de Septiembre de 1913 cuando en la
Junta directiva de nuestra Real Sociedad se propuso y
aceptó la idea de esta conmemoración.
Había que contar con América, y el primer resultado
de las iniciativas que tomamos y de las gestiones que se
hicieron bajo la presidencia del General Suárez Inclán — á
cuya memoria justo es rendir homenaje en este día — fué
la adhesión entusiástica de Sociedades geográficas, de
Academias de la Historia y de xVteneos literarios del Nuevo
Mundo.
Acuerdos de la Real Academia de la Historia que se
adoptaron á propuesta de su Comisión de Indias, dieron
nuevo rumbo á los trabajos de la Sociedad Geográfica.
Quería aquélla que se estudiase el modo de celebrar digna-
mente el IV Centenario del descubrimiento del Océano
Pacífico, y la Academia de la Historia invitó á la Sociedad
Geográfica á que aunasen ambas sus esfuerzos con el ob-
jeto indicado. En consecuencia, comisionados de una y
otra Corporación idearon proyectos, los discutieron, y por
fin, cuando ya se supo que el Gobierno español había de
estimular y avivar la corriente de opinión favorable á los
actos y festejos conmemorativos del descubrimiento, se
resolvió gestionar la inclusión en éstos de un Congreso
geográfico hispano-americano. Además, el Sr. Altolagui-
rre recibió de la Academia de la Historia el encargo de
investigar en los Archivos y estudiar y comentar después
cuantos documentos hallase referentes al descubrimiento
y al descubridor. Con estos documentos, y con los datos,
comentarios y crítica que allegue y escriba aquél habrá de
formarse y publicarse un libro que será lo más importante
y de mayor novedad, desde el punto de vista histórico,
que haya producido la conmemoración del hecho que ahora
celebramos.
Posteriormente, gracias á la acción conjunta del Di-
rector de la Real Academia de la Historia, el Rector de
- 7 -
la Universidad Central y los Presidentes de la Unión Ibero-
americana y de la Real Sociedad Geográfica, fué declarada
oficial la celebración del Centenario y se dispuso que para
conmemorar el Descubrimiento se celebrara, bajo la pro-
tección y con el apoyo del Gobierno, un Congreso de His-
toria y Geografía hispanoamericano y una Exposición de
documentos, obras, manuscritos, mapas y planos relati-
vos á América en la época colonial española.
Congreso y Exposición especial tendrán lugar en Se-
villa y servirán de actos oficiales preparatorios para la
Exposición hispanoamericana que ha de verificarse en
aquella capital.
Algunas otras ideas se han lanzado en discusiones
habidas en esta Real Sociedad. El Sr. Jiménez Lluesma,
por ejemplo, propuso que se aprovechara la ocasión para
crear con carácter permanente el «Instituto hispanoameri-
cano de Estudios Geográficos é Históricos», y el Sr. Mar-
tín Peinador inició el pensamiento de reunir esta magna
sesión de hoy, á la que se ha llegado bajo los auspicios del
Gobierno de S. M., y que abre la serie de los actos y solem-
nidades del IV Centenario del Descubrimiento del Mar
del Sur.
La Comisión general nombrada para organizar Con-
greso y Exposición trabaja con gran entusiasmo y con
una actividad digna del mayor encomio ; el 25 del próximo
Noviembre se inaugurará en Sevilla, y en el mismo Archi-
vo ó Casa de Contratación de las Indias, la Exposición de
documentos, y al mediar Abril de 1914 se reunirá el Con-
greso hispanoamericano de Historia y Geografía.
Entretanto, allá en América se asentarán las bases
del colosal monumento que Panamá levanta para perpe-
tuar el nombre, la figura y la gloria de Vasco Núñez, y
cuando Ueguen los años de 1915 y 1916 habrá Exposición
universal en San Francisco de California y Exposición
hispanoamericana en Sevilla, y entre la metrópoli anda-
luza y la gran ciudad de la costa del Pacífico en Norte-
américa podrán ir y venir hombres y naves, y potentes y
— 8 —
gallardas éstas, seguros y tranquilos aquéllos, cruzarán el
istmo casi por los mismos parajes que fueron teatro de
la difícil, audaz y afortunada empresa de Vasco Núñez
de Balboa.
He dicho.
II
Diseuí»so del Hjdemo. Sp. D. fñEnnuel de Saitalegui
Vocal de la Junta directiva de la Real Sociedad Geográfica.
Señoras y Señores :
La Real Sociedad Geográfica, siempre generosa en sus
mercedes, me concede en este día un nuevo inapreciable
honor al elevarme á este sitial ; y si al hacerlo bondadosa,
no sospechó que al par de ponerme á mí en el duro trance
de dirigiros la palabra fué, sin duda cruel, por imponeros
á vosotros la galante obligación de soportarme, yo, en cam-
bio, procuraré que sea por contadísimos momentos, para
que el exceso del mal tenga por consuelo y por alivio su
extremada brevedad, su corta vida, pues que en mi mano
está el reducirla y graduarla.
Y por cierto que difícilmente podrá darse ocasión me-
nos propicia para que suene mi desautorizada voz en esta
Casa, ya que difícilmente podrá conmemorarse en ella
acontecimiento más insigne que el que hoy nos honramos
en conmemorar, no tan sólo por sus especiales caracteres
de genuina y exclusivamente español, sino porque él es,
sin duda alguna, en los anales de las Indias de Occidente,
según he dicho antes de ahora, el digno compañero, y algo
así como el complemento de la hazaña de Colón ; que si el
genovés, con los españoles, logró encontrar la orilla de
otro mundo, tras el tenebroso abismo de las aguas, nues-
tro Vasco, por sus hermanos tan sólo auxiliado, supo y
pudo, tras la abrupta barrera de aquel mundo, descubrir
la dilatada orilla de otro mar.
Procuraré, pues, ante la majestuosa grandeza del
asunto, no profanarlo con la exposición de mis estériles
consideraciones; ni aun con aplausos turbaré el reposo
en que yace la buena memoria de aquellos hombres tena-
ces, valerosos y abnegados; dejaré á quien pueda con
méritos bastantes, la envidiable misión de concurrir á le-
vantar el monumento que perpetúe el recuerdo de aquellos
héroes que consiguieron completar el mundo con su legen-
daria expedición; pero ufano así de la elevadísima repre-
sentación que ostento en este sitio, como de la feliz casua-
lidad que me permite depositar humilde ofrenda ante el
sagrado altar de las glorias nacionales, me propongo de-
dicar el poco tiempo que me resta á relatar, como medio
de desquite, un curiosísimo incidente que constituye, á
mi pobre entender, la prueba más palmaria de la crasa
ignorancia que domina por doquier respecto á nuestras
glorias, cuando no del dañado propósito de preterirlas
sin razón y, al obrar así, sin justicia desairarnos.
Cuando comenzaban los trabajos preparatorios para
trazar un plan que permitiera celebrar, en forma digna,
el glorioso Centenario de la Invención del Mar del Sur,
vino casualmente á mis manos cierto trabajo periodístico
autorizado por la firma de un escritor que se reputa como
una de nuestras primeras ilustraciones, y en el cual, sin
asomos de protesta y sin anuncios de discusión ni barrun-
tos de vacilaciones, se mencionaban, por cierto con elogio
del alto espíritu que las inspiraba, ciertas palabras de
un augusto personaje, que no es prudente nombrar aquí.
y que al descubrimiento que hoy nos honramos en conme-
morar, con extraña displicencia y grave error se referían.
Busqué el discurso, tuve la suerte de encontrarlo, y he
aquí fielmente traducido el inconcebible relato con que,
cumpliendo un deber de yindicación, voy, á mi pesar, á
molestaros.
«Deseo con este motivo — decía el muy excelso Monar-
))ca^ — referirme á una historieta que oí en cierta ocasión.
))E1 famoso Almirante inglés Sir Francisco Drake,
- 10 -
«arribó á la América Central después de im viaje difícil
))y tormentoso.
))Buscaba el otro gran Océano, y se informó sobre él,
«convencido de su existencia, á jjesar de que la mayoría
))de sus acompañantes la negaban.
))E1 reyezuelo de una tribu á quien llamó la atención
))el insistente preguntar del extranjero, y á quien impre-
))SÍonó, además, la gallardía de su presencia, le dijo : Si
chuscas el agua grande , sigúeme y te la enseñaré; y ambos
«ascendieron, en contra de las prudentes advertencias de
))los demás expedicionarios, á una escarpada montaña.
«Llegados á la cumbre después de inauditos esfuerzos,
»el cacique mostró á Drake, á sus espaldas, los tempestuo-
«sos y agitados mares que acababa de surcar, y, llevándole
«después delante de una roca un tanto avanzada, le liizo
«mirar de frente, descubriendo ante sus ojos asombrados
«la superficie inmensa del Océano Pacífico, que se exten-
«día en calma y majestuoso, bañado por los rayos de oro
«del sol de la mañana«.
¡Historieta escuchada por casualidad, la portentosa
invención del Mar del Sur !
¡ Un inglés suplantando á un español !
¡ Un pirata aborrecible usurpando su gloria al caballe-
roso, al ínclito Balhoal
No parece que pueda llegar á más el desconocimiento
indisculpable de un hecho de fama universal y de tras-
cendencia suma para la vida de la humanidad, ni que pueda
darse prueba más patente del rencoroso desamor con que
nos distinguen los que si un día nos envidiaron, aún hoy,
cuando nos es adversa la fortuna, ni saben olvidar ni lo-
gran sobreponerse á la pasión para perdonarnos y hasta
celebrar el poder y la gloria, el heroísmo y la generosidad,
la nobleza y el tesón con que á todos entonces asombramos.
Pero por muy extraño que parezca, aún hay más.
Cuando desoyendo los consejos de quien podía dárme-
los y que juzgaba que para rebatir tan depresivas afir-
maciones bastaban los contundentes testimonios de núes-
— li-
tros historiadores del siglo xvi, me propuse yo comba-
tirlas con armas extranjeras y que como tales nunca pu-
dieran tacharse de parciales ; experimenté una segunda
grave desilusión al repasar el texto de uno de los más
famosos filósofos contemporáneos, y en el cual, sin incu-
rrir en el colmo de la negativa expresa, se velan artera-
mente los sucesos, sustituyendo noticias categóricas y á
los españoles favorables con vacilantes dudas, rumores
sin probanza y anodina divagación.
«¿Es cierto — dice el filósofo aludido — que Magallanes
antes de emprender su famosísimo viaje había visto el
mar Pacífico señalado en un globo por el alemán Behaim?
»No; ese globo no lo conoce nadie.
))¿ Habría visto en casa de su amo el rey de Portugal
»algún mapa que lo indicara?
»Así se ha dicho, pero nadie lo ha probado.
»Más probable es que los aventureros que hacía cosa de
veinte años recorrían el continente americano, hubieran
visto, pero visto con sus propios ojos, el mar Pacífico.
))Ese rumor que circulaba acordábase muy bien con la
idea que daba el cálculo de tal contrapeso, necesario al
hemisferio que habitamos y al equilibrio del globo».
Juzgo — decía yo al glosar los párrafos que preceden —
que el olvido del nombre español y el aparente descono-
cimiento de la realidad de los hechos no pueden ser más
absolutos; pero así y todo, ¿podrá nadie considerarlos
efectivos?
¿Puede nadie suponer ignorante á un esclarecido filó-
sofo honra de su Patria de la empresa del gran Vasco?
¿Lo que aprenden los niños en la escuela y repiten los
libros más elementales, puede en modo alguno ser un se-
creto para el ilustrado autor de tantas obras peregrinas?
Y además , pero ¿á qué seguir?
¿A qué extremar y retorcer los argumentos, si es bien
sabido que lejos de servir para demostrar los axiomas sólo
conducen á dificultar su inteligencia obscureciendo en to-
dos casos los conceptos?
— 12 —
Voy, pues, á terminar ; pero antes conste y quede sen-
tado que desde el ingrato autor de los Viajes y descubri-
mientos de los compañeros de Colón, que tergiversando
sin conciencia las palabras del honorable Pedro Mártir,
llama desahogadamente hombres vagabundos que vivían
del engaño y del pillaje á los denodados cooperadores de
la gigantesca empresa de Balboa, hasta el presuntuoso
Profesor, paisano de Dewey, que dio recientemente á la
estampa una España en América, en la que tiene la lla-
neza de llamar proclama campanuda á la genial alocución
con que el bizarrísimo caudillo enhiesta la gloriosa enseña
de Castilla y con el agua salada á la cintura tomó pose-
sión del Pacífico y sus islas, en honor de Don Fernando y
Doña Juana, apenas si es posible tropezar un solo au-
tor extraño que nos trate, no ya con generosa benevolen-
cia, sino con estricta imparcialidad, cuando intentan des-
cribir la legendaria expedición que tuvo feliz término en
la revuelta ranchería que gobernaba Chiapes.
Y así, disfrazando las verdades y amañando las leyen
das, fingiendo rasgos y engalanando personajes, pugnan
los pseudos historiadores por borrar los viejos timbres es-
pañoles y lograr su avieso fin, sin comprender que se es-
trellan en su empeño, pues que la Historia puede hacerse,
mas no puede falsearse, ya que si hay algo imposible en este
mundo es que deje de ser lo que realmente ha sido; inac-
cesible extremo á que no alcanza, con ser tanto y ser tan
grande, ni aun el sobrehumano poder del mismo Dios.
III
Diseupso del Hjtemo. Sp. D. Ángel de Altolagaippe
Iiidividiio de Xúniero de la Ueal Academia de la Historia.
Señoras y Señokes :
Fija la atención de los historiadores en las vicisitudes
por que pasó Vasco Núñez de Balboa en su heroicas em-
presas y trágica muerte y en el trascendental descubri-
miento del Océano Pacífico, apenas paran mientes, con ser
— is-
lán importante, en la labor colonizadora que realizó en
Tierra Firme.
Por demás precaria era la situación que á fines del
año de 1510 atravesaba la villa de Nuestra Señora de la
Antigua del Darién recientemente fundada por el bachiller
Martín Fernández de Enciso ; la pobreza del país, la hos-
tilidad de los indios, la ausencia de socorros de la isla
Española, las disidencias entre los habitantes, que más
atendían á sus rivalidades que al cultivo de las tierras, y,
sobretodo, la falta de un Jefe con aptitudes para el mando,
hacían que la anarquía reinase en la colonia y todos te-
mían un fin desastroso, ya por los efectos del hambre, ya
á manos de los indios.
Por ese instinto de conservación que á veces tienen
las colectividades, la mayor parte de los colonos se agru-
paron alrededor de un compañero que en la villa de San
Sebastián les había salvado á todos conduciéndolos á la
comarca en que fundaron Santa María la Antigua; ese
compañero se llamaba Vasco Núñez de Balboa.
No es ocasión de discutir la parte que tomó en expulsar
de Tierra Firme á Diego de Nicuesa y al bachiller Enciso,
y sí únicamente de afirmar que gracias á ella y á haber asu-
mido el mando Vasco Núñez se salvó la colonia, pues ni
uno ni otro tenían aptitudes para resolver la angustiosa
situación por que atravesaba.
Elegido Vasco Núñez alcalde por el pueblo y sancio-
nado después su nombramiento por el Rey, dedicóse con
extraordinaria actividad y energía á restablecer la disci-
plina entre los colonos, fomentó los trabajos agrícolas y
comenzó la exploración y conquista del territorio some-
tiendo las tribus indígenas, ya por la persuasión y presti-
gio del nombre que entre ellas logró adquirir, ya empleando
en caso extremo la fuerza, pero poniendo siempre singular
empeño en que los vencidos se convirtieran en amigos y
aliados.
En menos de tres años dominó el istmo de Panamá de
mar á mar, llegando á tener de paces 17 grandes caciques.
— 14 —
que gobernaban un extenso territorio poblado por millares
de indios.
Fray Juan de Quevedo, primer Obispo de Tierra Firme,
en las instrucciones que dio al Capellán Toribio Cintado
para que refiriera en la Corte el triste estado en que cuan-
do escribía se hallaba la colonia, nos da cuenta de cómo la
encontró cuando llegó con Pedrarias : «Diréis á S. A. como
hallamos este pueblo bien aderezado, más de doscientos
bohíos hechos, la gente alegre y contenta cada fiesta ju-
gaban cañas y todos estaban puestos en regocijo, tenían
muy sembrada toda la tierra de maíz y yuca, puercos
hartos para comer al presente, y ordenando de descubrir la
tierra porque tenía mucha disposición para ello, los ca-
ciques de alrededor, así como Careta y Ponca, enviaron
sus mensajeros á reconocer al Gobernador que había ve-
nido, ofreciéndose para servirlo y trujéronle pescado y
puerco, montes y punas vivas, podía ir un cristiano y de
cinco hasta diez y de diez hasta uno por todos estos caci-
ques desde esta costa hasta la otra de Poniente tan segu-
ros como lo fueran quince, y cada cacique les daba de
comer y los guiaba, de manera que andaban entre ellos
como entre sus amigos».
El cronista Oviedo, que también fué con Pedrarias,
confirma lo expuesto por el Obispo, diciendo que los indios
estaban tan mansos que enviaban sus mensajeros y canoas
é iban y venían al Darién muy domésticamente á ver los
cristianos, y como amigos se comunicaban con ellos.
Esta obra, llevada á cabo con un reducido contingente,
pues nunca Uegó á alcanzar la cifra de 700 hombres, de-
muestra las excepcionales dotes de Vasco Núñez de Balboa ;
severo en el mando, justo en los repartos á su gente de lo
adquirido en las expediciones, era el primero en todos los
riesgos y trabajos, hasta el punto de cargar sobre sus
hombros las maderas para la construcción de los berganti-
nes con que se proponía descubrir en la mar del Sur, ma-
nejar el hacha para hacer una corta de árboles ó la azada
en las faenas agrícolas, á fin de que ninguno se considerase
- 15 -
rebajado con estos trabajos ya que él, siendo el jefe, daba
el ejemplo; su aspecto rudo encubría un alma noble y
generosa; si un hombre, dice el cronista Oviedo, se le
cansaba en el camino y adolecía en cualquier jornada, no
le desamparaba, antes, si era necesario, iba con una ba-
llesta á buscarle un pájaro ó ave y se la mataba y se la
traía y le curaba como á hijo ó hermano suyo y lo esfor-
zaba y animaba, lo cual, agrega Oviedo, ningún Capitán
de cuantos hasta hoy que estamos en el año de 1548 han
venido á las Indias, en las entradas y conquistas que se
hallaron no lo han hecho mejor, ni aun tan bien como
Vasco Núñez.
Con estas cualidades logró lo que sólo los grandes Ca-
pitanes han logrado : hacerse respetar y querer de su gente,
á la que sometió á una severa disciplina.
En sus relaciones con los indios empleó una política
que le revela como un gran colonizador; procuraba, por
medio de los indios amigo?, que se sometieran los rebeldes
ó neutrales, si no lo lograba empleaba la fuerza siendo
duro en el castigo, pero una vez que se sometían los tra-
taba con dulzura, no les despojaba de sus bienes, y en cam-
bio del oro y víveres que le daban como presentes les re-
galaba objetos de Castilla, que ellos tenían en gran apre-
cio, y así los convertía de enemigos en amigos y aliados,
llegando á inspirarles tal confianza que le revelaban los
secretos de la tierra como le revelaron la proximidad del
Pacífico y la existencia hacia el Sur de riquísimos terri-
torios que no eran otros que los del Perú, le facilitaban
guías y cargadores y atendían á todas las necesidades de
su gente, considerándose muy honrados con servir á los
españoles.
De los riesgos y penalidades que para dominar el te-
rritorio pasaron Vasco Núñez y sus compañeros, nos da
él mismo cuenta en la carta que en 26 de Enero de 1513
escribió al Emperador : «Muchas veces pienso, le decía, cómo
ha sido posible podernos remediar, porque habemos sido
tan mal proveídos de la isla Española — como si no fuera-
— 16 —
mos cristianos — , muchas veces hemos estado tan al cabo
que creíamos perdernos de hambre j habemos corrido
tanto á unas partes y á otras á cai^sa de hi mucha necesi-
dad que habemos tenido, que me espanto cómo se ha su-
frido tanto trabajo ; he procurado de nunca fasta hoy
haber dejado andar la gente fuera de aquí sin yo ir de-
lante, hora fuese de noche ó de día, andando por ríos y
ciénagas y montes y sierras, y las ciénagas de esta tierra
no crea Vuestra Real Alteza que es tan liviano que nos
andamos folgando, porque muchas veces nos acaece ir una
legua y dos y tres, por ciénagas y agua, desnudos y la ropa
cogida puesta en la tablachina encima de la cabeza y sali-
dos de una ciénaga entramos en otras y andar de esta ma-
nera dos y tres y diez días , hasta aquí hemos tenido
en máí< las cosas de comer que el oro, porque teníamos
más oro que salud, que muchas veces holgaba más hallar
una cesta de maíz que otra de oro, porque á la continua
nos ha faltado más la comida que el oro».
El fruto de la hábil política de Vasco Núñez fué por
completo destruido tan luego como Pedrarias se hizo cargo
del gobierno y sus Capitanes comenzaron á recorrer la
tierra llevando á todas partes la desolación y la ruina;
los mismos hombres que á las órdenes de Vasco Núñez
habían tratado á los indios con moderación y dulzura
cometieron bajo el mando de los Oficiales de Pedrarias
todo género de crueldades y atropellos, no sólo con los re-
beldes y neutrales, sino con los amigos y aliados, que bien
pronto dejaron de serlo, y ya que no podían luchar frente
á frente con los españoles los asesinaban al encontrarlos
aislados, ó se refugiaban en las espesuras de los montes
después de arrasar los campos para que el hambre acabara
con sus odiados enemigos.
La situación de la colonia llegó á ser tan precaria ó
más que en los tiempos de Enciso ; diréis, escribía el Obis-
po Quevedo en sus citadas instrucciones á Toribio Cin-
tado, que agora el pueblo está todo perdido, todos tristes
y las haciendas del campo destruidas, porque es tan grande
- 17 —
la necesidad de la gente que se caen muertos de hambre
por las calles.
Si Vasco Núñez no tuviera otros títulos de gloria, el'
que le corresponde por su obra colonizadora en el Darién
es bastante jDara que figure en primera línea entre los
grandes hombres que ilustran la historia de América.
IV
Discupso del E^^emo. St». D. í^afael Conde y Liuque
Presidente del Comité ejecutivo de la Unión Ibero-Americana.
Traigo la representación de la Unión Ibero-Americana,
la más antigua de las instituciones españolas dedicadas
á estrechar los lazos morales y materiales entre España
y las que fueron sus colonias y hoy son Estados indepen-
dientes de la América latina. Hace veintiocho años que
nació aquélla, precisamente en los críticos momentos en
que la enemistad producida por las guerras separatistas
desaparecía y empezaba á ser sustituida por sentimientos
de benevolencia y aun de afecto. Puede, por tanto, decirse
que la Ibero-Americana está aquí por derecho propio.
Hay que aplaudir á la Academia de la Historia por
haber contribuido á esta solemnidad patriótica. La Geo-
grafía es parte integrante y como la base de la historia y
del progreso humano; abrevíese el planeta con la facilidad
de las comunicaciones, y puestos en contacto hombres y
razas, se conocerán y hasta llegarán á fraternizar. Ahora
bien; no es sino un grande y trascendental hecho geográ-
fico el descubrimiento del Pacífico, complemento del de
Colón, porque sin el gran mar que hay tras del continente
americano no resultaba l:i redondez del planeta.
La humanidad ha sido injusta con Núñez de Balboa,
porque ha necesitado la grande hazaña cuatro siglos para
salir de los rincones de la Historia y llegar al conocimiento
y aplauso universales.
Pero todavía resalta más la injusticia en la inicua sen
tencia que premió tal heroísmo con el patíbulo.
- 18 —
Líi Kepública de Panamá se ha honrado consignando
en una ley levantar al héroe una estatua gigantesca en la
confluencia de los dos grandes mares, recientemente uni-
dos por un milagro de la ciencia.
Además, como Rector de la Universidad Central, yo
represento aquí el orden docente oficial y tengo el gusto
y la honra de ofreceros la patriótica adhesión de cientos
de Catedráticos y miles de jóvenes alumnos.
V
Discurso del Si*. D. Juan fi. Sosa
Encardado de Negocios de Panamá.
EXCMO. Sr. :
Señoras y Señores : "
Mi presencia en este acto y la personalidad que asumo
en él, me obligan á daros una previa y forzosa explicación.
Soy en esta Corte el Representante oficial de Panamá, la
antigua Capitanía general de Tierra Firme en el imperio
colonial español, de aquella caprichosa estructura geoló-
gica arrojada entre dos mares para atar en un vínculo
las dos Américas, singular constitución de la naturaleza
física, una de cuyas eminencias orográficas sirvió el 25 de
Septiembre de 1513 de escenario al entusiasmo y al fervor
religioso de un centenar de españoles, y en una de cuyas
calas reflejó por la primera vez el cristal de las aguas de
un mar desconocido los perfiles de la cruz del cristianismo
y los vividos tonos del pendón de Castilla. Pero si esto no
justificare bastante mi actitud, de mi atrevimiento al di-
rigiros la palabra en circunstancia tan solemne responde
la benevolencia de la Real Sociedad Geográfica, que, ga-
lante y espontánea, me ha asignado un número en el pro-
grama de esta fiesta hermosa destinada á rendir en el
cuarto Centenario del descubrimiento del Mar del Sur
un tributo de admiración á Vasco Núñez de Balboa, el
egregio Capitán español ejecutor de tal hazaña.
- 19 -
• No ocuparé por mucho tiempo la atención de la docta
y selecta concurrencia que me escucha. Mis fuerzas no me
permiten el ensayo de un relato de los hechos realizados
en el territorio panameño por el hombre esforzado cuya
memoria nos congrega aquí, desde que pisó la playa del
Darién septentrional en 1510, hasta que la envidia detuvo
el curso natural de su vida en Enero de 1519, sin lograr,
empero, obscurecer la estela luminosa de sus legendarias
proezas, que dejó como un legado precioso al comentario
justiciero de la Historia.
Quiero solamente deciros, sin exageraciones ni egoís-
mos, que la vida y las acciones singulares de Vasco Núñez
pertenecen también, y de modo especialísimo, á Panamá,
una de cuyas montañas constituyó el pedestal de su gloria
inmarcesible. Hidalgo sin lustre y sin estima en Jerez de
los Caballeros, su lugar nativo; mozo ávido de aventuras
ó soldado de fortuna en Sevilla; agricultor de pobre éxito,
insolvente y de dudosa reputación en Santo Domingo, se
transforma en hond)re de raras condiciones como Capitán
y como colonizador en el istmo, y adquiere en esa tierra,
con su sagacidad, su prudencia y su valor, la fama y nom-
bradía con que ha pasado á la posteridad. Balboa fué uno
de los descubridores del territorio panameño en 1502,
como miembro de la expedición conducida por Rodrigo de
Bastidas, y quien años más tarde guió los extenuados res-
tos de la colonia, que se extinguía en las costas orientales
de ürabá, para fundar con Enciso, en nuestras riberas del
golfo, á Santa María la Antigua, base y cuartel de las si-
guientes empresas de exploración y de conquista que, re-
corriendo con el caudillo parte considerable de nuestro
haber geográfico, llevaron el estandarte castellano á tre-
molar sus colores en las cumbres andinas y señalaron so-
bre las ondas de un nuevo mar amplio horizonte á la
expansión y poderío de España.
Y cuando la emulación y la ingratitud levantaron á
las orillas del Atlántico un cadalso, para castigar en el
héroe supuestos intentos de rebeldía contra la autoridad
- 20 -
local y la majestad de los Reyes, la cabeza que se inclinó
al tajo del verdugo no fué sólo la del descubridor, cuya
fama en la opinión pública se igualó á la de Colón, sino
también la del Gobernador de la provincia de Panamá,
título que juntamente con el de Adelantado de la mar del
Sur le había discernido la Corona en reconocimiento de
sus señalados servicios en la obra inicial de la conquista
y colonización del Nuevo Mundo.
No es de extrañar, pues, que en los istmeños haya
perdurado la memoria de Balboa con más intenso afecto
que en otras secciones del Nuevo Continente la de sus
conquistadores, porque las variadas circunstancias en (pie
se agitó su existencia, su rápido ascenso á la fortuna y á
la gloria y los arteros medios que concurrieron á su muer-
te, revisten su personalidad con los dobles caracteres del
héroe y del mártir, produciendo la caída de su cabeza el
ruido de una protesta formidable é inextinguible, que
repercute á través de los siglos demandando, como una
debida reparación de justicia postuma, la más solemne
apoteosis.
No murió como Colón, lleno de achaques y cargado de
años, pobre y olvidado casi en una posada de Valladolid;
ni como Cortés, decepcionado y solo; ni como Gonzalo Ji-
ménez de Quesada, el conquistador de Nueva Granada,
deforme y pestilente; ni como su apresador y carcelero,
Francisco Tizarro, viejo y víctima de una conjuración,
en su propio palacio. Balboa murió como debía morir : de
frente á sus enemigos, á los cuarenta y cuatro años de
edad, cuando su prestigio, su juventud y las energías
de su espíritu le predestinaban á ser el ejecutor de las
más extraordinarias hazañas en el mar que había descu-
bierto. Murió quizá á tiempo de legar frescos los laureles
de su frente, enhiesto y robusto como el cedro de los im-
penetrados bosques darienitas, caldeada su alma al fuego
del sol tropical y tan viva la mirada como un destello de
luz que se quebrara en su refulgente casco de combate.
Así, gallardo, férreo, magníñco, su figura semeja en el
- 21 -
cariño panameño la de un guerrero invicto, siempre glo-
rioso y siempre grande.
Intérpretes y participantes de los sentimientos popu-
lares, nuestros Gobiernos de toda época han rendido al
recuerdo del ajusticiado de Acia los homenajes posibles,
ora dando su nombre á la espléndida región marítima del
Archipiélago de las Perlas, bien designando con él á al-
gunas vías públicas de las principales poblaciones del te-
rritorio jurisdiccional, ya disponiendo por leyes de la Con-
vención Constituyente hacer figurar en el sistema postal
y monetario de la República la efigie del inmortal extre-
meño, y acordando, por último, conmemorar el aconteci-
miento histórico del cual fué protagonista, con un certa-
men expositivo en la ciudad capital, destinado, asimismo,
á fortalecer, si cabe más, los nexos de todo orden que tiene
el país con su progenitora y con sus hermanos en el Mundo
de Colón.
Actuando dentro de tan favorable ambiente, la Comi-
sión directora de la Empresa que ejecuta la magna obra
del canal interoceánico convino oportunamente en bauti-
zar el puerto terminal de la vía en el Pacífico con el nom-
bre de Balboa, ya que el de Colón lo ostenta la ciudad de
entrada en el Atlántico por loable y patriótico acuerdo
de la Asamblea provincial de Panamá. De este modo esta-
rán presentados á la perenne admiración de la humanidad
que trafique por aquella ruta artificial los nombres de esos
dos descubridores, prez de la raza latina, cuya precursora
labor de complementación geográfica culmina, al cabo de
siglos, por la inteligencia y el esfuerzo humanos, que con-
vierten en realidad la alucinación del que buscó, afanoso,
á la altura del Istmo, el anhelado paso que lo llevara á las
fabulosas regiones del extremo asiático, y la idea que brotó
inmediata de la huella que dejara el otro en el suelo acci-
dentado de nuestras comarcas selváticas.
Por esos continuados actos se ha sobrepuesto á la in-
diferencia y al olvido la memoria del descubridor del
Grande Océano, como una excitación constante á otros
— 22 -
homenajes más dignos de sus méritos y armónicos con el
espíritu de los pueblos agradecidos, que modelan y per-
petúan en el bronce la imagen corpórea y los hechos sa-
lientes de aquellos que, como Balboa, rebasando el nivel
común, pasaron á la posteridad con la aureola de los már-
tires y los atavíos de los héroes.
Fiel á este concepto ha querido Panamá tomar en las
solemnidades del cuarto Centenario del descubrimiento
del Mar del Sur la parte que le corresponde, concertándose
con la madre Patria y con su progenie en la constelación
política de Hispano -América en el proyecto de erigir, por
el concurso común y como un símbolo de solidaridad de la
raza, una estatua colosal que reproduzca y recuerde á las
generaciones venideras la arrogante apostura y la heroica
expresión del conquistador español, actor principal en el
memorable acontecimiento que, destruyendo los errores
geográficos predominantes y marcando nuevos rumbos al
progreso, depositó en la mente de los contemporáneos,
como una simiente de gestación laboriosa, la idea de la
unión de dos Océanos á través del territorio panameño ;
primitiva concepción del alma hispana, convertida, al
cabo, en asombrosa realidad por la incontrastable energía
del pueblo norteamericano.
A la entrada Sur de esa obra colosal, cuya próxima
inauguración se anuncia, la estatua de Vasco Nuñez, va
ciada en el duro bronce, en pedestal digno de su fama,
sobre la roca viva, rodeada y batida por las aguas del mar
que descubrió, recibirá eternamente el homenaje de todas
las banderas, con legítimo orgullo para su Patria, la noble
nación española que llevó á la América, con el lábaro y la
espada, su habla de armoniosos acentos, lecciones y ejem-
plos de hidalguía y de heroísmo, y las chispas generadoras
de las conquistas en el campo del derecho y del saber
humanos.
23 -
VI
Discapso del limo. Sp. D. Adolfo de Motta
Tirepresidente de la Keal Sociedad Geográflca
y leetafa de la eafta del E^^emo. St». D. jVIaPcelo
de flzcáffaga
Presidente de la Sociedad.
ExcMO. Sr. :
Señoras y Señores :
Nuestro digno y querido Presidente el Capitán General
I). Marcelo de Azcárraga, lamentando profundamente no
poder asistir hoy á esta solemne sesión, me ha dirigido
la notable carta que voy á tener el gusto de leer y que
dice asi :
Godella (Valencia) 23 de Septiembre de 1913.
Excmo. Sr. Vicepresidente de la Real Sociedad Geo-
gráfica.
Mi distinguido amigo : Ineludibles atenciones de fami-
lia me privan del honor y la satisfacción de presidir el acto
con que nuestra Sociedad conmemora uno de los hechos
más culminantes de aquella gloriosa é incomparable epo-
peya que para el descubrimiento y conquista de América
realizaron nuestros ascendientes, y no pudiendo, con harto
sentimiento mío, asistir á tan solemne fiesta, á V. me di-
rijo para rogarle se me tenga en ella como presente y que
haga saber, tanto á nuestros compañeros de Sociedad,
como á las ilustres personas que con su presencia en nues-
tra Casa nos honran, mi contrariedad por no poder estar
entre ellos y mi adhesión á cuantos elogios se dediquen á
aquel ilustre caudillo al cual el mundo entero, pero en
especial españoles y americanos, estamos obligados á ren-
dirle el tributo de nuestra admiración y de nuestro agrá
decimiento.
— 24 —
No es la figura del Adelantado Vasco Núñez de Balboa
de las que el tiempo empequeñece y borra, antes al contra-
rio, á través de los siglos adquiere más vigor y á medida
que la Historia penetra en los detalles de su vida y de
sus liéclios mayor asombro causan éstos, sobre todo cuando
se medita sobre la enorme desi)roporción que existe entre
la magnitud de la obra por él realizada y la insignifican-
cia de los medios que para llevarla á cabo y vencer las di-
ficultades de que estaba erizada pudo disponer.
El hablar de la trascendencia de aquel descubrimiento
y de lo que en el progreso y civilización de la humanidad
ha influido, no es tarea proporcionada á mis fuerzas ni
lugar adecuado esta carüi, i)ero si me permitiré señalar
la feliz coincidencia de que al cabo de cuatro siglos, en
que la obra de Balboa no ha dejado de dar sus frutos,
venga á completar aquélla en la época en que su cuarto
Centenario se celebra, la unión material de los dos mares
cuyo primer lazo, que bien podemos llamar de unión mo-
ral, fué la expedición que empezada á las orillas del At-
lántico terminó nuestro inmortal Adelantado, entrando
armado de todas armas en las aguas del Pacífico.
Al dirigir mi saludo á todos los presentes en esa solem-
nidad, no puedo menos de hacerlo en especial á los dignos
representantes de las Repúblicas hispanoamericanas que
á nosotros se unen como en fiesta de familia para rendir
Jiomenaje al genio que como gloria propia debemos mirar
todos, pues si hoy somos ciudadanos de distintas naciones
todos igualmente descendemos de los que con él tantas
proezas realizaron.
Y para terminar, permitidme que una al vuestro mi
modesto aplauso á la feliz iniciativa de la República de
Panamá (tan brillantemente expuesta en la carta de su
digno Presidente á S. M. Don Alfonso XIll) de erigir un
monumento á Balboa en la entrada del nrevo canal, idea
á la que todos debemos coadyuvar hasta verla realizada
y que tan cordial acogida ha merecido de nuestro egregio
Monarca, que tanto entusiasmo muestra por todo lo que
— 25 —
sea enaltecer la memoria de aquellos varones que como
eminentes nos señala la Historia, y que en particular, y en
lo que á este Centenario se reñere, todos sabemos cuánto
interés ha demostrado y cuánto nos ha favorecido con su
augusta protección para que dignamente pudiera cele-
brarse.
Muy agradecido á V., por ser fiel intérprete de mis
sentimientos en tan memorable ocasión, me reitero suyo
muy afectísimo seguro servidor y amigo, q. s. m. b.,
Marcelo de Azcáfi^aga.
Después de esta carta y de las doctas y briUantes di-
sertaciones que acabamos de oir, y que todos hemos aco-
gido con los entusiásticos aplausos que merecen, nada
nuevo podría yo añadir que tuviera interés y lograse
vuestra atención.
Habré, pues, de limitarme á decir cuatro palabras en
nombre de la Keal Sociedad Geográfica para significar
nuestra intensa gratitud al Excmo. Sr. Ministro de Ins-
trucción Pública por la bondad que ha tenido de venir
hoy á presidirnos en representación del Gobierno, y aun
me atrevo á asegurar que en la de S. M. el Rey, porque
tengo la convicción de que si nuestro joven é ilustrado
Monarca no hubiera estado ausente de Madrid no habría
dejado de asistir hoy á esta sesión dispensándonos el alto
honor de presidirla.
Me complazco en dirigir un afectuosísimo saludo á los
dignos Representantes diplomáticos de las Repúblicas ame-
ricanas que nos han honrado con su asistencia, y muy es-
pecialmente al Sr. Sosa, Encargado de Negocios de la de
Panamá, que no se ha limitado á hacer acto de presencia
sino que ha querido tomar parte en la sesión leyendo un
interesantísimo discurso, oído con atención y aplaudido
con toda justicia.
También debo dar las gracias y felicitar efusivamente
á los señores que acaban de proporcionarnos un rato agrá-
— 2H —
dabilísimo leyendo ó pronunciando sus doctos é intere-
santes discursos.
Por último, he de dar igualmente las gracias al selecto
público que nos lia honrado con su asistencia, y muy par-
ticularmente á las bellas y distinguidas damas que, re-
nunciando hoy á sus paseos, á sus visitas ó á sus teatros,
han concurrido á este salón contribuyendo con su presencia
al mayor brillo de esta solemne sesión.
Vil
Diseupso del H^^emo. Sp. D. Joaquín í^uiz Jiménez
Ministro de lustrucciáu Pública y Bollas Artes.
En elocuente discurso resumió el Sr. Ministro los he-
chos culminantes del glorioso acontecimiento que ahora se
conmemoraba.
Declaró ante todo que si S. M. el Rey hubiera estado
en Madrid habríase asociado á este acto, como á toda obra
nacional. Honrándose, por su parte, con la presidencia,
dijo que se sentía dichoso porque podía rendir tributo de
admiración á los españoles del siglo xvi, raza de Quijotes,
que supieron realizar actos dignos de la epopej'a. Al es-
tudiar nuestra Historia no podía menos que seguir con
interés acentuado el relato de las hazañas de aquella ca-
ballería andante que salía de España en busca de ignotos
lugares en que izar el pendón de Castilla, y admiró siem-
pre á aquel gran Vasco Núñez de Balboa, que desde Santa
María la Antigua fué con un puñado de hombres á em-
prender hazañas en lugares desconocidos, hazañas que
no son concebibles sino por el amor á Dios. Una de esas
fué la de atravesar inmensos territorios, arrostrar la du-
reza de climas hostiles y llegar al borde del mar Pacífico
para tirar de la espada y tomar de él posesión en nombre de
España.
¡Qué recuerdo lan grato! ¡Qué maravilla! ¡Qué des-
— 27 —
consuelo si España no demostrara á aquellos hombres su
gratitud !
La idea misma de romper el istmo surgió entre espa-
ñoles, muy pocos años después del descubrimiento de
Balboa.
Estas grandes empresas, estas prodigiosas obras no
acaban con el tiempo. Su espíritu es el hilo misterioso
que une á las generaciones. Cuando Vasco Núñez de Bal-
boa sale llevando sobre sus hombros, como Cristo la cruz,
la enorme responsabilidad de la vida de algunos de sus
semejantes j del prestigio de su patria, no podía esperar
que al abrirse ahora el istmo fructificaran sus iniciativas
y sus aspiraciones.
Dedicó el Sr. Ruiz Jiménez frases de cariñoso afecto al
pueblo de Panamá, al que España quiere con el amor de
madre.
Finalmente, en nombre del Gobierno ofreció ayuda y
concurso para todas las empresas de aproximación hispano-
americana, y para demostrar que estas empresas cuentan con
el asentimiento popular, recordó que la sola presencia en
la sesión del Representante de Panamá había provocado
salvas de aplausos.
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